En un contexto de creciente escalada militar, el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, viajó a la región de Kursk, limítrofe con Ucrania, en su primera visita tras la ofensiva rusa que expulsó a la mayoría de las tropas ucranianas de esa zona. El gesto —difundido por el Kremlin a través de imágenes oficiales— refleja la confianza del mandatario en la consolidación del control ruso sobre territorios estratégicos y acompaña el relanzamiento de operaciones ofensivas en el este de Ucrania.

Durante la visita, Putin se reunió con el gobernador de Kursk, dirigentes locales y voluntarios que asisten a civiles desplazados. Si bien Moscú anunció el mes pasado el control completo de la región, Ucrania rechaza esa versión y asegura conservar presencia en partes del territorio, que fue objeto de una incursión significativa en agosto de 2023. De hecho, la organización de análisis ucraniana Deep State estima que Kiev aún controla cerca de 30 km² en la zona.

El jefe del Kremlin evitó referirse directamente a los avances militares o al reciente fracaso de las negociaciones impulsadas por Estados Unidos, que buscaban establecer una tregua de 30 días. Sin embargo, sus declaraciones durante los encuentros en Kursk retomaron la narrativa de “desnazificación” para justificar la invasión, acusando al gobierno ucraniano de promover una ideología “neo-nazi” y de querer “borrar la memoria histórica de quiénes somos y de dónde venimos”.

Crédito: Russian Presidential Press Service/AP

Uno de los momentos más controvertidos de la visita se produjo cuando Putin reaccionó con humor ante el comentario de un funcionario local que sostuvo que la ciudad ucraniana de Sumy “debería ser nuestra”. No es una frase menor: hace apenas días, representantes rusos en conversaciones en Estambul amenazaron con capturar Sumy y Járkov si Ucrania no accede a ceder territorios, incluyendo centros urbanos clave como Jersón y Zaporiyia.

Según fuentes ucranianas citadas por Financial Times, la delegación rusa habría endurecido aún más sus condiciones en comparación con las primeras rondas de negociaciones celebradas en 2022, e incluso habría amenazado con recrudecer la ofensiva si Kiev se niega a cumplir sus exigencias. Las declaraciones incluyeron insinuaciones personales hacia funcionarios ucranianos, como el vicecanciller Sergiy Kyslytsya, cuyo sobrino murió en combate.

Mientras tanto, el Estado Mayor ucraniano advirtió que las operaciones continúan en Kursk con el objetivo de mantener una zona de contención dentro del territorio ruso y prevenir futuros avances en dirección a Sumy y Járkov. Al mismo tiempo, analistas militares ucranianos anticipan que Moscú se prepara para lanzar una nueva ofensiva de verano, especialmente en la región de Donetsk, donde las tropas rusas han intensificado ataques sobre los nudos logísticos de Pokrovsk y Kostiantynivka.

En paralelo, el conflicto continúa cobrándose víctimas. El martes, un ataque con misiles rusos mató a seis militares ucranianos e hirió a otros diez durante ejercicios en Sumy. El hecho motivó la suspensión de un comandante y el inicio de una investigación interna por parte de la Guardia Nacional, que había instruido previamente a todas las fuerzas armadas ucranianas sobre los riesgos de concentraciones masivas de tropas, tras un ataque similar ocurrido en abril que dejó 35 muertos, en su mayoría civiles, en una ceremonia de entrega de medallas en el centro de Sumy.

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Redacción
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