El programa de misiles balísticos intercontinentales de Rusia enfrenta múltiples problemas en la actualidad, que pueden resumirse en la falta de técnicos ucranianos. Su nuevo misil Sarmat enfrenta repetidas dificultades, ya que Moscú solía utilizar la experiencia ucraniana para trabajar este tipo de capacidades, y muchas de las plantas de fabricación o su personal tenían base en Ucrania.

Ucrania es, sin dudas, un país con vasta experiencia en tecnología nuclear y de misiles, así como también de conocimientos de fabricación. Su industria de defensa estuvo entrelazada con la rusa durante mucho tiempo. No obstante, las acciones de Moscú en Ucrania -tanto en 2014 como en 2022- obligaron al Kremlin a tener que aislarse de la experiencia y capacidad técnica de su vecino, haciendo que su vínculo se debilitara aún más.
Las razones detrás de los problemas balísticos de Rusia
En manos de Ucrania quedaron múltiples proyectos de desarrollo de misiles de Rusia, que fueron debidamente aprovechados. Este contexto impactó fuertemente en Moscú, que si bien ha desarrollado anteriormente misiles balísticos continentales, se especializaba en combustible sólido. El Sarmat, no obstante, utiliza combustible líquido; esta decisión fue uno de los principales problemas para Rusia, ya que solo Ucrania conoce esa opción de propulsión y tiene la experiencia necesaria.
El Sarmat se diseñó con el objetivo de sustituir al R-36 de la era soviética, al que la OTAN llama “Satán” SS-18. Su primera versión entró en servicio en la década de 1970 y ha sido modificada desde entonces. Sin embargo, la empresa que lo diseñó, Pivdenmash (conocida como Yuzhmash en Rusia), estaba en lo que hoy es la actual Ucrania. Otro gran problema para el Kremlin.

El último gran motivo tiene sus causas en que la cooperación bilateral comenzó a cesar. La responsabilidad de mantener los R-36 pasó a la Oficina de Diseño de Cohetes Makeyev de Rusia, pero ni siquiera junto al Instituto de Tecnología Térmica de Moscú pudieron encontrar una solución para el desarrollo de un misil como el mencionado que sea de combustible líquido.
A estos tres grandes problemas debe sumarse que Ucrania prohibió la cooperación militar con Rusia, dejando de suministrarle componentes militares en junio del 2014. Además, comenzó a fabricar nuevos componentes de misiles continentales balísticos que Rusia no pudo poseer, como sistemas de guía.
A grandes rasgos, la dependencia histórica de la experiencia y capacidad técnica de Ucrania demostraron ser un obstáculo significativo para Moscú, que hoy en día siente su vulnerabilidad. El Sarmat pende de un hilo frente a los múltiples desafíos actuales para mantener y avanzar en la capacidad balística intercontinental de Rusia, que no tiene soluciones viables en el corto plazo.
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