El 20 de mayo, en una ceremonia en Taipei, Lai Ching-te asumirá como nuevo líder de Taiwán. Actualmente vicepresidente, Lai sucederá a la presidenta Tsai Ing-wen en un periodo crítico para las relaciones entre Taiwán y Beijing. El Partido Comunista Chino (PCC) considera a la isla, con 23 millones de habitantes, una provincia rebelde que debe ser reunificada con el continente, incluso mediante la fuerza.

La victoria de Lai, un conocido escéptico de China, en las elecciones de enero fue interpretada por los medios internacionales como un aumento de la brecha con Beijing, ya que los votantes mantuvieron la presidencia en manos del Partido Democrático Progresista (PDP), al que pertenecen tanto Tsai como Lai. Históricamente, el PDP ha abogado por la independencia formal de Taiwán, aunque sus actuales candidatos dicen no tener planes de declarar dicha independencia. Lai, quien fue un activista por la independencia, es visto con desdén por los líderes del PCC en Beijing, quienes lo consideran un separatista irreconciliable.

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Aunque Taiwán ha mantenido fuertes vínculos comerciales y personales con China mientras pospone las discusiones sobre su soberanía, este equilibrio ha sido desafiado recientemente por las tensiones políticas tanto en Beijing como en Taipei. El líder chino Xi Jinping ha declarado que la toma de Taiwán es parte de sus planes para “rejuvenecer” China, mientras que los taiwaneses muestran menos interés que nunca en unirse al continente.

A pesar de la atención mediática, las elecciones de 2024 no fueron un claro respaldo a la independencia. Aunque los partidarios del PDP celebraron la victoria de Lai en las calles de Taipei, los estrategas del partido no se mostraron eufóricos. En las elecciones de 2016 y 2020, Tsai ganó con más de la mitad de los votos y el PDP obtuvo mayorías legislativas sin precedentes.

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Esta vez, Lai ganó solo con una pluralidad y el Kuomintang (KMT), el partido de oposición más favorable a China, controló un bloque mayor en el parlamento. Si el KMT hubiera formado una coalición con el Partido Popular de Taiwán (TPP) de Ko Wen-je, podría haber ganado la presidencia. La victoria de Lai no simboliza una nueva provocación hacia Beijing ni un apoyo contundente a la independencia frente a candidatos pro-China.

El perfil de Lai Ching-te, nuevo presidente de Taiwán

Lai nació en 1959 en una zona rural de Taiwán y fue criado por una madre soltera trabajadora tras la muerte de su padre en un accidente minero. Sus padres crecieron bajo el dominio japonés, que modernizó la isla hasta la rendición de Tokio al final de la Segunda Guerra Mundial. Después, Taiwán quedó bajo el control del KMT, que llegó a la isla en 1945 tras perder la guerra civil contra los comunistas de Mao Zedong. El KMT, liderado por Chiang Kai-shek, mantuvo su gobierno en Taipei mientras Mao consolidaba el poder en China continental.

Durante su juventud, Lai vivió bajo la ley marcial del KMT, que dirigía el gobierno, el ejército y la sociedad a través de comisarios políticos. En las escuelas, el mandarín era obligatorio y el dialecto hokkien de la familia de Lai estaba prohibido. Los libros de texto enseñaban historia y literatura chinas desde una perspectiva continental, y los servicios de seguridad perseguían a los activistas locales. En 1987, Chiang Ching-kuo, hijo de Chiang Kai-shek, levantó la ley marcial y democratizó Taiwán, permitiendo la competencia electoral y la formación del PDP por activistas a favor de la democracia y la independencia.

Lai se convirtió en un renombrado médico y entró en política en 1996. Fue alcalde de Tainan y se destacó por su franqueza y confrontación. En 2010, fue considerado un posible candidato presidencial y su retórica sobre la soberanía emocionó a la base del PDP. A pesar de ser un rival de Tsai, fue nombrado primer ministro en 2017, renunciando en 2019 tras derrotas del PDP. En 2020, desafió a Tsai en las primarias, obteniendo un 27% de los votos, y fue incluido como vicepresidente en su lista ganadora.

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Lai asume la presidencia en un momento en que el PDP ha perdido fuerza en el parlamento, y los votantes jóvenes han gravitado hacia Ko y su TPP, mientras el KMT, liderado por Hou Yu-ih, también representa un desafío significativo.

El rol de las potencias externas para con Taiwán

Las potencias externas deben responder adecuadamente. A pesar del desdén de Beijing hacia el PDP y su incomodidad con una votación libre tan cercana, los resultados de las elecciones no deben interpretarse como un desastre inminente. Beijing ahora enfrenta a un Taiwán donde su enemigo político más fuerte, el PDP, ha sido electoralmente disminuido.

Washington debe comprender la situación delicada de Lai y las tensiones internas del partido para jugar el papel ambiguo asignado por los votantes taiwaneses. Si los líderes estadounidenses desean reforzar la disuasión en el Estrecho de Taiwán, pueden hacerlo en un clima político menos propenso a provocar Beijing. Lai ha prometido continuar con el “status quo sin sorpresas” de su predecesor, lo que podría permitir a Beijing, Taipei y Washington respirar más tranquilos, al menos a corto plazo, y ganar más tiempo para la paz si juegan bien sus cartas.

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El gobierno dividido de Taiwán obliga a líderes en Taipei y Beijing a adaptarse. Xi Jinping está impaciente por resolver la cuestión de Taiwán, adoptando medidas agresivas, pero la división en Taipei reduce la probabilidad de cambios constitucionales significativos. Lai puede persuadir a Xi de que invadir Taiwán es demasiado arriesgado para los planes del PCC.

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A pesar de la tensión con China, la vida cotidiana en Taiwán parece tranquila. Los taiwaneses valoran su democracia y se identifican como “taiwaneses” más que “chinos”. En su discurso de victoria, Lai reconoció los tibios resultados y se comprometió a reflexionar sobre el mensaje de los votantes.

Estados Unidos puede utilizar esta confusión política para reafirmar su compromiso con el status quo, evitando retórica incendiaria y enfocándose en fortalecer la disuasión asimétrica. La paciencia es el camino elegido por Lai, quien citó “El arte de la guerra” de Sun Tzu, subrayando que la mejor estrategia es quebrar la voluntad del oponente sin luchar.

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Fuente: Foreign Affairs

Redacción
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