Uno de los países que lograron crecer económicamente desde la década de los 90’, además de los países del Pacífico, fue Israel. Hoy es una de las potencias económicas de Medio Oriente, y militarmente uno de los países más fuertes en la región. Su músculo militar se encuentra a prueba desde octubre del año pasado, pero es importante mirar su economía. Su tamaño territorial relativo a los países vecinos generó que su estrategia no se base en la cantidad, sino en la calidad. 

Para ello, inició el desarrollo del sector servicios e industrial de alta tecnología. Los buenos resultados obtenidos fueron llamados “un milagro económico”, tal como lo denominaron Dan Senor y Saul Singer. Ambos autores otorgaron a Israel el nombre de “Start-up Nation”.

Para tal fin, Israel cuenta con un ente independiente encargado de agrupar a los principales actores de la innovación. Se llama la Autoridad de Innovación de Israel, y cuenta con fondos públicos para financiar start-ups (nuevos emprendimientos tecnológicos) a nivel nacional e internacional. Las empresas tecnológicas israelíes están clusterizadas alrededor de Tel Aviv. Allí, muchas de las start-ups, como también las grandes multinacionales, tienen su sede. Coloquialmente, se lo conoce como “Silicon Wadi”, y es uno de los hubs tecnológicos más importantes del mundo.

Todo esto empezó con el Programa Yozma en 1993. En ese entonces, luego del crecimiento demográfico producto de la inmigración post caída del Muro de Berlín era necesario mejorar el mercado laboral. Para ello, el gobierno israelí decidió financiar fondos de inversión privados, que a su vez invertirán en start-ups. Este modelo fue exitoso, y muchas de sus iniciativas se replicaron a nivel global.

Por otro lado, la economía israelí venía de una década pasada turbulenta. La inflación en 1985 había llegado al 440%, y como solución se implementó un plan de estabilización que en menos de 6 meses redujo la inflación al 20%. El mismo no solo utilizó instrumentos monetarios y fiscales, sino también límites políticos al gasto público, cuya consecuencia en caso de no cumplirse era la destitución de la Knesset (Parlamento de Israel). Con una economía calmada, el gobierno israelí se pudo enfocar en cómo crecer. 

El Estado de Israel supo direccionar de manera efectiva sus propios recursos, como la inversión extranjera, para lograr sus objetivos estratégicos. Claramente, el foco no estaba puesto en la cantidad, debido al tamaño relativo del país en sus indicadores sociodemográficos, sino más bien en la calidad. Y allí es donde actúa la innovación, como catalizador de iniciativas que multiplican los retornos de las inversiones realizadas.

Con base en datos de la Autoridad de Innovación de Israel, el 42% de las exportaciones están basadas en productos de la economía del conocimiento, totalizando 72 mil millones de dólares. La matriz de las exportaciones de alta tecnología cambió durante la última década. Los productos tecnológicos superan a los servicios tecnológicos en 2012, pero en 2022 la situación se revirtió y los servicios high tech representaron dos tercios de las exportaciones en tecnología.

Retomando el título del libro de Senor y Singer, a finales de la década pasada se inició un debate sobre la marca país de Israel: ¿es una start-up nation o una scale-up nation? Esta discusión conceptual se basa en un cambio en la estructura económica de las startups de los años 90’-00’-10’. Muchas de ellas llegaron a ser unicornios, es decir, a tener un valor cercano a los USD 1.000 millones. Según los datos de la empresa de capital de riesgo Accel, Tel Aviv es el hub con más unicornios al contar con 45. En segundo lugar, se encuentra Londres con 31 y Berlín con 27 es el tercer hub. 

Con este panorama, Israel tiene un activo estratégico muy fuerte: su economía del conocimiento robusta e internacionalizada. La capacidad de innovación y su traslado a las empresas nuevas o multinacionales logró mejorar la economía del país y su mercado laboral. Además, generó un efecto, derrame en el área militar. El Domo de Hierro es uno de sus mejores resultados, y la mejora tecnológica en nuevos armamentos sigue a la orden del día. Y por último, su paso de una macroeconomía totalmente inestable a ser un hub de innovación le permitió constituir la marca país en su proyección internacional. 

Te puede interesar: El detalle del paquete de ayuda aprobado por Estados Unidos para Israel, Ucrania y Taiwán

Joaquín Bernardis
Licenciado en Relaciones Internacionales (UCSF). Investigador en el Observatorio de Política Internacional (UCSF). Consultor en internacionalización. Docente universitario en marketing internacional (UCU). Especializado en desarrollo de negocios con mercados asiáticos (UNRaf).

Dejá tu comentario