¡Hola! ¿Cómo están? Espero que muy bien. Llegamos a la mitad del año, comenzó el invierno en nuestro hemisferio y “12 Escenarios” arriba a un tema enroscado e insoslayable para comprender el escenario político internacional: La guerra en Ucrania.

Muchas veces se especuló con su duración, con su finalización, con el agotamiento y con las consecuencias que puede traer la invasión de la Federación Rusa en territorio ucraniano. Sin embargo, el conflicto armado abierto desde febrero del 2022 no cesa y está próximo a cumplir los 500 días desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenó comenzar lo que él denominó “operación militar especial”. 

El tiempo dirá cómo seguirá impactando local, regional y globalmente. En el mientras tanto, este escrito será un minúsculo recorte sobre su cronología, en el plano geopolítico de piezas durante este año y medio, así como el cimbrón a la seguridad nuclear.

Por lo que se puede decir, la agenda internacional se hizo eco de la impredecibilidad del conflicto en Ucrania y en el más reciente “puede haber más” se produjo en la reciente rebelión del grupo paramilitar Wagner que, encabezado por Yevgueni Prigozhin, decidió enfrentarse a la cúpula del Ministerio de Defensa desde hace meses. 

Sobre el profesional que aporta para esta edición, se trata de Alejo Sanchez Piccat, sin el cual este trabajo para el 2023 no hubiera visto luz. Internacionalista, coordina proyectos editoriales tanto en Politólogos al Whisky, en Escenario Mundial y escribe en Zona militar, volando alto en conocimiento sobre seguridad internacional. En esta ocasión su intervención estará volcada puntualmente a la seguridad nuclear. Aquí vamos.

Como puntapié inicial, la exigencia de Moscú a la OTAN fue que se comprometa oficialmente a paralizar su expansión hacia el Este, así como a retirar las tropas occidentales de los países de la Europa oriental y a repatriar a Estados Unidos las armas nucleares estadounidenses desplegadas en Europa. 

En el interín, varios países vecinos y la UE se advirtieron de tener que abrir sus fronteras a cientos de miles de personas que huyeron del conflicto y de sus consecuencias, a partir de reiterados ataques a la población civil. Una y otra vez, las enormes filas en los pasos fronterizos se extendieron varios kilómetros. Según un nuevo reporte de la ONU, hasta fines de 2022 se registraron más de 108 millones de personas desplazadas forzosamente de sus hogares en todo el mundo. Un número que aumentó 19 millones en un año y no para de crecer desde 2012. El reporte indica que el 76% de los desplazados se encuentran en países de bajos ingresos y que más de la mitad vienen de solo tres países: Siria (6,5 millones), Ucrania (5,7 millones) y Afganistán (también 5,7 millones). Además, el estudio detalla que la invasión rusa en Ucrania generó el mayor desplazamiento de personas por impacto y velocidad desde la Segunda Guerra Mundial.

Lejos en el tiempo (o no tanto) han quedado el amplio, un amplio paquete de sanciones a Moscú en respuesta a la invasión. Entre ellas figuran la suspensión de las transacciones con el banco central ruso, la prohibición de nuevas inversiones y la congelación de los activos de los dirigentes políticos y empresariales rusos. 

A este encadenamiento de sucesos le siguió el agravamiento de la crisis alimentaria mundial, frente al cual la decisión del gobierno de Ucrania de prohibir una amplia gama de exportaciones agrícolas que involucran los puertos del Mar Negro hizo que los precios mundiales de los alimentos se dispararan en marzo del 2022, dando con un máximo histórico según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

Elementos no menores en los primeros seis meses de guerra no faltaron. (1) En respuesta a la invasión en Ucrania, Finlandia y Suecia solicitaron formalmente su ingreso a la OTAN. (2) El gigante energético ruso Gazprom afirma que reducirá a la mitad el suministro de gas a Europa a través del gasoducto Nord Stream 1. (3) Las fuerzas ucranianas lanzan una contraofensiva en el sur, en torno a Kherson.

Durante el transcurso de estos meses, se dieron sucesivas visitas de líderes europeos a la capital ucraniana, que tenían como objetivo suavizar las tensiones. En paralelo, los epicentros del combate fueron variando estratégicamente con los meses, con avances graduales en términos del control del territorio asediado por las fuerzas militares.

Ingresando a último trimestre del año, las preocupaciones en Europa empezaban a hacerse sentir. El invierno se acercaba y los precios del gas en Europa se disparan hasta un 30% después de que Rusia comunicará que uno de sus principales gasoductos de suministro a Europa permanecerá cerrado indefinidamente. 

No fue su único comunicado de envergadura. Lejos de dar marcha a atrás, en una posición abiertamente ofensiva, Rusia se anunció la anexión ilegal de cuatro regiones (DonetskLuhanskKherson y Zaporizhia) luego de llevar adelante referéndums (sin ninguna supervisión externa) que resultaron a favor de unirse al país gobernado por Putin.

Del lado ucraniano, en diciembre el presidente Volodímir Zelenski realizó su primera visita al extranjero desde el inicio de la Guerra. ¿A dónde? Al Congreso de Estados Unidos. Visita nada casual, en instancias de requerir de la ayuda militar para redoblar el apoyo castrense. Lo cierto es que, desde el 24 de febrero del 2022, Estados Unidos ha destinado más de 39.700 millones de dólares en asistencia militar para Kiev, siendo el mayor donante del mundo.

Las semanas previas al 2023 dieron con un Vladímir Putin que, en público, describió la invasión de Moscú ya no como una “operación militar especial” sino como una “guerra”. Detalle no menor, a 10 meses del comienzo de la misma.

Y, en instancias del Foro Económico Mundial en Davos, el Presidente Zelenski se refirió al conflicto pidiendo la paz negociada en una fórmula de 10 puntos que deberían consensuarse con Moscú. Asimismo, pronunció contundentemente lo siguiente: “El mundo superó el apartheid, la pandemia, la crisis financiera… Ahora el mundo lucha contra Putin. El mundo vencerá de nuevo.

En ocasión de cumplirse el año del comienzo del conflicto, se dio un movimiento clave. Rusia suspende su participación en el Nuevo Tratado START (Strategic Armas Reduction Treaty, en inglés) pone límites al total de armas nucleares desplegadas y habilitas inspecciones de verificación en las instalaciones de cada país). Si bien ello no invalida la vigencia del mismo – estipulada hasta 2026 – 

En este punto, y ya en faceta más próxima al cierre de esta columna, es válido traer a colación que el mundo experimentó una rápida proliferación de armas nucleares que generó inevitablemente un cambio en el balance de poder y en las doctrinas de estos países.

Ahora bien, también hizo saltar las alarmas ante la peligrosidad de contar con armas tan poderosas que, en teoría, podían llevar a la destrucción mutua de todos los participantes en un potencial conflicto. Esto llevó a al inicio de dos largas tradiciones: el movimiento para prohibir las armas nucleares, que no ha tenido mucha aceptación entre las potencias, y las corrientes que promueven el control de armas y la no proliferación.

Es por ello que la preocupación por la seguridad nuclear, que se convirtió en un eje de debate en el marco de la guerra en Ucrania, debe tener un exponente apropiado, como lo es Alejo Sánchez Piccat.

Alejo nos dice que la retórica nuclear estuvo desde el comienzo del conflicto. Rusia, sobre todo, fue incisivo en recurrir al tema por un simple motivo: ser, históricamente, uno de los portadores más grandes de la historia en materia de armamento nuclear en el sistema internacional. Para dimensionar su posición, si solo tomamos junto a los Estados Unidos de Norteamérica, suman el 90% del armamento. A ello se le suma, por parte de la nación gobernada por Vladímir Putin, un programa de modernización de sus arsenales, además del número y tamaño de sus ejercicios militares y amenazas.

Ahora bien, al momento de pensar su utilización como una herramienta para hablar de seguridad, queda a la vista su incorporación en el plano discursivo, pero también han sido objeto de decisiones como, por ejemplo, en el traslado directo de armas estratégicas a la Bielorrusia gobernada por Aleksandr Lukashenko, acción que no sucedía desde la Guerra Fría. Según lo que nos comenta Ale, este movimiento puntual en el mapa internacional trae un dilema. Por un lado, compuesto por la incorporación de un actor nuevo (Bielorrusia) que dispone de armamento nuclear diferente al que se sabe que tiene el control (Rusia) y, por el otro, un interrogante sobre el impacto que este despliegue puede tener para la necesaria respuesta de la OTAN.

Otro elemento que refiere a la seguridad nuclear regional tiene que ver con cómo se ha comportado Rusia en su plan para atentar contra la central nuclear de Zaporiyia más grande de Europa.

Particularmente, en un artículo muy interesante del Centro de Investigación de Política Internacional (CEPI) de la UBA se traen a colación dos sucesos relevantes por parte de Rusia y China. En primer lugar, Rusia dejaría de suministrar a la central nuclear de Zaporiyia (situada en Ucrania y bajo control de Rusia) con los combustibles nucleares provistos por la empresa norteamericana Westinghouse. 

En segundo punto, la empresa Rosatom y la Autoridad de Energía Atómica de China firmaron un acuerdo para reforzar la cooperación bilateral sobre el sector nuclear. China se encontraría en proceso de construcción y puesta en funcionamiento de un nuevo reactor, denominado reproductor rápido.

A partir de lo cual, el trabajo del equipo de la UBA aporta tres observaciones de mucho valor. (1) La primera es el interés ruso por ser percibido como autosuficiente y consolidarse como proveedor de materiales y tecnologías en el “mercado nuclear” internacional. (2) La segunda tiene que ver con la amenaza que significa para la soberanía norteamericana el control ruso sobre Zaporiyia, ya que desde Moscú podrían tener acceso a bases de datos y software de origen norteamericano. (3) Por último, subrayar la incremental cooperación estratégica entre Rusia – China en materia nuclear, que persigue como uno de sus objetivos reforzar la seguridad de cada uno de ellos.

En definitiva, como se introdujo al comienzo de este desarrollo, la guerra en Ucrania surfea un contexto de incertidumbre y desconfianza mutua que mantiene en estado de alerta las potenciales amenazas y tensiona las relaciones diplomáticas. En síntesis, la seguridad internacional es el pretexto de la inseguridad internacional.

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