Tanto Putin como Xi Jinping han mostrado ser amigos a pesar de las inconveniencias. Tres semanas antes de que Rusia invadiera con sus tropas las calles de Ucrania, ambos mandatarios se reunieron en Beijing para reafirmar sus lazos bilaterales a través de una declaración conjunta de 5.000 palabras, hablando de la asociación “sin límites” y “sin áreas prohibidas” de cooperación.
Para muchos actores de Occidente, esta alianza sin precedentes era (o es) un factor de preocupación constante, ya que cuando comenzó la guerra en Ucrania se creía que Xi podría colaborar con los planes de Putin. Además, se acusó a Beijing de “repetir la línea del Kremlin contra la OTAN” al oponerse al envío de ayuda militar para Kiev o de sancionar a Moscú económicamente.
Ambos países son conscientes de que son socios estratégicos los unos de los otros, y que trabajan conjuntamente para respaldarse en aquellos asuntos más contradictorios, aunque muchos crean que se trata de una alianza para “degradar el orden liberal actual”.
Se criticó también a Beijing por mostrar un apoyo tácito a Moscú al no condenar su invasión en Ucrania, además de que China se convirtió en un mayor socio financiero de Rusia durante la guerra luego de que el mundo lo sancionara constantemente. Sin duda, las relaciones bilaterales son prioridades en su política exterior.