Del 06 al 10 de junio se llevó adelante en Los Ángeles, California, la controversial IX Cumbre de las Américas. Este es el único foro multilateral de encuentro entre jefes de Estado que existe a nivel hemisférico. Su existencia se remonta a 1994, año en el que fue iniciativa de los EE. UU, bajo presidencia de Bill Clinton, propulsar una iniciativa que active el diálogo entre los países que integran la comunidad de las Américas por medio de la idea principal de impulsar un acuerdo de libre comercio en todo el hemisferio

Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo” fue el lema de la IX Cumbre, para la cual desde Washington invitó a los jefes de Estado y de gobierno de América del Norte, del Sur y Central y el Caribe. Pero no a todos. 28 años después de la I Cumbre en Miami, Estados Unidos volvió a ser el anfitrión, en un escenario plagado de contrastes, pero además empañado en controversia, generada por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua (países considerados como regímenes no democráticos), lo que generó interrogantes entre sus posibles participantes hasta último momento. 

De ahí que los presidentes de México, Bolivia, Guatemala, Honduras y el bloque de 14 naciones del Caribe decidieron no formar parte de la Cumbre. No obstante, tanto México como Bolivia enviarán a sus ministros de Exteriores. Ahora bien, visto y considerando el punto conflictivo que generó esta exclusión, surge el siguiente interrogante ¿Cuáles son las consideraciones que se toman para decidir invitar o no a una nación? La selección se da en función de la aceptación de la libertad política, los derechos humanos y los valores democráticos.

Además, para esta ocasión de la cual participaron más de veinte jefes de estado, lo que pregona la Cumbre de las Américas es la promoción de “acciones concretas que mejoren drásticamente la respuesta y la resiliencia ante una pandemia, promuevan una recuperación ecológica y equitativa, democracias audaces, fuertes e inclusivas, y aborden las causas profundas de la migración irregular”. Es decir, temas en los cuales la cooperación es más viable.

De esta manera, quedó deslucido el telón de fondo que representa para el presidente Joe Biden (que estará vicepresidenta Kamala Harris, el secretario de Estado Antony Blinken y otros altos funcionarios y legisladores) la oportunidad de promover la solidaridad hemisférica y una nueva relación con Latinoamérica. Telón que, a su vez, está planteado como un parámetro para la Casa Blanca en su ímpetu de ayudar a las naciones que arrastran crecientes índices de desigualdad y corrupción. 

Por otra parte, la divergencia de prioridades se remita a que la administración estadounidense lleva meses intentando ayudar a Ucrania a defenderse de la invasión rusa, al tiempo que también lleva adelante la ejecución de su proyección a Asia, persiguiendo el objetivo de contrarrestar la influencia de China en la región. Este contexto forzó que el Build Back Better World (B3W, iniciativa económica global) haya quedado relegado.

El éxito de la cumbre dependerá de la adopción de una agenda ambiciosa y orientada a la acción, y del cumplimiento de los compromisos que los líderes asuman en junio en Los Ángeles para hacer frente a estos desafíos”, indica el comunicado oficial del evento.

Paradojas de una Cumbre conflictiva

En primer lugar, uno de los temas claves que están teniendo lugar en la Cumbre es la “migración irregular”. Causa que está a cargo de la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris. A sabida cuenta de los diversos flujos migratorios que tienen lugar en la región latinoamericana, México es el gran ausente de la mesa para conversar sobre esta problemática. Y lo es, en tanto el Departamento de Aduanas y Protección Fronteriza mexicano detuvo a más de 221,000 inmigrantes en la frontera sur en marzo de 2022.

En ese sentido, dada la preocupación sobre la frontera México/Estados Unidos, Washington esperaba lograr una Declaración sobre migración a fin de integrar a los migrantes en los países de acogida. Aunque igual, el presidente de los México, Andrés Manuel López Obrador, confirmó su visita a la Casa Blanca para julio. Pero conviene no omitir el hecho de que la absorción de migrantes, tanto en términos absolutos como relativos tuvo lugar en muchos países de América Latina. 

Otro tema crucial dentro de la Cumbre es “la mejora drástica de la respuesta a la pandemia”, para la cual resulta sorpresivo la ausencia de Cuba. Sin ánimos de tergiversar las consideraciones que motivaron su exclusión, es sensato manifestar que el país presidido por Miguel Díaz-Canel es el único que comercializa vacunas de propia producción (Abdala) con el mundo. Asimismo, durante la pandemia envió profesionales de la salud a diferentes partes del mundo.

Además del mandatario mexicano, quien insistió hasta último momento sobre la presencia de todos los países en la Cumbre, las restantes ausencias son la del presidente de Bolivia (Luis Arce), el presidente guatemalteco (Alejandro Giammattei), la presidenta de Honduras (Xiomara Castro) y el presidente uruguayo (Luis Lacalle Pou). Éste último no asiste por haber dado positivo por covid-19 y, en su reemplazo estará el canciller Francisco Bustillo quien encabece la delegación uruguaya.

Por otro lado, esta semana el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (país excluido de la IX Cumbre de las Américas), realizó una contrapropuesta. Su pedido radicó en celebrar una cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), para la cual se realice la invitación al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. Instó, por tanto, al presidente Alberto Fernández a la convocatoria, ya que la Argentina ejerce actualmente la presidencia pro témpore de la Comunidad.

La latente disputa sino americana

En cuanto al cometido de la administración Biden/Harris, en primer lugar, se destaca el precedente del actual mandatario como enviado especial para las relaciones con la región cuando fue vicepresidente con Barack Obama. A ello se le añade la misión de revertir el descuido de las relaciones con los países latinoamericanos que ejecutó Donald Trump.

Particularmente, existe una intención de transformar la influencia política de los Estados Unidos del expresidente Trump por medio de una estrategia que se corra de los acercamientos esporádicos y se enfoque, por lo tanto, en restaurar la credibilidad y la pretensión de liderazgo norteamericano.

Si bien viene corriendo desde el segundo lugar, lo cierto es que, una gran parte de los socios democráticos fueron permeados por la expansión de China. Ello se tradujo en inversiones directas que generaron un influjo de capital externo muy bienvenido para las economías latinoamericanas. De esa manera, el accionar diplomático de Beijing para con la región le otorgó un papel de liderazgo en proyectos de infraestructura.

Otra dimensión que denota la incidencia china se vincula con los bienes tecnológicos de valor agregado. A partir de la competitividad internacional que adquirieron sus productos, los países latinoamericanos situaron en un lugar de relevancia su importación. Ejemplo concreto de ello son las nuevas tecnologías (inteligencia artificial y red 5G).

Ahora bien, del otro lado del hemisferio, el presidente norteamericano dejó en claro tanto en la Cumbre por el Clima como la Cumbre por la Democracia del 2021 que su misión es trabajar con líderes de ideas afines en la región contra el autoritarismo y, además, alinearse con las causas del cambio climático y sus efectos globales.

Por último, EE. UU se encuentra mediado por un escenario electoral, ya que este año serán las elecciones legislativas (8 de noviembre). La mención supone un grado de atención adicional, ya que el Biden deberá mediar su agenda de política exterior con la política interna, a fin de tener respaldo de parte del Congreso de los Estados Unidos.

La amenaza del traspié diplomático

La reacción por la decisión de no invitar a Venezuela, Nicaragua y Cuba no pasó inadvertida. Hay que recordar que las tres naciones tampoco fueron invitadas a la Cumbre por la Democracia que se realizó en el 2021. Ahora bien, para esta ocasión, la ausencia de los jefes de estado de México y Bolivia, así como de varios de los países del Caribe ha situado a la IX Cumbre de las Américas en un evento problemático, sobre el cual las diferencias ideológicas se convierten en un pretexto para enaltecer la falta de coordinación política a nivel regional.

Y si de diferencias ideológicas se trata, la intención de sentar una política amazónica se vería socavada, ya que el actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se mostró reacio a fortalecer una coordinación regional en vistas a la preservación del “pulmón del planeta”.

Por lo que, se puede inferir que infortunio de la Cumbre de las Américas tiene origen más bien en la decisión de elección en vez de mantener el carácter genuino de los actores parte de la región. Sin embargo, será una buena ocasión para poner en común el trabajo asumido por la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho. Por otra parte, los actores internacionales estarán observando las señales que Estados Unidos imparta sobre la mesa de la Cumbre, bien por el fortalecimiento de las aspiraciones a establecer una cooperación regional de cara al futuro o bien, si termina por alejar a los países latinoamericanos de los Estados Unidos.

La agenda de la cumbre

El puntapié inicial de la Cumbre fue el día lunes, que tuvo lugar el Foro de la Sociedad Civil de la Cumbre de las Américas. Las voces se alzaron en torno a las denuncias de los retrocesos democráticos y medioambientales. Además, ese mismo día se confirmó que estaban fuera de la lista de invitados los Gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Entre los actores presentes se destaca el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro. “La realización de la novena Cumbre refleja el compromiso de EE.UU. de renovar su alianza hemisférica para abordar la recuperación económica de la región, trabajar conjuntamente para fortalecer respuestas a posibles emergencias de salud y para defender con firmeza y determinación la democracia”, manifestó.

Al momento de inaugurar la IX Cumbre, el presidente Biden prometiendo a los líderes de América Latina que Estados Unidos estaba comprometido a ayudar a la región a combatir el crimen, la corrupción y sus problemas económicos. Además, presentó un plan de apoyo a los socios regionales llamado “Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica (Americas Partnership for Economic Prosperity)”.

Intervino además el Secretario General de la ONU en la Cumbre de las Américas, António Guterres. Afirmó “(en la región americana) vemos países  que siguen lastrados por una mezcla tóxica de desigualdad, pobreza, delincuencia, inseguridad, corrupción y desconfianza”.

Cuando le tocó al presidente argentino Alberto Fernández, tuvo los minutos otorgados tanto como mandatario de la República Argentina, así como en ejercicio de la presidencia pro tempore de la CELAC. Al comienzo de su discurso afirmó “Lamento que no hayamos podido estar presentes todos los que debíamos estar, en este ámbito tan propicio para el debate“.

Asimismo, así como lo hiciera el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, también instó a una reformar de la Organización de Estados Americanos. “La OEA, si quiere ser respetada y volver a ser la plataforma política regional para la cual fue creada, debe ser reestructurada removiendo de inmediato a quienes la conducen

Por último, al momento de mencionar los legítimos derechos que nos caben sobre nuestras Islas Malvinas, el presidente Fernández hizo un alto a su su discurso, dio media vuelta y señaló la omisión geográfica del logo de la Cumbre de las Américas: las Islas Malvinas no estaban incluidas en el mapa que simboliza el continente americano.

De esta manera, lo que la IX Cumbre de las Américas dejó al desvelo es que su retórica resulta insuficiente si se quiere lograr tener un impacto real en temas tan sensibles en la región como la migración más segura, sistemas de salud más sólidos y mayor crecimiento económico. De la oportunidad que significa el encuentro entre líderes se debe procurar establecer un marco en el que se acople tentativamente a una agenda común que afronte con entereza y unidad los desafíos compartidos por toda la región.

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