La reaparición del Estado Islámico (EI) se ha hecho más presente en las últimas semanas, donde sus ataques repetidos contra Irak han ido en aumento.

A finales del mes de enero, el EI llevó a cabo un ataque contra el ejército de Irak en el que murieron 11 soldados. Fue uno de los más mortíferos, localizado en un pueblo cerca de Jalawla. 

Ese mismo día, el grupo también asaltó una prisión en Siria bajo el control de la milicia kurda respaldada por Estados Unidos, con el objetivo de liberar a presos leales al EI.

Este último fue el mayor ataque del grupo desde 2019, ya que murieron al menos 200 presos y militantes, 40 soldados kurdos, 77 guardias y cuatro civiles.

Gran parte del éxito de estos ataques se debe a la  falta de control central en muchas áreas, afirman funcionarios de seguridad, líderes locales y residentes de Irak. 

En repetidas ocasiones, los locales afirman que la policía y el ejército ya no entran a esa zona porque, de hacerlo, los militares les disparan. 

Una situación similar ocurre en Siria, donde los miembros del EI utilizan la controversial situación del país para operar en áreas poco pobladas, donde cuentan con libertad para operar, allanar negocios, planear ataques, etcétera.

Sin embargo, también se culpa a las rivalidades entre grupos armados como otro factor que exacerba los ataques. Además, en algunas partes de Irak donde opera el EI, la principal disputa es entre el gobierno de Bagdad y la región autónoma kurda del norte.

En palabras del comandante del ejército iraquí en la provincia de Salahuddin, Mohammed Jabouri, hay zonas donde ni el ejército iraquí ni las fuerzas kurdas pueden entrar para perseguir a los militantes debido a la falta de acuerdo sobre el control territorial.

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Redacción
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