De no haber existido el error estratégico de recuperar nuestras Malvinas no habríamos reconocido el heroísmo que aun yace en el alma de patriotas contemporáneos. La Patria les demandaba entregar la vida. La noción de Patria, tan manoseada, es hoy un botín partidario, un eslogan para asumir un cargo público.

Competir, ganar, prevalecer, vencer es un mandato que impregna el ADN humano desde el vientre. La ensoñación del poder absoluto, de controlar todo, de “estar bien”, de ir por todo, desde siempre, exigió mecanismos de automorigeración que contrapesen el desenfreno de la desmesura, de la ambición individual absoluta. De eso se trata la ética y la política lo es; reguladora del actuar del mandatario al que pretende inducir a un obrar prudente en el que debe ejercitar la ciencia de sobreponerse al autoritarismo desmedido (y prebendario), su interés particular, así como a la de la inacción vacua. 

La apetencia humana por el poder es ilimitada, así como su posibilidad de corrupción. Aristóteles como padre de los fundamentos sobre los que se construyó el mundo occidental lo advertía hace más de dos milenios. ¿Sigue existiendo?

La Nicaragua del perpetuado Somoza (12 años, en el poder) fue seguida por la del perpetuado Daniel Ortega con 13 años!!!. Los Castro vencieron al dictador Batista solo para “mudar de tiranos, sin destruir la tiranía” (como nos lo recuerda M. Moreno a 210 años de su muerte y el inefable “Tato de América”) y ni hablar de los treinteros: los “eternos” gobernantes Teodoro Nguema (Guinea Ecuatorial): 39 años, Paul Biya (Camerún): 36, Yoweri Museveni (Uganda): 32, Omar al Bashir (Sudán): 28 (conocemos a alguien de Formosa que no es la isla). La lista es realmente bochornosa.

Todo país, todo estado nación supone un ámbito de reglas de juego taxativamente explicitadas en su constitución fundante. La otrora Constitución de 1853 inspirada por Alberdi para el “pueblo «de la Nación Argentina»” fue distorsionada por la de 1994 que beneficiara a la elite política: más cargos para todas y todos, la entronización del “partido político” (inexistente en el texto original) y, por tanto, condenado a perecer tras lograr su cenit a manos de los personalismos, ley de lemas, candidatos testimoniales, chicaneros… y caudillejos (sindicales o territoriales). Remedo de aquellos mismos que asolaron la República y la condujeron a la anarquía del Siglo XIX solo superada por el advenimiento del texto constituyente. La ambición personalista fue admonitoria.

La política se devaluó, ha pasado a ser, pues, una salida laboral bien remunerada.

De “M´hijo el dotor” (de Florencio Sanchez) a hoy, las nobles abuelas, sucesivamente, desearon que sus nietos prosperaran y fueran profesionales (y no meros obreros sin calificación), luego militares, luego abogados y ahora…políticos. La política interpretada como prerrogativa de inmunidad y de impunidad ha sabido despojarse del sayo del servicio al bien común para desconocer la solidaridad que reclama para sus súbditos. Aprendió, con Maquiavelo, que política es forcejeo por el poder mismo y en ese taller de la disputa, el liderazgo que convoca a las masas votantes se obtiene en la identificación de un enemigo…. Desde el Minotauro cretense o el capricho de los dioses que solo los fariseos y brujos de turno interpretaban se creó un Hitler, un Stalin, un Pol Pot. Freud estaría feliz… aunque sin trabajo, si todos los males del paciente se debieran a un único culpable: el enemigo indispensable, aún si no existiese.

En esa personificación del “enemigo”, aquél que encarna el mal supremo, usurpador del bienestar por el cual el político se desvive, sitúa al rico como culpable de los males del pobre y en la mejor prosa marxista-gramsciana, apela al caduco manifiesto para zanjar la ficticia y eterna lucha de la cual se nutre su autoridad. Quiebre que, de no existir, debe inventarse. Logra adeptos a los que convoca periódicamente entrenándolos en la gimnasia insurgente haciéndole creer que ello es el rito iniciático de acceso a esa elite que disfruta prerrogativas como solo la política las concede, pertenecer a “ella” es: exhibicionismo obsceno, derroches, fama, discrecionalidad, aplausos, autos de alta gama, jets privados, hospedaje…y vacunas… es irresistible para un espíritu empobrecido.

Así pues, con esta partitura foránea se esculpe en otras sociedades los componentes de una lucha tan perpetua como inconducente que demanda la “lotta continua” la disrupción permanente, la fractura social, la lucha continua de una “clase combativa” prepotente; condimentada con violencia piquetera (que no es otra cosa que la tercerización del poder estatal baldío) arrancada del estado culposo autopercibido de represor y que no atina a compensar el esfuerzo de los probos ante los desbordes de una minoría violenta acogida como activo por “lo político”… se ofrecen así las condiciones de una guerra interna permanente, civil y subrepticia y el resquebrajamiento social…terminal.

“Lo político”, en la versión de E. Laclau, reclama la “solidaridad” del empresario prejuzgado de explotador y del laburante honrado (contibuyentes) para subyugar a los que se automarginan de una sociedad basada en compromisos, esfuerzo y “mérito” para “ganar el pan con el sudor de su frente” y no el asistencialismo que reprocha el Padre Pedro Opeka desde Madagascar. Solidario es también el “dólar” o la ley social de reactivación productiva que hunde aún más a las PYMES.

La voracidad de un estado macrocefálico que fracasó en 1952, 1959, 1964, 1975, 1982, 1985, 1987, 1989, 2000, 2001, 2002 y 2008 (sin venir más acá) condujo a ese estado elefantiásico que ofreció cargos institucionales por “militancia” en retribución a punteros, ventajistas y seguidores en secretarías, ministerios. direcciones y provincias confinadas al “trabajo esclavo estatal” que conculcan la libre determinación como rehén remunerado y su voto ante la promesa de “bien estar” ofrecida. ¿Qué impulsaba a los seguidores de Trump en su asalto al capitolio estadounidense? ¿Sino la posibilidad de “PERTENECER” y perdurar?

La virtud del político de vocación, impregnado del deber de servir a sus electores se ha visto viciado y vaciado a un mero narcisismo institucional. ¿Qué diría Max Weber ante esta ausencia de compromiso y vocación de servicio? Como dice el ex embajador en Rusia (recientemente removido), Ricardo Lagorio; “Asistimos a un tiempo de desweberización…” el rumbo trazado por los padres fundadores de una Argentina… de una Patria se ve distorsionada por apetencias mezquinas, cortoplacistas y ventajeras en las que no hay virtud, abnegación, altruismo ni valores.

El valor de la República se ve así reducido tanto, como el incrementado éxodo de los abrumados por el desencanto que descubren que el esfuerzo personal…lo vale.

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