En el año 1975, la Organización de las Naciones Unidas designó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, antes conocido como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. El establecimiento de esta fecha posee diversos antecedentes a lo largo de los siglos XIX y XX, hechos poco festivos que llevan a conmemorar este día. 

Las movilizaciones de mujeres por reclamos salariales, mejores condiciones laborales y la erradicación del trabajo infantil comenzaron a finales del 1800. Una de las más destacadas fue la realizada en la ciudad de Nueva York el 8 de marzo de 1857, pero no fue hasta el 25 de marzo de 1911 que, por crueles circunstancias, el reclamo de las mujeres tomó relevancia en la sociedad: un incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist en Nueva York cobró la vida de aproximadamente 146 personas, en su mayoría mujeres trabajadoras. 

Este trágico acontecimiento ejemplificó las nefastas condiciones en las que se mantenían a las trabajadoras, y marcó un antes y un después en la historia. Masivas movilizaciones ocuparon las calles de cada ciudad del mundo luego de lo sucedido, y el reclamo de las mujeres adquirió caracter público e internacional. Tal es así, que el 8 de marzo fue establecido como fecha internacional en conmemoración por los fallecimientos ocurridos en Nueva York y por una de las primeras movilizaciones públicas de mujeres. 

Más de 100 años después, es posible decir que muchos de los objetivos que las mujeres de la época exigían fueron alcanzados, como el acceso a un salario digno, óptimas condiciones de trabajo, la participación en la esfera política y el derecho al voto, el acceso a la formación profesional, entre otras. Sin embargo, las mujeres aún no consiguen obtener el respeto y la representación suficiente en la vida pública que corresponde. 

Naciones Unidas propuso este año el lema ““Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”, en torno al contexto pandémico que perpetúa las desigualdades por las que miles de mujeres han luchado por erradicar. Empero, la participación activa de las mujeres en distintos ámbitos públicos y privados no ha conseguido progresar, y el liderazgo femenino continúa siendo desplazado. 

Según el informe emitido por el Secretario General de Naciones Unidas, las mujeres son jefas de Estado en 22 países, y ocupan sólo el 21% de los cargos ministeriales a nivel mundial. La participación de las mujeres en parlamentos se ha duplicado desde 1995, pero sólo 1 de cada 5 presidentes de parlamentos nacionales es mujer. 

Estas cifras no sólo alarman, sino que surgen como ejemplos palpables de la situación mundial a la que se enfrentan las mujeres. Es necesario que se planteen políticas públicas que respalden la paridad en espacios de poder político, que exista igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, donde el rol de las mujeres no se plasme sólo como un concepto y los organismos estatales e internacionales coordinen óptimamente para que esto se cumpla. 

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Valentina Borghi Ponti
Licenciada en Gobierno y Relaciones Internacionales (UADE), con interés en Medio Oriente, el Mediterráneo y los recursos energéticos

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