El pasado miércoles asumió Joe Biden la presidencia de los Estados Unidos. Pese a los temores debido a la violenta toma del Capitolio por parte de seguidores radicalizados de Donald Trump, no hubo incidentes, y la ceremonia -con escaso público por la pandemia de COVID- pudo llevarse a cabo tal como estaba previsto.
En su primer día en la Casa Blanca, el flamante mandatario firmó 17 órdenes ejecutivas (decretos) para deshacer gran parte de las medidas de Donald Trump, o como el artículo del Financial Times afirma, “para volver a la normalidad”.
Entre estas se destacan: la vuelta de los Estados Unidos al Acuerdo Climático de París y a la Organización Mundial de la Salud; la eliminación de la llamada Muslim Ban, que prohibía a inmigrantes de siete países de mayoría musulmana ingresar al país, el freno a los fondos para la construcción del muro con la frontera de México, y la protección de DACA, el programa que permite a los inmigrantes que llegaron indocumentados como niños obtener la ciudadanía estadounidense.
Asimismo firmó decretos para suspender la construcción del oleoducto Keystone XL, que había generado protestas de ambientalistas y nativos, y para que los nominados a posiciones en su administración firmen un compromiso ético para abstenerse de conflictos de intereses u obstrucciones a la independencia del Departamento de Justicia.
Con respecto al COVID, Biden firmó una orden para imponer el uso de barbijos en todos los edificios federales, así como recomendar fuertemente a los gobiernos estatales a hacer lo mismo en sus respectivas jurisdicciones. Pidió al Congreso que avance con rapidez con un plan de USD 1.9 billones que se suma al aprobado el pasado diciembre. El objetivo de Biden es aumentar la asistencia a pequeños negocios, gobiernos y ciudadanos, pero sobre todo aumentar el fondo para vacunación y testeos. Biden prometió aplicar 100 millones de vacunas en sus primeros 100 días de gobierno, lo cual será complejo por la logística que conlleva.
Las pasadas elecciones del 5 de enero en Georgia le dieron a los demócratas un ajustado control del Senado: la vicepresidenta Kamala Harris deberá desempatar porque la composición partidaria tras esas elecciones quedó en 50 senadores demócratas y 50 republicanos. Esta situación sin dudas beneficia a Biden en el siguiente paso que se espera en las próximas semanas: la confirmación de los miembros del gabinete por parte del Senado.
Los miembros del gabinete requieren, a diferencia de Argentina, la aprobación del Senado, según lo establece la Constitución de los Estados Unidos. Por lo tanto, el Presidente envía el pliego de sus candidatos a la cámara alta, donde usualmente son aprobados velozmente, salvo los más controversiales que tienen un tratamiento más trabajoso y mediático, y en algunas pocas ocasiones, son rechazados por el Senado, aunque normalmente el Presidente los retira antes para no asumir este costo.
Biden ha dado señales hacia la representación de mujeres y minorías nominando a: Janet Yellen, la primera mujer a la Secretaría del Tesoro; Debra Haaland, la primera nativa como Secretaria del Interior, Pete Buttigieg, el primer homosexual como Secretario de Transporte; Lloyd Austin, el primer afroamericano a la Secretaría de Defensa; Katherine Tai, la primera asiática, como Representante de Comercio; Avril Haines, la primera mujer como Directora de Inteligencia Nacional; Miguel Cardona, nominado como Secretario de Educación, y Alejandro Mayorkas, nacido en Cuba, nominado como Secretario de Seguridad Nacional, ambos los primeros latinos en sus puestos.
El caso de Miguel Cardona es interesante, pues tuvo una postura contundente a favor de mantener las escuelas abiertas para la educación pese a la pandemia en su rol de Ministro de Educación del Estado de Connecticut. Al respecto, Biden ha esbozado un plan para reabrir la gran mayoría de las escuelas en sus primeros 100 días de mandato, entendiendo los costos psicológicos y educativos de tener alumnos aprendiendo de forma remota durante mucho tiempo. Pedirá fondos al Congreso para realizar testeos rápidos masivos a profesores y alumnos que brindan resultados en minutos. No obstante, hasta el momento no se sabe si los fondos estarán disponibles, o si la capacidad manufacturera será suficiente para millones de test que se requerirán. Pero con este plan, se pone de relieve la prioridad de la educación presencial para la administración entrante.
Sin embargo, otras voces critican al gabinete en formación por ser una suerte de remake de Obama, con varias caras conocidas volviendo a Washington: Antony Blinken, nominado como Secretario de Estado, que ya había sido entre 2015 y 2017 el número 2 de la misma secretaría; Ronald Klain, quien será Jefe de Gabinete habiendo sido Jefe del gabinete que asesoraba a Biden cuando éste era vicepresidente; y Tom Vilsack en la Secretaría de Agricultura, exactamente el mismo cargo que ejerció durante la presidencia de Obama entre 2009 y 2017.
Se creó una novedosa posición en el gabinete: John Kerry como Enviado Especial para el Clima, con autoridad sobre la política energética del país, poniendo en relieve la primacía de la lucha contra el cambio climático que tendrá su gobierno, en una notable diferencia con la administración Trump. Al respecto, Kerry firmó en 2015 el Acuerdo de París, cuando era Secretario de Estado.
La coalición que llevó a Joe Biden al poder es muy diversa, pero puede dividirse a grandes rasgos entre moderados (como Biden) y progresistas (como Bernie Sanders). De hecho, Sanders había cuestionado el poco peso de su sector en el gabinete afirmando que “los progresistas representan 35% o 40% de la coalición demócrata y se merecen varios puestos en el gabinete, lo cual hasta el momento no ha ocurrido.”
En medio de la pandemia de COVID-19 que recrudeció en el Hemisferio Norte, generó gran expectativa el nombramiento del Secretario de Salud. Finalmente Biden nominó a Xavier Becerra, latino y hasta ahora fiscal general de California. Sus críticos cuestionan su falta de experiencia en el campo de la salud, mientras que sus defensores resaltan su compromiso en ese cargo con el Obamacare, que expandió la cobertura de salud a millones de estadounidenses.
La República Argentina, pese a sus idas y venidas en décadas recientes en la relación con el país del norte, tiene en Estados Unidos a su segundo socio comercial: el Atlas de Complejidad Económica de la Universidad de Harvard nos muestra que 6,64% de las exportaciones y 16,44% de las importaciones.
Biden sin dudas focalizará su atención geopolítica en intentar contener a China y volver a tejer los lazos con los clásicos socios de los Estados Unidos, vínculos muy golpeados durante la administración Trump. Sin embargo, se espera que Biden atienda las relaciones con América Latina, siendo el presidente moderno que más ha viajado a nuestra región.
Los funcionarios del mandatario electo han hecho visibles que no procederán a una apertura total de las fronteras, sino que buscarán preservar la seguridad del país al mismo tiempo que promoverán más solicitudes de asilo y ciudadanía aprobadas. Además, planean destinar USD 4 billones en ayuda contra la pobreza y el crimen a países latinoamericanos que cumplan con determinados estándares legales.
Uno de los asuntos más complejos que enfrenta Argentina en este momento es la renegociación de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Es sabida la influencia del Tesoro norteamericano en el FMI. No sólo por el peso que tiene EEUU en el directorio del organismo (17,44% del total) sino por el poderío informal de ese país en el FMI. Por ello, el papel de la elegida por Biden para dirigir el Departamento del Tesoro, Janet Yellen, será clave.
Por este motivo, el gobierno nacional apuesta a que la llegada de Biden a la Casa Blanca facilite un entendimiento entre las partes. De hecho, el embajador argentino en Estados Unidos, Jorge Arguello, en una reciente entrevista confió en esto y además adelantó que trabajará para un encuentro bilateral entre Biden y Alberto Fernández en los próximos meses. Teniendo en cuenta que ambos gobiernos comparten la preocupación por el cambio climático y el rol del diálogo y la integración multilateral, entre otros temas.
Sin embargo, recientes medidas adoptadas por el gobierno argentino, sumada a la desconfianza y a la compleja crisis económica nacional y mundial, hacen más difícil la situación. A esto se suma el tema Venezuela,que seguramente sobrevolará las conversaciones al respecto. La posición del gobierno argentino, que se niega a calificar al régimen de Nicolás Maduro como dictatorial y hace silencio sobre los abusos de derechos humanos en el país caribeño, contrasta con la posición de la administración Biden: el futuro secretario de Estado, Antony Blinken, calificó a Maduro como “brutal dictador” y de hecho Biden invitó al embajador de Juan Guaidó a su ceremonia de toma del poder.
El tiempo dirá qué ocurre.
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