La calma de la mañana del 27 de septiembre fue sacudida a nivel internacional por el comienzo de las hostilidades entre Armenia y Azerbaiyán, ambos Estados localizados en el Cáucaso. A pesar de la sorpresa inicial por el abrupto inicio del conflicto, los actuales combates que se están librando en la región conocida como Nagorno Karabaj tienen raíces antiguas. Ambos países, ex Repúblicas Soviéticas, mantienen reclamaciones territoriales sobre la zona y no es la primera vez que emplean la violencia para hacer valer su posición.

Más allá de la cuestión étnico-religiosa presente entre armenios, cristianos ortodoxos, y azeríes, de mayoría musulmán chiitas, la disputa tiene origines políticos y territoriales que se trazan hasta la independencia de ambos países del Imperio Ruso. La cuestión inició en los años 1918 y 1920 con el fracaso de la Federación República Democrática Federal de Transcaucasia, que fuera creada por unión y secesión de Armenia, Georgia y Azerbaiyán durante la Guerra Civil Rusa. Las tensiones étnicas y territoriales desgarraron a la joven Federación que tuvo una efímera vida de cinco semanas.

Cada una de estas naciones formo su propio Estado independiente, seguida por una guerra entre Armenios y Azeríes. Aquí se halla la primera reclamación moderna de autonomía de la región de Karabaj, donde los armenios cristianos de la zona buscaron sin éxito proclamarse en república independiente. El final de la Primera Guerra Mundial trajo en el repliegue definitivo de los Otomanos de la zona dando comienzo a la intervención británica a fin de estabilizar la región. No obstante, una joven URSS intervino en el Cáucaso sin esperar a las resoluciones surgidas de la Conferencia de Paris 1919. Los territorios serían organizados e integrados por medio de la creación de tres Repúblicas.

Durante la organización, las autoridades soviéticas, supervisadas por Stalin (nombrado Comisario del Pueblo para las Nacionalidades) votaron favorablemente para que los altos de Karabaj estuvieran bajo la autoridad de Armenia. No obstante, una serie de sucesos complicaron las relaciones entre Moscú y Armenia, que, sumado a las protestas azeríes, provocaron la revisión de la decisión previa incorporando a la región bajo la autoridad de la RSS de Azerbaiyán en 1923. Sin embargo, la cuestión de los Altos de Karabaj se mantendría latente hasta volver a estallar con fuerza durante la década de 1980.

En los años 80´, con la elección de Mijail Gorbachov al frente de la URSS, la cuestión nacionalista volvió a cobrar fuerza hacia el interior de las repúblicas soviéticas por medio de diversas manifestaciones en la zona, afectando a la mayoría armenia y a la minoría azerí. Uno de los argumentos esgrimidos por los Movimientos Autonomistas fue el proceso de “azerificación” llevado adelante en Karabaj por el Partido Comunista de Azerbaiyán, a la par que la población armenia disminuía.

Con este contexto, el Movimiento Autonomista cobró fuerza en Karabaj, amparándose en la autodeterminación de los pueblos con el objetivo de subsanar el error de 1921, cuando la región quedó bajo control de Azerbaiyán. Gorbachov, que veía el peligro de realizar cambios territoriales dentro de las repúblicas, se opuso a estas reivindicaciones. Por su parte, Azerbaiyán, apoyando al Premier, no cedería una importante parte de su territorio. El conflicto parecía intensificarse aún más. La violencia hacia las respectivas minorías en ambos países aumentaba, provocando la intervención del Ejército Soviético en 1990 que provocó el desplazamiento de poblaciones enteras de armenios y azeríes. Las cifras indican que 400 mil armenios dejaron Azerbaiyán, mientras que 170 mil azeríes hicieron los mismo en Armenia. La desintegración de la Unión Soviética aceleró el proceso que comenzó a militarizarse para la primavera de 1991. Uno de los últimos intentos de Gorbachov para intervenir en la zona fue la denominada Operación Anillo, apoyada por las autoridades azeríes, con la cual desarmar a la Milicia Armenia del Alto Karabaj, que se aprovisionada de los vastos depósitos de armamentos localizados en la región. Una cuestión importante fue que los Soviéticos contemplaron una posible invasión de Armenia por parte de la OTAN a través de Turquía en el marco de la Guerra Fría, por lo cual la región fue preparada como un teatro de operaciones con vastos arsenales para alistar tres divisiones del Ejército Rojo.

Tras el fallido Golpe de Estado de agosto de 1991, la desintegración de la URSS siguió su curso. Tanto Armenia como Azerbaiyán declararon su independencia. La primera el 21 de septiembre, mientras que la segunda el 18 de octubre del mismo año. La desaparición como Estado de la URSS el 31 de diciembre quito del medio el único obstáculo que evitaba una confrontación armada entre ambos países como Estados Independientes. Si bien las milicias armenias y azeríes mantuvieron una serie de combates y escaramuzas desde el año 1988, la guerra total comenzaría a partir de los sucesos de finales de 1991.

Durante el mes de septiembre, la población armenia de Nagorno Karabaj voto a favor de secesión de Azerbaiyán. La respuesta del Parlamente azerí fue quitar la autonomía de la región provocando automáticamente la declaración de independencia por parte de los armenios de Nagorno. Por su parte la República de Armenia negó cualquier participación en este hecho. La Masacre de Xocali contribuyó a profundizar el conflicto a pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional de evitarlo. En la misma perecerían 613 civiles azeríes que escapaban de la ciudad Xocali a manos de militares armenios, según Human Wach Rights.

A partir de estos sucesos la guerra entre ambos países se intensifico por los próximos dos años, en una sucesión de ofensivas y contraofensivas entre los dos bandos. Durante 1992 y 1994 la escasez de víveres, alimentos, tuvo su impacto en las comunidades. Por si no fuera suficiente, los inviernos de los años 92´y 93´fueron extremadamente duros. Luego de 6 años de conflicto, con crisis políticas y exhaustos militarmente, el 16 de mayo de 1994, en Moscú, los líderes de Armenia, Azerbaiyán, los Altos de Karabaj, y Rusia, se reunieron con el objetivo de alcanzar un alto al fuego. Las bajas entre ambos bandos sumaron los 35 mil caídos, con más de 1 millón de refugiados.

Al día de la fecha la región de los Altos de Karabaj es controlada por la República de Artsaj, con capital en la ciudad de Stepanaket, sin ser reconocida por la comunidad internacional. Producto de la victoria militar, Armenia controla una porción importante de territorio azerí localizada en el sudoeste de país, alrededor de Karabaj. Desde entonces las propuestas de paz han naufragado en la intransigencia de ambos países, que amenazaron con reanudar hostilidades a lo largo de más de 25 años con episodios esporádicos de violencia y escaramuzas, como las sucedidas en abril de 2016.

La situación de alianzas también juega su papel. Azerbaiyán ha contado con el histórico apoyo de Turquía, manifestado a través de su presidente Erdogan, país con que mantiene lazos étnicos son socios estratégicos. Otros países musulmanes como Pakistán han manifestado su apoyo, acusando a Armenia de ser el instigador en las hostilidades.

Por su parte, Armenia ha contado con el apoyo de la Federación Rusa a través de Unión Económica Euroasiática, y por medio de la alianza militar denominada Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC). Sin embargo, la relación entre ambos se ha enfriado a raíz de la Revolución de Terciopelo en 2018, que deposito en el poder al Primer Ministro, Nikol Pashinyan.

Otra cuestión para tener en cuenta, la tensa relación que el país mantiene con Turquía a raíz del Genocidio Armenio, que trajo la expulsión de ese pueblo de la Anatolia Oriental con la muerte de un millón de armenios. Al día de la fecha Turquía alega que el Genocidio no fue un plan sistemático de exterminio, sino que se debió a luchas interétnicas, enfermedades y hambruna producidas durante la Primera Guerra Mundial.

El inicio de hostilidades del pasado domingo, 27 de septiembre, abre un nuevo capítulo del conflicto entre armenios y azeríes que lleva un siglo de duración sin alcanzar una solución que no sea la vía militar.

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