Desde abril de 2023, Sudán es epicentro de un conflicto armado entre el Ejército de Sudán y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). La guerra entre estas fuerzas que se disputan el control del país ha dejado hasta el momento un saldo de más de 40.000 muertos, según la ONU, aunque se estima que la cifra real es mucho mayor, y más de 14 millones de civiles desplazados.

A inicios del mes de diciembre, comenzaron a sucederse diversos ataques con drones en la región de Kordofán, los cuales fueron recientemente en ascenso desde que las FAR tomaron el control de El Fasher, último bastión del ejército en la región central de Darfur. En este contexto, más de 100 civiles murieron y el centro de Sudán se vio afectado luego de la caída de una base militar en Babnusa en manos de las FAR. Este hecho produjo que decenas de miles de personas tuvieran que desplazarse, además de haberse visto afectadas diversas instalaciones sanitarias.
“Expreso mi profunda preocupación por la intensificación de las hostilidades y advierto que atacar instalaciones médicas constituye una grave violación del derecho internacional humanitario”, sentenció el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Volker Turk.
Todos estos ataques perjudicaron misiones de paz internacionales; seis cascos azules de la ONU murieron ante el impacto de un dron en su base en Kadugli, en la región central de Kordofán, el 13 de diciembre. En adhesión, ocho cascos azules fueron heridos. Todas estas víctimas fueron identificadas como ciudadanos bangladesíes.
António Guterres, Secretario General de la ONU, condenó el incidente, declarando que los “ataques contra el personal de mantenimiento de la paz podrían considerarse crímenes de guerra según el derecho internacional”. Además, solicitó que los responsables del injustificable ataque rindan cuentas.
La ofensiva “deja ver claramente el enfoque subversivo de la milicia rebelde y de quienes están detrás de ella”, declaró el Ejército sudanés.

Actualmente, Kordofán es afectada por una fuerte crisis humanitaria, donde los casos de cólera e infecciones de fiebre hemorrágica van en aumento, frente a un panorama en el que el 30% de las instalaciones sanitarias no funcionan por el conflicto. Asimismo, se estima que más de 40.000 personas han abandonado la región y otros miles se encuentran atrapadas en ciudades asediadas y sin acceso a ayuda humanitaria.
En Sudán, la guerra produce una continua devastación de áreas urbanas y provoca violaciones masivas de derechos humanos y asesinatos por motivos étnicos que, según la ONU y grupos defensores de derechos, constituyen crímenes de guerra y de lesa humanidad.
Guterres solicitó un alto el fuego inmediato en Sudán para posibilitar “un proceso político integral e inclusivo”, con el fin de resolver el conflicto en el país del noreste de África.
Frente a este escenario, se ha documentado un avance en los esfuerzos diplomáticos internacionales. Esto se ve reflejado en la disposición del comandante de las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) a cooperar con el presidente de Estados Unidos con el objetivo de alcanzar una paz duradera.El país sudanés se encuentra, hace casi tres años, en un contexto de lucha armada entre facciones militares y de violencia generalizada, la cual ha posibilitado miles de ejecuciones de civiles, violaciones y agresiones sexuales, entre otras atrocidades. Dada esta coyuntura, Sudán ha alcanzado el estatus de país con mayor crisis humanitaria del mundo, así como también presenta una grave situación de hambruna y, aunque los esfuerzos diplomáticos por alcanzar una paz real en la región crecen, aún no existen indicios que demuestren una pronta solución al conflicto.
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