- Ya se adjudicaron los primeros contratos para diseñar prototipos para el “domo dorado” el escudo antimisiles que Donald Trump quiere construir sobre Estados Unidos.
- Sin embargo, dificultades técnicas del diseño aumentan el escepticismo de la comunidad científica, que cuestiona su viabilidad.
- Aunque el presidente republicano quiere testearlo en 2028, la Sociedad Americana de Físicos estima que recién en 2030 podría lograrse técnicamente.
El proyecto de “domo dorado” que planteó Donald Trump para generar un escudo antimisiles sobre Estados Unidos avanza en secreto. Sin embargo, mientras se entregan los primeros contratos para avanzar en prototipos, la iniciativa está atravesada por múltiples desafíos físicos, que siembran dudas en expertos sobre su viabilidad.

La propuesta tiene un presupuesto asignado de U$D 175 mil millones, y está bajo la órbita de la Fuerza Espacial del ejército estadounidense, en la que está apuntado el general Michael Guetlein, que a fines de noviembre adjudicó la primera media docena de contratos para la configuración de prototipos en defensa de misiles.
Sin embargo, como informan desde el servicio de investigación del Congreso de los Estados Unidos, la oficina de presupuesto de este organismo estimó el costo de un sistema de intercepción de misiles asentado en la atmósfera en U$D 500 mil millones. “Históricamente”, recuerdan, “los sistemas de defensa de misiles han excedido los presupuestos iniciados, así como las líneas de tiempo” para su despliegue.
Pero la posibilidad de una escalada astronómica en el costo del “domo dorado”, que Trump quiere poder someter a pruebas en 2028, es uno de los escollos más salvables del desarrollo, que conlleva una serie de complicaciones técnicas que han aumentado el escepticismo de la comunidad científica acerca de alguna vez verlo funcionar.
Los desafíos del “Domo Dorado”
La posibilidad de un sistema omnisciente que sea capaz de detectar amenazas en todas partes del mundo e interceptarlas es un sueño para la defensa nacional, pero distintas voces sostienen que podría no ser más que eso.

Aunque los misiles balísticos intercontinentales pueden rastrearse y su recorrido predecirse con relativa facilidad, la situación se complica cuando se toman en cuenta misiles de crucero y misiles hipersónicos. Los misiles de crucero, por ejemplo, pueden tomar direcciones impredecibles e incluso merodear objetivos, mientras que los misiles hipersónicos tienen una velocidad y flexibilidad para maniobrar que los hace difíciles de identificar, rastrear e interceptar.
Por lo tanto, el “Domo Dorado” debería contar una importante infraestructura de detección anclada en el espacio, con satélites que puedan detectar y rastrear lanzamientos de cualquier lugar del mundo. Sin embargo, los satélites no pueden florar en un solo lugar, por lo que el movimiento de los satélites y la Tierra misma afectaría la vigilancia.
Entre los científicos que señalaron estas flaquezas estructurales está Laura Grego, astrofísica y directora general de Investigación en el Programa de Seguridad Global en la Unión de Científicos Preocupados, una ONG formada por profesionales del MIT en 1969.

“Un sistema orbital sería complejo, costoso y finalmente vulnerable para contraatacar”, aseguró Grego, quien calificó a la resolución de Trump como “fantasía”, a la vez que reforzó el concepto de que “las defensas antimisiles no son útiles para la estrategia a largo plazo y defender a los Estados Unidos de armas nucleares”.
Coincide con su visión un reporte de la Sociedad Americana de Físicos, que este año analizó sistemas ya existentes como el Sistema de Defensa de Medio Curso basado en Tierra (GMD), el único sistema existente destinado a contrarrestar los misiles balísticos intercontinentales norcoreanos, y el sistema de defensa contra misiles balísticos Aegis (BMD), partes importantes de la estrategia anti-misiles ya existente de Estados Unidos.
“Luego de analizar cuidadosamente la tecnología y el registro de pruebas del sistema GMD, el reporte concluye que su falta de confianza y vulnerabilidad a contramedidas limitan seriamente sus efectos”, analiza el reporte. “Debido a la dificultad de corregir estas deficiencias de una manera rápida o de una forma rentable, el reporte concluye que dentro de una ventana estimada de 15 años, no puede esperarse que el GMD provea una defensa robusta o confiable contra algo más que un ataque simple efectuado por un pequeño número de misiles relativamente poco sofisticados”.
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