Reino Unido y Noruega sellaron un acuerdo de defensa que prevé patrullas navales conjuntas en el Atlántico Norte para proteger cables submarinos, gasoductos y otras infraestructuras críticas, al tiempo que aumentan la caza de submarinos rusos en la región. El pacto se formalizó en Londres y se apoya en un paquete de compra de fragatas por parte de Oslo valuado en 10.000 millones de libras.

Según el anuncio oficial, una flota combinada de al menos 13 buques de guerra británicos y noruegos operará de manera integrada sobre el flanco norte de la OTAN, con el objetivo explícito de rastrear y disuadir submarinos rusos, proteger cables de comunicaciones y energía, y vigilar gasoductos y otras infraestructuras subacuáticas sensibles. Las nuevas fragatas noruegas —de fabricación británica— se desplegarán junto a ocho buques de la Royal Navy en las aguas entre Groenlandia, Islandia y Reino Unido, uno de los corredores estratégicos para el tráfico marítimo, la energía y el despliegue de refuerzos de la OTAN en caso de crisis.
Infraestructura crítica y guerra en el fondo del mar
Londres justificó el refuerzo señalando un incremento del 30% en la actividad de buques rusos en las cercanías de aguas británicas durante los últimos dos años, incluyendo el paso del buque espía Yantar, acusado de hostigar con láser a aeronaves de vigilancia aliadas. Por ende, el acuerdo se inscribe en la creciente preocupación europea por la vulnerabilidad de la infraestructura submarina tras los ataques al Nord Stream en 2022 y varios incidentes recientes con cables y gasoductos en el Báltico y el Atlántico Norte.

En concreto, el pacto prevé patrullas coordinadas para detectar, seguir y, llegado el caso, disuadir a submarinos o buques sospechados de actividades de sabotaje. Asimismo, promueve el intercambio reforzado de inteligencia sobre patrones de navegación, capacidades submarinas rusas y posibles amenazas a cables de datos y líneas de energía, sumado a la cooperación en nuevas capacidades.
El acuerdo, conocido como Lunna House en referencia a una antigua base de la resistencia noruega en la Segunda Guerra Mundial, va más allá del despliegue de fragatas El mensaje político es claro: Londres y Oslo buscan convertir el Atlántico Norte en una zona de vigilancia continua frente a los intentos rusos de operar “en la sombra” sobre el lecho marino y las líneas de comunicación submarinas. Por ello, ambos países liderarán proyectos OTAN para incorporar sistemas autónomos (drones navales y submarinos) a las misiones en el Alto Norte, mientras que las Fuerzas Armadas del Reino Unido seguirán entrenándose en Noruega para operaciones en clima ártico y subártico.
Un mensaje hacia Moscú… y hacia la OTAN
Tanto el primer ministro británico Keir Starmer como el gobierno noruego enmarcaron el anuncio en el contexto de “una nueva era de amenazas” y el aumento de la actividad militar rusa en el Atlántico Norte y el Ártico. El despliegue conjunto refuerza el flanco norte de la OTAN frente a submarinos, buques espía y posibles ataques híbridos contra infraestructura; busca elevar el costo de cualquier operación encubierta rusa contra cables y gasoductos; y envía la señal de que los aliados europeos están dispuestos a asumir un rol más activo en la seguridad marítima regional, sin esperar únicamente a la Marina estadounidense.
En un momento en el que la guerra en Ucrania se combina con una competencia cada vez más intensa en el Ártico y el Atlántico Norte, la coordinación naval británico-noruega apunta a convertir el espacio marítimo en uno mucho más vigilado y disputado.
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