El ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, aseguró que Teherán no está enriqueciendo uranio en ninguna de sus instalaciones, meses después de los ataques realizados por Israel y Estados Unidos contra los centros nucleares de Fordo, Isfahán y Natanz durante la guerra de junio. El funcionario dijo que la actividad se encuentra detenida debido a los daños sufridos y enfatizó que todas las instalaciones permanecen bajo supervisión del OIEA, en un intento de mostrar que Irán mantiene canales abiertos para una eventual negociación.

Araghchi afirmó que “no existe enriquecimiento no declarado” y que las plantas atacadas siguen bajo salvaguardias internacionales. Sin embargo, dejó claro que la pausa no implica un cambio doctrinario: sostuvo que Irán mantiene su derecho a enriquecer uranio para fines pacíficos, y que ese derecho “es innegociable”. Según el canciller, Teherán retomará la actividad cuando lo considere técnicamente posible y cuando las condiciones de seguridad lo permitan, en un contexto marcado por amenazas de nuevos ataques.
El jefe de la Organización de Energía Atómica iraní, Mohammad Eslami, también presente en el encuentro, afirmó que el país ha sido “advertido” sobre cualquier intento de acceder a los sitios dañados. Imágenes satelitales analizadas en los últimos meses muestran ausencia de obras mayores en las instalaciones afectadas, mientras funcionarios iraníes sostienen que la situación de seguridad sigue siendo frágil. “Cada día recibimos nuevas amenazas”, señaló Eslami ante participantes del foro en Teherán.
El programa nuclear iraní
Previo a los ataques de junio, Irán había enriquecido uranio hasta un 60 % de pureza, un nivel técnicamente cercano al grado militar. La actividad se intensificó después de la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear de 2015 en 2018, durante la administración de Donald Trump. Aunque Teherán insiste en que su programa es exclusivamente civil, el OIEA y gobiernos occidentales sostienen que Irán mantuvo trabajos relacionados con armas nucleares hasta 2003 y que su actual nivel de transparencia es insuficiente.

El escenario diplomático también se complicó. A mediados de septiembre, países europeos impulsaron la reimposición de sanciones de Naciones Unidas sobre Irán por la falta de cooperación con el OIEA. El organismo internacional debatirá esta semana un nuevo voto de censura, luego de meses sin acceso completo a información sobre el inventario de uranio enriquecido. Araghchi afirmó que Irán aceptaría conversaciones solo si Washington presenta “demandas justas” y abandona lo que describió como posiciones “maximalistas”.
El ministro agregó que las autoridades estadounidenses buscan imponer condiciones unilaterales que bloquean cualquier progreso. “No vemos posibilidad de diálogo bajo estas exigencias”, dijo, aunque evitó cerrar la puerta a futuras negociaciones. La delegación de la AP y otros medios internacionales recibió visas especiales de tres días para cubrir el evento, parte del intento iraní de reforzar su postura ante audiencias extranjeras.
Irán enfrenta este debate nuclear en un momento de vulnerabilidad interna. El país atraviesa presiones económicas y tensiones sociales, mientras el gobierno analiza decisiones sensibles como el aumento del precio de los combustibles subsidiados o la aplicación de leyes de vestimenta que en el pasado derivaron en protestas masivas. La destrucción de sus defensas antiaéreas durante el conflicto de junio dejó además interrogantes abiertos sobre su capacidad de disuasión frente a eventuales nuevos ataques.
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