La pérdida generalizada que es la guerra se expresa en el este de Europa, donde Rusia y Ucrania intercambian golpes en infraestructura energética que dejan a miles de personas sin electricidad y profundizan el desastre social de un conflicto que ya está cerca de cumplir cuatro años.
Este tipo de ataques adquieren una lógica perversa en esta época del año, cuando el otoño se despliega sobre el hemisferio norte y la destrucción de usinas y otros sitios asociados a la red eléctrica ensombrecen las perspectivas de la población para pasar el invierno. Uno de los aspectos psicológicos de estos bombardeos, que buscan minar el apoyo social del enemigo al conflicto.
El 22 de octubre, una serie de bombardeos rusos con misiles y drones sobre la capital de Ucrania, Kiev, y Járkov, la segunda ciudad más poblada, alcanzaron objetivos civiles como un jardín de infantes, pero también estuvieron enfocados en infraestructura energética. Así lo confirmó el ministro de Asuntos Exteriores Andrii Sybiha: “En lugar de diplomacia y negociaciones de paz, Rusia continúa con sus brutales ataques contra Ucrania. La infraestructura energética y los hogares comunes de todo nuestro país han sido atacados durante la noche. Al menos seis personas han muerto, incluida una joven madre con sus dos hijos pequeños. Una serie de instalaciones energéticas han resultado dañadas, dejando a las comunidades sin electricidad, calefacción ni agua”.

La retaliación llegó esta misma semana con un bombardeo de drones sobre Belgorod, centro administrativo cercano a la frontera con Ucrania, a la altura de Járkov, que también es un centro logístico para tropas, artillería y drones rusos. Allí los ataques en infraestructura energética causaron numerosos apagones y un estado de emergencia nacional. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, lo puso expresamente como una devolución de los ataques de inicios de la semana: “Tienen que entender. Si nos dejan sin electricidad, vamos a hacer lo mismo”.
Esta semana es apenas una muestra de lo que ocurre entre los enemigos mientras se acerca el invierno. Rusia conduce bombardeos casi diarios de drones y misiles contra Ucrania, mientras que la BBC reporta que solo en septiembre se registraron 4000 drones ucranianos en la región de Belgorod, comparados con 1100 en enero de este año.

Los bombardeos aumentan mientras la diplomacia retrocede
La posibilidad de una paz diplomática en la guerra de Ucrania parece estancarse en las visiones que ambos lados tienen para el fin del conflicto y la dificultad con la que Estados Unidos navega entre ambas posiciones.
Rusia volvió a plantear sus condiciones para alcanzar un acuerdo de paz en Ucrania mediante un “non-paper” diplomático enviado a Estados Unidos durante el fin de semana, según reveló Reuters. El documento informal —una práctica habitual en la diplomacia cuando se busca transmitir posiciones sin dejar constancia oficial— reafirma la exigencia rusa de controlar la totalidad del Donbás, la zona oriental de Ucrania que se encuentra en conflicto civil con facciones prorrusas desde 2014. Este pedido se contrapone con la postura ucraniana, por el momento respaldada por el presidente estadounidense Donald Trump, de trazar la nueva frontera con la línea del frente de batalla. Este jueves, Estados Unidos impuso sanciones a las dos mayores refinerías de Rusia, Rosneft y Lukoil, en un nuevo golpe destinado a debilitar la maquinaria con que Rusia financia buena parte de su esfuerzo de guerra.

La relación entre los dos jefes de estado ruso y estadounidenses, al menos a ojos del público, traza un camino con altos y bajos frenéticos. Luego de validar internacionalmente a Putin en la cumbre realizada en Anchorage, Alaska, Trump pasó de afirmar que el país euroasiático tenía “todas las cartas” para definir el futuro del conflicto a calificar a Rusia como “un tigre de papel”, que podía ser derrotado por Ucrania, país al que finalmente le negó los misiles Tomahawk que le permitirían atacar objetivos estratégicos en el interior del territorio enemigo.
Para sumar más complejidad al asunto, el mandatario norteamericano dijo que tomó esta decisión a partir de una llamada telefónica con Putin. “De hecho, le pregunté: ‘¿Les importaría si les doy un par de miles de misiles Tomahawk a su oposición?’. Se lo dije. Se lo dije precisamente así. No le gustó la idea”, declaró Trump en un breve intercambio con la prensa en la Casa Blanca.
Luego de negar los misiles Tomahawk a Ucrania por pedido de Putin, todo parecía encaminado para que los dos líderes se reunieran cara a cara. Sin embargo, la evidente diferencia de criterios respecto a la manera para terminar la guerra diluyó esas expectativas y volvió a sumergir al conflicto en la estrategia de los bombardeos masivos, lo que aleja las posibilidades de paz en el corto plazo.












