La posible entrega de misiles Tomahawk por parte de Estados Unidos a Ucrania marcaría un punto de inflexión en el conflicto con Rusia. Estos proyectiles de crucero, con un alcance superior a 1.500 kilómetros, ampliarían drásticamente la capacidad de ataque ucraniana sobre objetivos estratégicos en territorio enemigo. Analistas occidentales advierten que la incorporación de los Tomahawk podría poner más de 3.500 instalaciones militares rusas al alcance de Kiev, obligando a Moscú a revisar sus doctrinas defensivas y su despliegue en las zonas de retaguardia.
Tomahawk, el nuevo hito del conflicto en Europa del Este
La eventual transferencia de misiles Tomahawk a Ucrania representaría un cambio estratégico sin precedentes en el teatro de operaciones. Se trata de un armamento diseñado para ataques de precisión a larga distancia, capaz de recibir información satelital en tiempo real y redirigir su trayectoria durante el vuelo. Este nivel de flexibilidad permitiría a las fuerzas ucranianas alcanzar objetivos en profundidad, desde centros logísticos hasta instalaciones de mando ruso, alterando el equilibrio operativo actual.

Sin embargo, su impacto real dependerá de variables clave como la densidad de los sistemas antiaéreos rusos, la eficacia de la guerra electrónica y las condiciones del terreno. A pesar de su precisión, los Tomahawk son misiles subsónicos, lo que los hace vulnerables frente a radares avanzados y aeronaves de alerta temprana. Pese a ello, incluso un número limitado de estas armas supondría un giro en la dinámica del conflicto, forzando a Moscú a dispersar sus activos y reconsiderar su postura estratégica.
El Kremlin responde al posible envío de Tomahawks
El Kremlin reaccionó con dureza ante la posibilidad de que Washington entregue misiles Tomahawk a Ucrania, advirtiendo que tal decisión representaría “una seria escalada” en el conflicto. El portavoz Dmitri Peskov recordó que estos misiles pueden portar ojivas nucleares, lo que, según la óptica de Moscú, introduce un nuevo nivel de riesgo estratégico en el enfrentamiento. Si bien afirmó que su eventual uso no alteraría de forma inmediata la situación en el frente, sostuvo que sí agravaría las tensiones bilaterales entre Rusia y Estados Unidos, además de abrir una nueva etapa de escalada.

Las declaraciones de Peskov siguieron al anuncio del presidente Donald Trump, quien confirmó su decisión de suministrar misiles a Kiev, aunque aclaró que aún mantiene “preguntas abiertas” con las autoridades ucranianas para evitar una intensificación del conflicto. Desde el Kremlin, se insistió en que el empleo de los Tomahawk por parte de Ucrania sería imposible sin la participación directa de personal militar estadounidense, una acusación que refuerza la narrativa rusa de intervención occidental en el conflicto. Para Moscú, este paso no solo redefine los límites del campo de batalla, sino también los del enfrentamiento diplomático con Washington.
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