China está posicionando su Fuerza Aérea hacia un combate potencial con Estados Unidos en el Pacífico con una estrategia integral que va más allá del dogfight clásico. En este escenario, los cazas J-20A de quinta generación jugarán un papel clave como vectores de misiles de largo alcance y como nodos de mando integrados en redes de sensores. Durante un enfrentamiento, estos aparatos atacarían los llamados “facilitadores” —aviones cisterna, AWACS y aeronaves de control— para debilitar la proyección estadounidense más allá del combate directo con cazas.

En este sentido, especialistas del medio The National Interest, explican que el diseño operacional del J-20A apuntan a operar fuera del alcance visual (BVR, beyond visual range) y utilizar la burbuja defensiva A2/AD de China para negar el acceso del enemigo. Bajo esa lógica, los jets chinos evadirían la confrontación frontal y se ubicarían estratégicamente para golpear la cadena logística y de control de EE. UU.
Esto obligaría a los cazas estadounidenses a asumir posturas defensivas, algo que la doctrina de operaciones expedicionarias no favorece.
En paralelo con la ofensiva aérea, China emplearía medidas de disrupción espacial y cibernética: atacar constelaciones satelitales sensibles estadounidenses, interferir comunicaciones y operar en el espectro electromagnético. Esa combinación blindaría sus plataformas y dificultaría la respuesta norteamericana incluso antes del intercambio aéreo. Al superponer esta capacidad con su red A2/AD en el mar del sur de China, China busca cortar líneas de aproximación y aislar fuerzas extranjeras.

Desafíos que enfrenta China a un eventual enfrentamiento con Estados Unidos
El gigante asiático también confía en su ventaja logística. Con motores nacionales y escalabilidad en producción, Pekín acelera la fabricación de J-20: se calcula que más de 200 unidades ya están en servicio, y los planes prevén un número muy superior. China también emplea versiones biplaza (J-20S) para funciones de mando y aerotransporte de drones, mejorando la coordinación entre cazas, sensores y plataformas auxiliares.
No obstante, los J-20 no son invulnerables. Las exigencias de mantenimiento, las redes terrestres y la novedad del software pueden ser blancos para contramedidas avanzadas estadounidenses, incluyendo armas hipersónicas, guerra electrónica y misiles de largo alcance. En un conflicto prolongado, la diferencia podría recaer en la capacidad de neutralizar esas debilidades. De hecho, analistas prevén que el resultado dependerá de quién logre desactivar las ventajas secundarias del otro.
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