En una guerra donde el control del espacio aéreo ha demostrado ser central, Trump finalmente destrabó esta semana el envío de más sistemas de defensa Patriot para una Ucrania que se está fuertemente presionada por los avances rusos en el este.
Pero con una condición: a diferencia de los equipos militares enviados anteriormente, esta vez será Europa quien deberá pagarlos.
“Básicamente vamos a enviarles varias piezas de equipamiento militar muy sofisticado. Van a pagarnos el 100% por ello, y así es como lo queremos”, dijo Trump en una conferencia de prensa tras su encuentro con Mark Rutte, secretario general de la OTAN.
Al mismo tiempo, y a manera de aparente compensación frente a una medida que parece enfrentarlo con su “amigo” Putin, Trump también anunció que otorgaba a Rusia una ventana de 50 días para alcanzar la paz con Ucrania antes de ser blanco de sanciones de Estados Unidos.

Lejos de una amenaza, los 50 días parecen un regalo que permitirá a Rusia presionar en su avance en torno a las localidades ucranianas de Pokrovsk, Kostyantynivka y Kupiansk, en el este, e incluso le permitiría lanzar la anticipada ofensiva de verano que permitiría consolidar la iniciativa que viene demostrando desde hace tiempo en el frente.
Trump, que prometió en campaña terminar la guerra en Ucrania en 24 meses, continúa con una arriesgada política de castigos y premios para ambos bandos en un intento de acercarlos a un mesa de negociaciones en la que, a la fecha, las posiciones básicas de las partes siguen siendo imposibles de conciliar.
Pero volvamos a los Patriot.
El año pasado el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, dijo que su país necesitaba 25 de estos sistemas de defensa aérea para proteger el espacio aéreo ucraniano de los crecientes ataques rusos con misiles balísticos, bombas planeadoras y drones, entre otros sistemas, que golpean casi a diario a las ciudades del país.
No está claro cuántos Patriot hay ahora desplegados en Ucrania, pero se estima que cuando lleguen los 17 prometidos ahora por Trump, esa cuota habrá quedado al menos parcialmente cubierta.
Los sistemas Patriot están entre los más avanzados del mundo, han demostrado ser efectivos en Ucrania y están en alta demanda entre todos los aliados de Estados Unidos, por lo que se trata de una decisión clave para Kiev.

Son, además, muy costosos, a razón de US $1.000 millones cada uno, y no hay confirmaciones oficiales aún sobre qué países se harán cargo de pagarlos, en qué forma y en qué plazo.
Tras su reunión con Trump, Rutte dijo que en principio había seis miembros de la OTAN dispuestos a participar del financiamiento: Finlandia, Dinamarca, Suecia, Noruega, Países Bajos y Canadá.
La lista tiene sentido: Finlandia y Suecia, recién llegados a la Alianza Atlántica, están entre los países más preocupados por una eventual victoria de Rusia en Ucrania. Finlandia debe incluso lidiar con una extensa frontera terrestre con Rusia.
Un funcionario de la OTAN dijo a Reuters que Alemania y Reino Unido también serán parte del esquema para la compra de los Patriots y su traslado a Ucrania, un desarrollo esperable en tamaña empresa.
Al respecto, Berlín y Londres firmaron esta semana un acuerdo de defensa mutua que no tiene paralelo en la historia de ambos países, históricos enemigos durante la primera mitad del siglo XX.
El acuerdo compromete a ambas naciones a prestar asistencia en caso de ataque armado. Los dos países ya tenían esa obligación en el marco de su membresía a la OTAN, pero el nuevo acuerdo posee una potente carga simbólica, establece un eje anglo-alemán (al que en breve deberá acoplarse Francia para cerrar la triada de principales potencias europeas) y abre las puertas a futuros desarrollos en conjunto en Defensa.
En este contexto, puede que el anuncio de Trump de delegar el financiamiento de los Patriot a Europa parezca parte de un cálculo político interno basado en esta pregunta: ¿Cómo seguir asistiendo a Ucrania y al mismo tiempo cumplir la promesa electoral de dejar de gastar dinero en Ucrania?

Pero también cimenta un cambio que se ya se estaba dando al menos desde la invasión rusa en 2022: Europa, enfrentada a una guerra convencional y a gran escala en su propio territorio, parece haber salido de un limbo en Defensa y de una histórica dependencia en Estados Unidos gestada tras el fin de la Guerra Fría.
A comienzos de junio, fue precisamente Europa la que habilitó a Ucrania a utilizar sus sistemas de armas desplegados en el país para atacar blancos en Rusia, un tabú desde el comienzo de la guerra.
Mientras tanto, el gasto en Defensa sigue subiendo en el mundo y en Europa, de acuerdo con datos del SIPRI y la industria de armas europea, con empresas como Rheinmetall, BAE Systems o Dassault a la cabeza, no ha parado de crecer en estos últimos años.
“Sabemos que tenemos que hacer más por nuestra cuenta y que en el pasado nos hemos aprovechado de los demás”, dijo esta semana el canciller de Alemania, Friedrich Merz, a la BBC, en referencia a la dependencia con EE.UU. en materia de Defensa. “Nos piden que hagamos más y estamos haciendo más”.
“Vemos una gran amenaza, y esa amenaza es Rusia. Y esta amenaza no solo afecta a Ucrania. Afecta a nuestra paz, a nuestra libertad, al orden político de Europa”, concluyó.
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