Bitcoin ha sido llamado “oro digital” durante más de una década, gracias a su emisión limitada, carácter descentralizado y resistencia a la inflación. Su reciente impulso alcista, que lo llevó a su valor nominal más alto desde su creación ($123.400 dólares), lo volvió a colocar en las primeras páginas de las principales recomendaciones de múltiples asesores financieros del mundo, buscando incrementar el valor de la cuenta comitente de sus clientes.

En este artículo analizaré las tendencias recientes, tras el halving de 2024, datos financieros actualizados y posturas de actores institucionales para evaluar cuánto se acerca Bitcoin a ese tan deseado estatus de “oro digital”.
De dinero experimental a reserva de valor
En sus inicios, Bitcoin se concibió como un medio de pago electrónico alternativo al dinero fíat (el que emiten los Bancos Centrales, como el peso argentino o el dólar estadounidense). No obstante, con el tiempo ha quedado claro que su adopción como moneda de uso masivo es limitada, dado que su volatilidad y capacidad de procesamiento han impedido por ahora que reemplace al efectivo en compras cotidianas.
Este cambio de enfoque, que pasó de “peer-to-peer cash” a “store of value”, ha sido impulsado por la evidencia y la experiencia de que Bitcoin no ha logrado masificarse como medio de pago (al menos hasta ahora), pero sí ha demostrado un enorme potencial de revalorización a largo plazo y protección del patrimonio frente a ciertas crisis.

Quien invirtió en Bitcoin hace 10 años hoy tendría más de 100 veces su capital inicial, un desempeño muy superior al del oro en ese periodo. Esta apreciación explosiva, aunque acompañada de alta volatilidad, es lo que alimenta la visión de Bitcoin como un activo refugio emergente para los inversores.
El halving de 2024 y la nueva escasez digital
Un elemento clave que refuerza la analogía con el oro es la escasez programada de Bitcoin, destacada cada cuatro años durante el “halving”. En abril de 2024 ocurrió el cuarto halving, reduciendo la emisión de 6.25 a 3.125 BTC por bloque. Este recorte en la recompensa minera disminuyó la inflación anual de la oferta de Bitcoin a menos de 0,83%, siendo este un nivel de emisión ya inferior al crecimiento de la oferta de oro, que suele rondar el 1-2% anual.
En otras palabras, Bitcoin ahora es más escaso, en términos relativos, que el propio oro. Esto fortalece su narrativa como reserva de valor, ya que su stock máximo (21 millones de BTC) es conocido y fijo, a diferencia de las monedas fíat, que pueden expandirse sin límite o incluso del oro, cuyo suministro aumenta modestamente cada año con la minería tradicional.

Aunque en julio de 2025 superó brevemente los $120.000 marcando un nuevo máximo histórico, su rendimiento para esa fecha fue mucho menor que el +300% que llevaba acumulado al mismo punto del ciclo anterior. Esto sugiere un mercado más cauto y maduro, donde la escasez de Bitcoin se valora pero sin las euforias extremas del pasado.
En lugar de multiplicarse vertiginosamente, Bitcoin parece estar consolidándose gradualmente en un rango más alto, acompañando su crecimiento con fundamentos más sólidos.
Volatilidad en descenso y madurez del mercado
Uno de los obstáculos para considerar a Bitcoin “oro digital” siempre fue su alta volatilidad de precio. Históricamente, el activo ha tenido oscilaciones anuales de dos y hasta tres dígitos, reflejando su naturaleza joven y especulativa. No obstante, existen señales de que la volatilidad de Bitcoin viene disminuyendo conforme el mercado se expande y madura. A medida que su capitalización crece (hoy supera los 1,1 billones de dólares) y entra más liquidez, los movimientos porcentuales extremos se han vuelto menos frecuentes.
Un análisis de Fidelity destaca que 2023 marcó un hito de estabilidad relativa, ya que nunca antes Bitcoin había mantenido su volatilidad anualizada por debajo del 50% mientras su valuación superaba los $500 mil millones. De hecho, a finales de 2023 llegó a ser menos volátil que decenas de acciones del S&P 500, algo impensable unos años atrás y, en febrero de 2024, Bitcoin superó nuevamente los $60.000, pero con mucha menor volatilidad realizada que cuando alcanzó niveles similares en 2021.

Bitcoin sigue siendo un activo más volátil que el oro, cuyo precio es bastante estable en comparación, pero la brecha se está cerrando. La volatilidad histórica de oro ronda 10-20% anual, mientras que la de Bitcoin, aunque aún alta, ha bajado a niveles cercanos al 50% anual en los últimos tramos.
Incluso hay un paralelismo interesante, debido a que, cuando el oro se liberó del patrón dólar en la década de 1970, experimentó una volatilidad altísima (spikes sobre 80% anual), antes de estabilizarse al ser reconocido ampliamente como activo de reserva, lo que sugiere que Bitcoin podría estar siguiendo un camino similar de “domar” su volatilidad con la madurez del mercado.
La entrada institucional que redefine el ecosistema cripto
Otro factor decisivo en la “oro-digitalización” de Bitcoin ha sido la creciente adopción institucional. En los últimos años, grandes inversores profesionales e incluso gobiernos han comenzado a tratar a Bitcoin como un activo estratégico de reserva. Fondos de inversión, bancos y aseguradoras han sumado Bitcoin a sus portafolios como cobertura ante políticas monetarias expansivas.
El desarrollo más notable en este ámbito ha sido la creación de fondos cotizados (ETFs) de Bitcoin aprobados en mercados regulados. A partir de 2024, en EE.UU. comenzaron a lanzarse ETFs de Bitcoin al contado (spot), facilitando a instituciones y ahorristas exponerse al activo sin complicaciones técnicas. Solo el fondo iShares Bitcoin Trust (IBIT) de BlackRock acumuló unas 700.000 BTC bajo gestión (equivalentes a ~$75.000 millones), capturando más del 55% de todos los bitcoins en ETFs de EE.UU.

¿El nuevo oro digital?
En vista de todo lo anterior, Bitcoin se ha acercado como nunca al estatus de “nuevo oro digital” en la percepción de inversores globales. Sus atributos clave como reserva de valor con oferta limitada, baja inflación de suministro, independencia de gobiernos y resistencia a la censura, lo distinguen de las monedas tradicionales y lo asemejan al oro en su función de refugio ante la incertidumbre.
Sin embargo, coronar a Bitcoin definitivamente como “el nuevo oro” aún tiene matices y detractores, ya que, por un lado, su volatilidad sigue siendo mayor que la de activos refugio tradicionales, significando que en horizontes de corto plazo puede sufrir caídas bruscas que el oro raramente experimenta.

Bitcoin se ha mantenido intencionalmente simple, enfocándose en ser reserva de valor antes que plataforma versátil, lo cual limita su papel principalmente al de activo de ahorro y no tanto al de activo productivo o transaccional. Esto no es necesariamente negativo, de hecho refuerza la comparación con el oro, que tampoco “produce” nada, pero sí implica que Bitcoin depende de que siga siendo percibido como refugio superior frente a sus alternativas.
Si logra mantener su equilibrio entre innovación técnica (ej. mejoras de escalabilidad, uso de energía sostenible) y narrativa de refugio, es muy posible que en la próxima década veamos a Bitcoin mencionarse en el mismo párrafo que el oro cada vez que se hable de preservación de riqueza. Es evidente que no sustituirá al dinero fíat en las transacciones diarias en el futuro cercano (ni necesita ya perseguir ese sueño), pero como reserva de valor con objetivos más realistas, su papel está más legitimado que nunca.
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