En un contexto marcado por la prolongación de la guerra en Ucrania y el resurgimiento de tensiones geopolíticas a escala global, un reciente informe del Institute for the Study of War (ISW) advierte que Rusia estaría sentando las bases políticas, sociales y militares para una eventual guerra contra la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el mediano y largo plazo. La advertencia se alinea con las declaraciones del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien durante la cumbre celebrada el 24 de junio en La Haya afirmó que Rusia representa “la amenaza existencial más grande y directa para los miembros de la Alianza”. Según Rutte, Moscú está reorientando sus capacidades para una confrontación prolongada con Occidente, con el respaldo activo de países como Corea del Norte, China, Irán y Bielorrusia.
Calendario posible de conflicto: entre 2028 y 2030
De acuerdo con el análisis del ISW, Rusia podría estar en condiciones de lanzar una ofensiva militar contra países de la OTAN en un plazo de entre tres y siete años, es decir, antes del final de la década. Aunque el presidente ucraniano Volodímir Zelenski considera poco probable un ataque ruso en el corto plazo, estima que hacia 2030 el Kremlin podría haber reconstituido sus capacidades para iniciar una guerra a gran escala con la Alianza Atlántica.
Zelenski explicó en una entrevista con Sky News que la actual guerra en Ucrania actúa como un freno a la capacidad rusa de entrenar tropas y modernizar su aparato militar. Sin embargo, alertó que cualquier pausa prolongada en el conflicto —ya sea por un alto el fuego o por una merma en el apoyo occidental— facilitaría la reestructuración del poder militar ruso y permitiría despliegues más agresivos hacia las fronteras de la OTAN.

La amenaza estratégica tras un posible alto el fuego
Los analistas del ISW coinciden en que una tregua en Ucrania podría liberar a decenas de miles de soldados rusos para ser reubicados en los flancos orientales de Europa, al tiempo que permitiría al Kremlin relanzar su industria armamentística y ampliar su arsenal. Este escenario encendería las alarmas dentro del bloque atlántico, especialmente en países bálticos y escandinavos, considerados por Moscú como zonas de influencia histórica.
El ISW también destaca que el Kremlin viene utilizando una retórica de escalada militar para disuadir a los países de la OTAN de incrementar sus presupuestos de defensa. En ese sentido, figuras clave del gobierno ruso han acusado a Occidente de impulsar una “militarización global” y han amenazado con tomar “medidas preventivas” si la Alianza continúa reforzando su presencia en Europa del Este.
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