- Lee Hsi-Min, ex jefe del Estado Mayor en el Ministerio de Defensa de Taiwán, sostuvo que la prioridad debe ser disuadir y resistir una invasión a gran escala con armas baratas, móviles y difíciles de destruir.
- Lee diferenció entre la presión “de zona gris” (incursiones y ejercicios frecuentes) y el escenario de guerra abierta: pidió no consumir la estrategia en responder cada provocación con sistemas “exquisitos” y escasos.
- La discusión se cruza con la modernización de las capacidades de fuego de precisión: Taiwán ya opera HIMARS y realizó en 2025 su primer ejercicio de tiro con ese sistema, que amplía el alcance de la disuasión en el Estrecho.

El debate sobre cómo sostener la disuasión en el Estrecho de Taiwán volvió a tomar fuerza tras las declaraciones del almirante retirado Lee Hsi-Min, una de las voces más influyentes en la evolución doctrinaria de Taipéi. En un evento del Hudson Institute, Lee planteó que la isla necesita “un gran número” de armas distribuidas, móviles, letales y con alta supervivencia, y que además deben ser de bajo costo para poder sostener volumen en un conflicto prolongado. Su argumento parte de una premisa operacional: si China decidiera escalar a una operación de coerción mayor —bloqueo, castigo a distancia o desembarco—, la variable decisiva sería la capacidad de Taiwán de negar objetivos fáciles y sostener un ritmo de combate que no dependa de un puñado de plataformas complejas.
La tesis no implica descartar sistemas avanzados. Lee reconoce que los medios convencionales siguen siendo útiles, especialmente para administrar el día a día de la “zona gris” —misiones aéreas, presencia naval, ejercicios y patrullas alrededor de la isla— que presionan a la fuerza taiwanesa y buscan desgastar su disponibilidad. Pero su advertencia es que, si la planificación se concentra en responder esa presión con activos caros y limitados, el “peor escenario” (una campaña de gran escala) encuentra a Taiwán con poca capacidad de reposición y con inventarios que no alcanzan para absorber pérdidas o sostener fuego.
Qué significa “armas baratas, móviles y sobrevivientes” en el Estrecho
En términos técnicos, la idea empuja hacia un esquema de defensa por negación: multiplicar sistemas que puedan desplegarse con baja firma, operar en red, moverse rápido (“shoot-and-scoot”) y seguir peleando aun si la infraestructura fija es atacada. En el entorno del Estrecho, eso suele traducirse en una combinación de misiles antibuque y antiaéreos móviles, drones (reconocimiento y ataque), guerra electrónica, sensores distribuidos y, sobre todo, municiones y plataformas capaces de sobrevivir al primer golpe y seguir imponiendo costos.

El punto de fondo es el balance: China tiene más masa, más inventarios y más capacidad de sostener operaciones conjuntas; Taiwán busca compensar esa asimetría elevando el costo de cada fase —aproximación, establecimiento de superioridad local, protección de líneas de comunicación, desembarco y consolidación— con un “campo de batalla saturado” de amenazas difíciles de localizar y neutralizar rápidamente.
Este giro no solo redefine la defensa de la isla: también altera el equilibrio de seguridad en Asia en dos planos. Primero, porque desplaza la discusión desde “quién tiene más plataformas” hacia “quién puede sostener la campaña” y con qué resiliencia logística e industrial. Segundo, porque obliga a todos los actores a ajustar su cálculo: a China, para planificar operaciones más costosas en tiempo y recursos; y a Estados Unidos y aliados, para pensar en inventarios, reposición, producción y cadenas de suministro que permitan sostener a Taiwán si el conflicto se prolonga.
La modernización del fuego de precisión es un indicador visible de esa tendencia. En mayo de 2025, Taiwán realizó su primer test de tiro con HIMARS en el centro de pruebas de Jiupeng, en la costa del Pacífico, en una señal práctica de interoperabilidad y de ampliación del alcance de sus capacidades de negación. Según Reuters, Taipéi adquirió 29 unidades, con entregas escalonadas.

En ese marco, el mensaje de Lee funciona como una toma de posición doctrinaria: priorizar volumen, movilidad y supervivencia no promete “ganar rápido”, pero sí busca algo más concreto para la disuasión: que cualquier operación china pase a ser lenta, incierta y cara desde el primer día.
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