- Taiwán y Nueva Zelanda alertan por incursiones y seguimiento de buques chinos y aeronaves del EPL.
- Taipéi denuncia ingreso a sus aguas de interés estratégico, mientras que Wellington denuncia el seguimiento de su buque HMNZS Aotearoa.
- Ambas situaciones consolidan un patrón de presión naval y tácticas de zona gris del EPL en el Indo-Pacífico.
Taiwán y Nueva Zelanda alertan por nuevas incursiones y seguimientos de buques chinos en sus aguas de interés estratégico, en dos episodios separados pero conectados por un mismo patrón de presión naval de la Armada del Ejército Popular de Liberación (EPL) en el Pacífico occidental. En conjunto, los episodios reportados por Taiwán y Nueva Zelanda ilustran cómo el creciente despliegue naval y aéreo chino en el Indo-Pacífico impacta tanto en actores directamente amenazados por un posible conflicto —como la propia Taiwán— como en socios lejanos que se ven empujados a demostrar compromiso con la libertad de navegación y con el orden basado en reglas.

Según el Ministerio de Defensa taiwanés, entre las 6 de la mañana del lunes y las 6 del martes se detectaron ocho aeronaves militares chinas y seis buques de la Marina del EPL alrededor de la isla, con dos aviones cruzando la línea media del estrecho e ingresando en la zona suroeste de identificación de defensa aérea. En respuesta, Taipéi desplegó cazas, unidades de superficie y sistemas de misiles costeros para seguir los movimientos chinos.
Desde septiembre de 2020, el MND viene denunciando el uso sistemático de tácticas de “zona gris” por parte de Beijing, incrementando gradualmente el número de plataformas militares alrededor de la isla sin llegar a un conflicto abierto. En un mes, Taiwán ya contabiliza 84 incursiones aéreas y 54 navales, aunque el escenario se inscribe en una secuencia ya familiar para Taipéi: cazas J-16 y otras aeronaves del EPL cruzan la línea media del estrecho, una línea de facto que actuó durante décadas como límite tácito entre ambas orillas, mientras buques de guerra y guardacostas chinos se acercan a las aguas circundantes.

En paralelo, Nueva Zelanda reveló que su mayor buque de guerra fue seguido por siete navíos chinos durante una misión en Asia oriental que incluyó un tránsito poco frecuente por el estrecho de Taiwán. La Armada neozelandesa informó que el buque logístico HMNZS Aotearoa, un buque de reabastecimiento polar, fue desplegado en noviembre en los mares de China Oriental y Amarillo para realizar tareas de vigilancia y disuasión en apoyo al régimen de sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU contra Corea del Norte.
Durante la operación, el Aotearoa fue “sombreado” por siete buques de la Armada del EPL, que mantuvieron una distancia “segura y profesional”, aunque siguieron de cerca la navegación del navío aliado. El tránsito más sensible se produjo el 5 de noviembre, cuando el Aotearoa navegó desde el mar de China Meridional hacia el norte a través del estrecho de Taiwán, un paso que China reclama como aguas interiores pero que Nueva Zelanda y sus socios consideran un estrecho internacional sujeto al principio de libertad de navegación. Reuters y otros medios detallan que, además de los siete buques chinos, la nave neozelandesa fue observada por la fragata taiwanesa Cheng Kung, que actuó como escolta de facto, siguiendo la práctica habitual de Taipéi de acompañar a buques de “países afines” que cruzan el estrecho para disuadir acosos o simulaciones de ataque por parte de la Armada china.
Mientras tanto, Beijing defiende públicamente su postura
En respuesta a las acusaciones, el Ministerio de Defensa chino reiteró recientemente que “se opone firmemente a que cualquier país genere problemas en el estrecho de Taiwán o envíe señales equivocadas a las fuerzas independentistas”, al ser consultado sobre el paso del Aotearoa. Asimismo, aseguró que sus fuerzas monitorean y “responden de manera efectiva” a esos tránsitos.
Frente a esas declaraciones, las narrativas de Taiwán y Nueva Zelanda describen un entorno en el que la Armada del EPL incrementa su presencia, sigue de cerca a unidades extranjeras y utiliza tanto el estrecho como el espacio aéreo y marítimo circundante para proyectar poder y recolectar inteligencia. En ambos casos, la denuncia de “intrusión” y seguimiento por parte de unidades chinas refuerza la percepción de que el margen de error en el Pacífico occidental se achica, y que un incidente mal administrado podría escalar rápidamente.
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