El consejo de Derechos Humanos de la ONU celebró el viernes 14 de noviembre una sesión de emergencia con el apoyo de más de 50 países para abordar la situación en El Fasher, Sudán. Este llamado de urgencia responde a la evidencia del incremento de la violencia y el deterioro de las condiciones de vida en Sudán tras la toma de El Fasher por el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) del pasado 26 de octubre.

Según el último informe del IPC, en Sudán se vive la mayor crisis de inseguridad alimentaria aguda en el mundo, con más de 21 millones de personas al borde de la inanición. Además, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), más de 12 millones de personas fueron desplazadas del país y decenas de miles fueron asesinadas, mientras los recursos escasean y la ayuda humanitaria se encuentra bloqueada. No obstante, esta crisis humanitaria no es un fenómeno reciente, sino la intensificación de un conflicto que tiene varias dimensiones y viene afectando a este Estado por años.
Las raíces del conflicto: el legado de Al-Bashir
El conflicto comienza en el 2019 con el derrocamiento del entonces presidente Omar Al-Bashir. El intento fallido de transitar hacia un gobierno civil generó un vacío de poder y desmoronamiento institucional.

En este contexto, dos actores buscaron posicionarse en el poder: el ejército de Sudán (FAS), liderado por Abdel Fattah al-Burhan, y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), liderado por Mohamed Hamdan Dagalo. La disputa por el poder y el control territorial de ambos bandos se ha concentrado en zonas como Darfur, Kadugli y Kordofán del sur y ha sumido al país en una de las peores crisis humanitarias del mundo.
Factores para entender el conflicto: la cuestión étnica y los intereses económicos
En la década del 2000, la Corte Penal Internacional acusó a la Milicia Janjaweed, la predecesora de la FAR, de ejecutar limpiezas étnicas sistemáticas contra comunidades no árabes. Esto se enmarca en el conflicto histórico entre la población arabizada y las comunidades africanas, como los fur, zaghawa y masalit, quienes en el 2003 se opusieron a las políticas del entonces presidente por considerarlas discriminatorias. En este sentido, el grupo paramilitar FAR, principalmente compuesto por tribus árabes sudanesas, no solo busca lograr control territorial, sino ejecutar limpiezas étnicas siguiendo el legado colonial.
Por otro lado, el oro juega un rol importante en este conflicto. Desde su descubrimiento entre el 2009 y 2010, el oro se posicionó como una fuente de ingresos prometedora para el país. Actualmente, ambos bandos tienen posesión de este importante recurso que sirve de fuente de financiamiento para mantener la guerra. Así mismo, este recurso genera el involucramiento de otros actores como los Emiratos Árabes, quienes se benefician de su tráfico ilegal a cambio de apoyar militarmente a la RSF con armas y mercenarios.
De esta manera, la crisis en Sudán evidencia la convergencia de factores políticos, étnicos y económicos en un país fragmentado, donde la ausencia de mediación internacional efectiva agrava el sufrimiento civil y amenaza la estabilidad del noreste africano.
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![Niños juegan en una plaza que fue bombardeada anteriormente por las fuerzas del régimen en el campo de refugiados de Yarmouk, en Damasco, el 26 de diciembre. [Ali Haj Suleiman/Al Jazeera]](https://www.escenariomundial.com/wp-content/uploads/2025/11/siria-crisis-humanitaria-2.jpg)











