El presidente de Francia, Emmanuel Macron, sacrificó uno de sus estandartes para salvar su gobierno: su quinto primer ministro en dos años, Sebastian Lecornu, anunció que se suspendería la reforma previsional encarada por el mandatario para sobrevivir a las mociones de censura con que el parlamento francés puso en juego su continuidad esta semana.
Macron ya mostró su ingenio al desbloquear una cuarta salida improbable ante la primera renuncia de Lecornu, producida el lunes 6 de octubre después de haber formado gabinete menos de un día antes y asumir que no podría enfrentarse a la hostilidad parlamentaria. En lugar de probar con un nuevo candidato, llamar a elecciones anticipadas o renunciar, el menú que le ofrecían opositores y aliados, eligió insistir con su exministro de Defensa, a quien encomendó volver a abrir negociaciones que le permitan establecer un gobierno y aprobar un presupuesto para Francia en 2026.
El futuro de Lecornu -y, en gran medida, de Macron– fue puesto a prueba el miércoles 15, cuando se enfrentó a dos mociones de censura planteadas por la extrema izquierda y la extrema derecha. Por la naturaleza de este mecanismo, Lecornu debía renunciar inmediatamente si alguna de las propuestas sumaba más de 289 votos. Solo 18 sufragios de legisladores lo separaron del abismo en la moción más votada, que fue la de la coalición de izquierda La Francia Insumisa.

Detrás de la inestabilidad se halla el aparente callejón sin salida al que llegó Emmanuel Macron, que perdió su mayoría parlamentaria en las elecciones de 2022 y desde entonces batalla por imponer su agenda. La presión financiera para que Francia reduzca su déficit y las protestas sociales por los ajustes de gasto público que su gestión ofreció como respuesta lo pusieron en una situación delicada de la que buscó salir disolviendo el parlamento y convocando a elecciones legislativas en 2024.
Pero esta votación lo colocó segundo detrás de la coalición de partidos de izquierda, el Nuevo Frente Popular, con el que se negó a formar gobierno. De esta forma, la Asamblea Nacional se dividió en tercios, un mecanismo disfuncional que bloquea las iniciativas de su administración. De fondo está la amenaza de que el fracaso de Macron abra la puerta a la Agrupación Nacional, el partido de extrema derecha que salió tercero por poca diferencia y podría seducir a sus votantes desencantados.
Las concesiones de Macron para salvar al primer ministro de Francia
La supervivencia de Lecornu no fue una muestra de fortaleza, sino todo lo contrario. Negociar con el Partido Socialista fue la manera que encontró el funcionario conservador para sortear el peligro de los extremos, pero estas conversaciones no estuvieron exentas de pedidos que desdibujan el legado de Emmanuel Macron. Y las negociaciones por el presupuesto 2026 están a punto de empezar.

El más inmediato de ellos fue la suspensión de la reforma de pensiones que el Palacio del Eliseo llevó adelante con gran costo político luego de la reelección presidencial de 2022. Esta medida preveía modificar de manera gradual la edad de jubilación en Francia de 62 años a 64 años en 2030, más cerca de sus vecinos de la Unión Europea.
La reforma de las pensiones tuvo una amplia resistencia social y política en su momento, ya que fue aprobada sin la aprobación del parlamento, gracias al artículo 49.3 de la constitución francesa. Pero los socialistas nunca perdieron el foco en defender uno de los logros políticos más destacados de su correligionario François Mitterrand, que bajó la edad jubilatoria de 65 a 60 años en 1982.
A cambio de esta concesión, los socialistas le dieron un puente a Lecornu, con la amenaza de que pueden retirarlo en cualquier momento. “Nuestra decisión de no votar por la caída del gobierno no es de ninguna manera un pacto”, advirtió el legislador socialista Laurent Baumel en su discurso ante la Asamblea Nacional. “No nos comprometimos a nada”.

El gobierno de Lecornu queda de esta manera condicionado a las negociaciones que pueda hacer el primer ministro con sectores ideológicamente diferentes a la coalición gobernante. Uno de los requerimientos futuros que los socialistas podrían poner sobre la mesa es un impuesto a los billonarios, algo que desean ver en el eventual presupuesto 2026. Una política que resultaría inesperada para Macron, quien trabajó en la banca de inversión de la familia Rothschild y siempre se mostró más proclive a recortar impuestos en lugar de subirlos.
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