Con las lecciones del campo de batalla en la guerra Rusia – Ucrania, el Secretario del Ejército de los Estados Unidos, Dan Driscoll, ha sentenciado el futuro del combate terrestre: adaptarse a la era de los drones o enfrentar la irrelevancia estratégica. Durante la reunión anual de la Asociación del Ejército de los Estados Unidos (AUSA), el epicentro de la industria de defensa estadounidense, el mensaje fue inequívoco: la era de las armas pequeñas como eje del campo de batalla ha terminado, y su sucesor ya está aquí.
La visión de Driscoll, articulada ante una audiencia de líderes militares y gigantes corporativos, describe los sistemas no tripulados como la “convergencia perfecta” de inteligencia artificial, materiales avanzados, propulsión y fusión de sensores. “Si las armas pequeñas definieron el siglo XX, los drones definirán el XXI”, afirmó, subrayando que estos sistemas “dominarán absolutamente la guerra”. Esta declaración no es una mera hipérbole, sino la base de una transformación industrial y operativa que el Ejército de EE.UU. pretende ejecutar a una velocidad sin precedentes.
Una doctrina definida por drones y letalidad
La urgencia del Pentágono, visiblemente influenciada por las lecciones aprendidas en el campo de batalla de Ucrania, se ha traducido en una directiva clara para la industria: la producción en masa de drones letales es la máxima prioridad. La feria de AUSA se convirtió en el escaparate de esta nueva realidad. Empresas como Elbit America presentaron su munición merodeadora Skystriker, mientras que General Atomics exhibió modelos de del avión no tripulado Gray Eagle.

Este frenesí tecnológico, que alinea los objetivos del Departamento de Defensa con los intereses de un sector tecnológico ávido de contratos, se apoya en iniciativas concretas. El General James Mingus, Vicejefe de Estado Mayor del Ejército, detalló los planes de la iniciativa SkyFoundry: alcanzar una capacidad de producción de al menos 10.000 drones de bajo costo por mes para el próximo año.
Este esfuerzo industrial masivo busca no solo equipar a las unidades con la letalidad que exige el campo de batalla moderno, sino también generar una masa crítica de sistemas que sature las defensas adversarias.
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