Venezuela ahora compra a Rusia la nafta que antes importaba de Estados Unidos, un país que dejó de proveerle este recurso estratégico para diluir su petróleo extrapesado.
Mientras la tensión aumenta con Washington D.C. por la presencia de una importante flota norteamericana en el Caribe sur, el régimen de Caracas busca estrechar aún más su lazo con Moscú como garantía de supervivencia. En el aspecto energético, los dos países se necesitan, ya que la economía rusa también está fuertemente intervenida por sanciones internacionales. En lugar de quedar aislados, las penalidades económicas acaban acercando a los dos gobiernos autoritarios.
Esto puede observarse en las mencionadas importaciones de nafta, que según la empresa de seguimiento de datos de comercio exterior Kpler, superaron los siete millones de barriles de Rusia entre marzo y octubre, un volumen que incluye unos 49.000 barriles diarios en agosto y 69.000 en septiembre. En el mismo período, los envíos de nafta desde EE.UU. cayeron a cero.

Esto no fue siempre así. Aunque la radicalización del proyecto político en Venezuela lleva tiempo generando tensiones con Estados Unidos, la administración Biden había abierto un canal a través de una licencia que permitía a compañías estadounidenses como Chevron operar en el país. Actualmente, aunque se mantienen envíos limitados hacia Estados Unidos bajo la autorización otorgada en julio por la administración Trump, Venezuela salió a buscar nuevos proveedores en el grupo que integra de naciones sancionadas.
Luego de acudir a China -su mayor cliente para el crudo extrapesado que se extrae en la Faja del Orinoco- e Irán, el palacio de Miraflores parece haber encontrado un socio más ajustado a sus necesidades en Rusia, con quien Maduro anunció este mes la firma de un acuerdo de asociación para impulsar la cooperación conjunta en energía y defensa.

De esta manera, el régimen venezolano busca adaptarse a las barreras que le plantea Estados Unidos y la comunidad internacional, las cuales terminan convirtiéndose en un camino acelerado para fomentar el comercio entre países sancionados. Mientras aumenta su presencia militar en la zona, el país norteamericano debe saber que del otro lado tiene una nación que representa los intereses de sus mayores rivales, que le proporcionan a su vez recursos y respaldo político para sobrevivir a la intensa presión que enfrenta.
Rusia advierte a EE.UU. que “no cometa un error irreparable” atacando Venezuela
El respaldo con el que Rusia busca blindar al régimen de Venezuela se expresó el pasado viernes viernes 10 a viva voz en el Consejo de Seguridad de la ONU. Allí, su representante permanente advirtió que una eventual acción militar de Estados Unidos contra el país sudamericano sería un “error irreparable” que pondría en riesgo la estabilidad regional y la paz internacional.
Vasili Nebenzia, denunció que Washington concentra desde agosto un importante despliegue naval en el sur del Caribe, con la presencia de cercad de 4.000 efectivos -incluidos infantes de marina- repartidos en tres destructores, un submarino nuclear y aeronaves de patrulla antisubmarina. Aunque los estadounidenses aseguran que se trata de operativos contra el narcotráfico, según Moscú constituye “una amenaza directa a la seguridad regional”.

“Venezuela está bajo una presión sin precedentes. Las maniobras de Estados Unidos amenazan directamente la paz y la seguridad internacionales”, declaró Nebenzia.
El diplomático ruso sostuvo que los ejercicios navales solo serían creíbles “si Estados Unidos no hubiera manifestado reiteradamente su deseo de un cambio de régimen en Caracas”. En esa línea, acusó a Washington de “intensificar la escalada bajo falsos pretextos”, y reiteró el llamado a evitar una intervención militar que podría tener consecuencias imprevisibles.
Las declaraciones llegan en medio de la creación de una nueva Fuerza de Tareas Conjunta del Comando Sur (SOUTHCOM), con sede en Miami, que integrará unidades expedicionarias del Cuerpo de Marines y agencias federales bajo la justificación de combatir el narcotráfico. Sin embargo, para Rusia, Cuba y Venezuela, se trata de un pretexto para consolidar una presencia militar permanente de EE. UU. en la región.
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