La guerra entre Ucrania y Rusia entra en una nueva fase marcada por la evolución de la tecnología militar. Actualmente, Moscú estaría mejorando sus misiles balísticos para evadir los sistemas Patriot estadounidenses, considerados durante años el estándar de oro en defensa antiaérea. Informes indican que los nuevos proyectiles rusos, como los Iskander-M y Kinzhal, son capaces de alterar su trayectoria en pleno vuelo, reduciendo la efectividad de las defensas ucranianas y complicando los cálculos de intercepción.
Los Patriot bajo presión ante los misiles rusos
En los últimos meses, Rusia ha modificado sus misiles balísticos para eludir las defensas antiaéreas ucranianas, un cambio que complica la labor de los sistemas Patriot. Fuentes ucranianas habrían confirmado que los proyectiles rusos ahora pueden ejecutar maniobras a mitad de trayecto o realizar descensos terminales impredecibles, rompiendo con las trayectorias convencionales que los radares calculan automáticamente. Esta innovación, conocida como trayectoria cuasi-balística, permite que los misiles engañen a los interceptores e incrementen la probabilidad de impacto.

La táctica rusa se complementa con una ofensiva aérea masiva: más de 500 drones, 50 misiles de crucero y dos Kinzhal fueron lanzados en una sola noche, según fuentes de la Fuerza Aérea ucraniana. Aunque uno de los misiles balísticos fue interceptado, la escala y el ritmo de los ataques ponen a prueba la capacidad de reposición y coordinación de las defensas de Kiev. De acuerdo con la Agencia de Inteligencia de Defensa de EE.UU., los recientes avances rusos (en especial en los misiles Iskander-M y Kinzhal) confirman que Moscú está utilizando el campo de batalla como un laboratorio para probar, ajustar y perfeccionar su tecnología frente a los sistemas occidentales.
La evolución de los misiles rusos y el declive de la defensa antiaérea
El rediseño de los misiles hipersónicos Kinzhal y balísticos Iskander-M marcó un punto de inflexión en la guerra tecnológica entre Ucrania y Rusia. Según fuentes ucranianas y occidentales, las nuevas versiones incorporan maniobras terminales impredecibles y sistemas de guiado adaptativo que dificultan su detección por radares como el AN/MPQ-65 del sistema Patriot. Los proyectiles pueden cambiar de elevación, desplegar señuelos electrónicos y modificar su trayectoria en la fase final, reduciendo la tasa de interceptación ucraniana del 37% en agosto al 6% en septiembre de 2025.

Estas mejoras, sumadas al lanzamiento desde cazas MiG-31K fuera del alcance antiaéreo, permiten a Moscú ejecutar ataques selectivos contra fábricas de drones, centros de mando y depósitos estratégicos con una efectividad sin precedentes. El Kinzhal, con velocidades de Mach 8 a Mach 10 y capacidad para portar ojivas convencionales o nucleares, refuerza la doctrina rusa de “Operaciones Estratégicas de Destrucción”, centrada en neutralizar infraestructuras críticas y agotar los recursos defensivos enemigos.
Por su parte, los Iskander-M, integrados en catorce brigadas tácticas, actúan como el brazo terrestre de esta ofensiva aérea, degradando radares, bases y sistemas energéticos ucranianos. Cada ataque masivo combina misiles Kalibr, Iskander y drones en una secuencia diseñada para saturar las defensas y forzar a Ucrania a dispersar sus Patriot, fabricados por Raytheon y Lockheed Martin. Kiev ha entregado al Pentágono datos de sus enfrentamientos para ajustar la tecnología de intercepción, pero los procesos de adaptación son lentos frente a la velocidad de innovación rusa.
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