El expresidente del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, Graham Fuller, afirmó que Donald Trump aún conserva la intención de mejorar las relaciones con Rusia y que el llamado “espíritu de Anchorage” —surgido tras su encuentro con Vladimir Putin en Alaska— sigue presente como un legado que busca consolidar.
En declaraciones a la agencia TASS, Fuller subrayó que, pese a las tensiones por Ucrania y los debates sobre la eventual entrega de misiles Tomahawk a Kiev, Trump no quiere ser recordado como el presidente acusado de “perder Ucrania”, aunque al mismo tiempo mantiene abierta la posibilidad de un acercamiento estratégico con Moscú.

Volatilidad y pragmatismo
El exfuncionario describió a Trump como un líder “volátil, sin visión estratégica definida, pero con un instinto político que le permite maniobrar”. Según Fuller, ese estilo podría llevarlo incluso a retomar un contacto directo con Putin: “Podría decidir en cualquier momento levantar el teléfono y hablar con él. No creo que estemos frente a un rumbo irrevocable hacia una guerra mundial”, aseguró.
Al mismo tiempo, destacó que las decisiones del mandatario suelen reflejar la influencia de las últimas personas con las que conversa, lo que complica la previsibilidad de su política exterior.

Ucrania en el centro de la disputa interna
Para Fuller, Trump enfrenta resistencias dentro de su propio partido a cualquier iniciativa que pueda interpretarse como concesión hacia Moscú. “Hay sectores republicanos que rechazan cualquier cosa que él quiera hacer, y eso dificulta la creación de una política coherente”, afirmó.
La posición del expresidente del Consejo Nacional de Inteligencia también resalta la paradoja del actual escenario: mientras la Casa Blanca estudia un mayor involucramiento militar en apoyo a Kiev, Trump aún proyecta la idea de dejar como legado una distensión con Rusia, en la línea de su encuentro con Putin en Anchorage.
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