Mientras Argentina alterna reclamos diplomáticos, gestos de acercamiento y silencios incómodos, el Reino Unido lleva décadas consolidando su presencia en el Atlántico Sur y la Antártida. No es nuevo: desde la cooperación naval con Chile y el uso de Punta Arenas como plataforma logística, hasta los acuerdos con Uruguay y la venta de buques de gran porte a Brasil, Londres tejió una red regional que se profundizó en los últimos años. Cada pieza suma acceso, proyección o legitimidad, y en conjunto configuran un entramado que funciona como andamiaje estratégico en el sur.

El resultado es visible: vuelos militares y buques logisticos que encadenan Malvinas–Punta Arenas–Antártida, acuerdos con fuerzas uruguayas, acuerdos de venta de buque a la Marina de Brasil y proyectos hidrocarburíferos en aguas de las Islas Malvinas. A esa red se suma un capítulo más sensible: las conversaciones militares entre Buenos Aires y Londres, confirmadas en informes oficiales y medios británicos, que abren una vía técnica para discutir el veto histórico al reequipamiento argentino. En paralelo, concursos culturales, billetes con el rostro del rey y obras de infraestructura dual transforman la ocupación británica en rutina. Mientras tanto, la política argentina oscila entre el rechazo formal y el pragmatismo, sin terminar de articular una estrategia que convierta su reclamo en capacidad concreta o una reversión de la relación que se mantiene con Londres.
Una arquitectura regional que normaliza la presencia de Londres
Chile se consolidó como la bisagra logística británica en el Cono Sur. Punta Arenas funciona como hub de entrada y salida hacia la Antártida, con vuelos del A400M Atlas procedente de Malvinas y con presencia regular del rompehielos HMS Protector y el buque de investigación Sir David Attenborough. La cooperación no se limita a la logística: la Armada chilena mantiene una relación de larga data con la Real Armada Británica, que incluye formación de oficiales, transferencia de buques y procedimientos comunes. La eventual cesión de la fragata HMS Argyll se enmarca en esa tradición y refuerza la interoperabilidad. Para Londres, Chile ofrece previsibilidad operativa; para Santiago, respaldo político y acceso a tecnología.

Brasil, por su parte, amplió su vínculo con el Reino Unido al oficializar la compra del HMS Bulwark, que pasará a incorporarse como NDM Oiapoque. Con antecedentes como la adquisición del ex HMS Ocean, hoy NAM Atlântico, la Marina brasileña da un salto cualitativo en proyección anfibia y respuesta humanitaria. Más allá de lo técnico, la operación tiene un fuerte valor político: Brasil refuerza su condición de socio preferencial de Londres en la región y muestra voluntad de proyectar poder en la llamada “Amazonía Azul”.
Uruguay completa el triángulo con una cooperación más discreta pero igualmente significativa. La declaración conjunta de 2022 entre Lacalle Pou y Boris Johnson abrió la puerta a entrenamientos, apoyo en operaciones de paz y coordinación en materia antártica. En la práctica, Montevideo ha servido como escala técnica para aeronaves británicas desplegadas desde Malvinas hacia la Antártida, como el A400M Atlas, lo que confirma su utilidad logística en la red británica. Sin necesidad de bases permanentes, el Reino Unido garantiza tránsito seguro y previsibilidad operativa, mientras Uruguay capitaliza vínculos en defensa y comercio sin asumir un costo político interno elevado.

Malvinas: entre petróleo, concursos y propaganda
El frente económico se tensó con el avance del proyecto hidrocarburífero Sea Lion, impulsado por Rockhopper y la empresa israelí Navitas Petroleum. Pese a las resoluciones de la ONU que instan a evitar cambios unilaterales, Londres avanza con licencias y financiamiento en la Cuenca Malvinas Norte. Cancillería volvió a calificar de ilegales esas operaciones, aunque el contraste entre comunicados y la capacidad británica de ejecutar proyectos refleja una asimetría estructural.
En paralelo, Londres sostiene una ofensiva simbólica y política: concursos culturales que presentan a los isleños como “vecinos”, emisión de billetes con la imagen de Carlos III y obras de infraestructura con componentes civiles y militares. Cada gesto busca naturalizar la ocupación y reforzar la identidad británica en el archipiélago. La respuesta argentina, entre el rechazo formal y el silencio, corre el riesgo de ser insuficiente frente a una estrategia que avanza por acumulación y rutina.

Conversaciones militares Argentina–Reino Unido
En este tablero también aparece un capítulo incómodo: los contactos militares discretos entre Buenos Aires y Londres. Según reveló, se reabrieron canales técnicos con el Reino Unido y en un eventual caso, para discutir el histórico veto al reequipamiento militar. El punto de inflexión fue la compra de los F-16 daneses con aval estadounidense y la apertura de un ciclo de acercamiento entre los países en materia de Defensa.
El dilema es político: mientras el Reino Unido mantiene y refuerza su despliegue militar en Malvinas con Typhoon, patrulleros y rotación de tropas, Argentina busca compatibilizar el reclamo soberano con la necesidad de modernizar sus Fuerzas Armadas. El gobierno de Javier Milei apuesta a un alineamiento con Occidente y a una inserción en el esquema OTAN, pero la línea es delgada: los contactos técnicos pueden interpretarse como pragmatismo estratégico o como concesión tácita a la narrativa británica de autodeterminación.

Una estrategia británica de acumulación
La lógica británica en el Atlántico Sur no se sostiene en grandes gestos, sino en la acumulación de hechos. Londres arma un trípode: logística estable, con cadenas Malvinas–Punta Arenas–Antártida y escalas en Montevideo; interoperabilidad incremental, con Chile y Brasil integrando material, entrenamiento y doctrina; y legitimidad por rutina, a través de gestos simbólicos naturalizan la ocupación. No se trata de un despliegue, sino de un poder infraestructural que opera en silencio y se consolida con cada temporada antártica, cada escala y cada contrato firmado.
En ese esquema, la consecuencia es clara: la presencia británica ya no necesita justificarse, porque se exhibe en la práctica. Para Argentina, el desafío no está solo en denunciar, sino en reconocer que la disputa se juega en un terreno donde la evidencia operativa pesa más que cualquier declaración.

La encrucijada de la Política Exterior Argentina
En el Atlántico Sur, lo que cuenta no es la contundencia de los comunicados, sino la consistencia de las capacidades. Londres lo entendió y por eso construye su poder a través de hechos acumulativos: vuelos, patrullajes, buques, entrenamientos y proyectos que convierten la presencia británica en un dato asumido de la región. Argentina, en cambio, oscila entre la protesta formal, los gestos pragmáticos y la espera de que la política retórica compense la falta de acción.

Mientras el Reino Unido consolida, paso a paso, una red de apoyos que lo proyecta como actor estable en el Atlántico Sur y la Antártida, la Argentina de Javier Milei oscila entre comunicados de rechazo, gestos de acercamiento y silencios incómodos. Esa discontinuidad vuelve difícil traducir el reclamo soberano en una estrategia coherente, capaz de generar capacidades propias y sostener alianzas regionales.
La pregunta, entonces, no es si el Reino Unido dejó de ser una potencia hostil, sino si la actual administración está dispuesta a reinterpretar esa relación en clave de normalización, rompiendo con décadas de críticas sostenidas. Ese viraje abriría un nuevo escenario: uno en el que la disputa por Malvinas convive con canales de diálogo militar y económico, y donde el desafío será demostrar si esa ambigüedad fortalece el reclamo o lo debilita.
Te puede interesar: Chile y Reino Unido refuerzan su alianza militar y logística en medio de tensiones con Argentina















El viejo lema inglés “divide y reinarás!”, sumado al odio que nos tienen nuestros resentidos vecinos y los más resentidos kelpers.
El camino -junto con la diplomacia exterior- era el de la accion con planes como el “CONDOR II y los TR-1400” o sea invertir en defensa
Héctor, será que nós realmente somos os Ressentidos aqui? Ou será que são vocês que sempre, SEMPRE nos tratam como Lixo em todos os lugares possíveis (principalmente em todas as Redes Sociais da Internet, e até na Vida REAL), e vivem nos humilhando e rindo da gente por sermos “inferiores” ao seu povo?
Pensa direito. Pois vocês, Argentinos, são os que dão motivos para os seus Vizinhos te tratarem como Inimigos. E de todos os Vizinhos que vocês maltratam, nós, Brasileiros, somos os que mais temos motivos para ver vocês como os nossos Inimigos.
Rodrigo, sus palabras me confirman efectivamente el resentimiento que tiene, lo lamento por Ud., no por todos los brasileros.