El asesinato del activista conservador Charlie Kirk profundiza la violencia política en Estados Unidos. Al intento de magnicidio sobre Donald Trump se suman los atentados sobre legisladores demócratas en Minnesota de este año. Son preocupantes muestras de una tendencia que parece haber sumado un nuevo capítulo con el disparo que acabó con la vida de Kirk, mientras hablaba al aire libre con estudiantes de la universidad de Orem, en el estado de Utah.
“Creo que vale la pena tener algunas desafortunadas muertes por armas de fuego por año para poder tener la Segunda Enmienda, y proteger nuestros otros derechos dados por Dios”, dice Kirk en una intervención del pasado que circula por redes sociales luego de su asesinato. Solo segundos antes de ser alcanzado por una bala en el cuello, un estudiante buscaba exponerlo al preguntarle por la cantidad de tiroteos masivos en el país comparado con el número de tiradores transexuales. “¿Contando la violencia de pandillas?”, fueron sus últimas palabras.

La vida y muerte de Kirk aparecen ahora como testimonio del delicado momento que atraviesa Estados Unidos, donde vuelven a confluir dos fenómenos que ya atravesaban su sociedad: la degradación del debate público y la proliferación de armas de fuego.
El país norteamericano parece regresar así a un clima como el de la década del 60 del siglo pasado, cuando la violencia política dejó un largo listado de víctimas -en su mayoría progresistas- entre los que se contó el presidente John F. Kennedy, su hermano y candidato presidencial Robert Kennedy Jr. y los activistas por los derechos sociales Malcolm X y Martin Luther King.
Se profundiza la violencia política en Estados Unidos
La bala desviada de la cabeza de Donald Trump por milímetros mientras daba un acto en Butler, Pensilvania, fue una imagen poderosa al final de la campaña electoral, pero también el anticipo de una profundización de la violencia política en Estados Unidos.
Un año después del intento de magnicidio, un hombre vestido como policía se paró frente al porche de la residencia de Melissa Hortman, una prominente legisladora demócrata de 57 años perteneciente a la Cámara de Representantes de Minnesota. Cuando la funcionaria abrió la puerta, Vance Luther Bolter sacó un arma y la mató a ella y a su marido, Mark. Poco antes, había atacado de la misma manera al senador estatal John Hoffman y a su esposa, Yvette, quienes sobrevivieron al atentado.

Ambos habían sido objetivos políticos. Poco antes de detener a Bolter, la policía encontró en su auto un listado con legisladores estatales que planeaba atacar. Se trataba de figuras políticas asociadas a los derechos reproductivos o clínicas de aborto como Planned Parenthood, lo que alimentó la versión de que buscaba atacar este tipo de prácticas o instituciones. Los investigadores también encontraron un sermón brindado en un viaje evangelizador a la República Democrática del Congo donde criticaba agudamente a la comunidad LGBTQ: “Hay personas, especialmente en América, que no saben de qué sexo son, no conocen su orientación sexual, están confundidos. El enemigo se metió adentro de su mente y alma”.
El asesinato de Kirk, que galvanizaba a buena parte del electorado juvenil conservador con su organización Turning Point, muestra la transversalidad ideológica de la violencia, en un país donde los asesinos siempre parecen estar del otro lado. La respuesta oficial del gobierno estadounidense, que llegó con la voz de Donald Trump -que en público reconoció la ayuda de Kirk a su campaña- pareció destinada a profundizar el desencuentro producido por esta serie de asesinatos políticos cuando resumió: “La violencia política de la izquierda radical ha lastimado a demasiadas personas inocentes”.
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