A 80 años de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, Japón atraviesa un momento de reflexión y tensión. El pacifismo que ha guiado su política exterior desde la posguerra está siendo cuestionado ante el avance militar de China y Corea del Norte. En un contexto donde el armamento se expande y la seguridad regional se debilita, el país nipón enfrenta un profundo debate sobre su futuro estratégico. La evolución del entorno geopolítico ha generado un choque generacional y político en torno a los principios fundacionales de su Constitución.
El dilema japonés ante un entorno más hostil
La Constitución pacifista de Japón, redactada por EE.UU. tras la Segunda Guerra Mundial, prohíbe explícitamente la guerra como medio para resolver disputas internacionales. El artículo 9 se convirtió en símbolo de una nación comprometida con la paz. Sin embargo, la percepción de amenaza provocada por las ambiciones de China, el programa nuclear norcoreano y la agresividad rusa ha generado un renovado impulso para reinterpretar (e incluso reformar) dicho principio. Las Fuerzas de Autodefensa de Japón, aunque limitadas en su mandato, han aumentado su presupuesto y capacidades tecnológicas hasta alcanzar niveles récord en la historia militar japonesa.

Mientras tanto, el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki aún pesa. Organizaciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja y asociaciones de hibakusha (supervivientes de las bombas atómicas) advierten que las armas nucleares siguen siendo una amenaza inaceptable y que cualquier uso sería una catástrofe humanitaria. Sin embargo, con una población cada vez más alejada de aquellos horrores, y líderes como el exprimer ministro Fumio Kishida adoptando posturas ambiguas entre el desarme y la disuasión nuclear, Japón parece inclinarse hacia una política más pragmática de defensa robusta, sin abandonar del todo su retórica de paz.
EE.UU. y Japón se reconfiguran frente a China y Corea del Norte
Desde la posguerra, la alianza con EE.UU. ha sido la piedra angular de la política de seguridad japonesa. Con más de 80 instalaciones militares estadounidenses y más de 60.000 efectivos desplegados en suelo japonés, Washington ha garantizado la defensa del archipiélago a cambio de una política exterior pacifista. Sin embargo, la creciente amenaza de China, el avance nuclear de Corea del Norte y la guerra en Ucrania han forzado a Tokio a asumir un rol más activo.

Este fortalecimiento defensivo cuenta con el respaldo explícito de EE.UU., que considera a Japón un pilar en su estrategia en el Indo-Pacífico. Ambos países colaboran en tecnología balística, inteligencia artificial, defensa cibernética y ejercicios conjuntos, especialmente enfocados en escenarios de conflicto en el Estrecho de Taiwán. La doctrina de disuasión nuclear también ha cobrado fuerza en Tokio, pese a su retórica de desarme, alimentada por el temor a que Washington no siempre garantice su protección. Así, Japón navega un equilibrio complejo entre su memoria histórica de Hiroshima y Nagasaki, y la necesidad percibida de prepararse para un futuro cada vez más inestable.
Te puede interesar: China y Rusia refuerzan su alianza militar con ejercicios navales y aéreos en el Pacífico en pleno auge de tensiones con Japón y EE.UU.














