La semana pasada, Escenario Mundial arribó a Israel para participar de una extensa cobertura, marcada por programas que abordaron temas claves como las particularidades de la sociedad luego del atentado del 7 de octubre, la geopolítica de Medio Oriente y los efectos de la guerra con Hamás, que casi dos años después aún continúa su curso. Los diversos encuentros con académicos, diplomáticos y testimonios de la actualidad israelí aportaron una profunda visión sobre el contexto nacional, así como también el día a día (y futuro) del actual conflicto.

Una de las charlas más embebidas de actualidad fue dictada por el teniente coronel a cargo del COGAT, organismo que articula al Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel con la cartera de Defensa en los territorios palestinos. Durante el encuentro, llevado a cabo en la Cancillería, el funcionario destacó que las fuerzas participantes de las actividades cotidianas no se centran en el combate actual, sino más bien en coordinar la ayuda humanitaria en curso.
Entre la narrativa israelí y la crisis humanitaria
La actual guerra, que ya lleva 22 meses de continuidad, ha sido objeto de crecientes críticas por parte de la comunidad internacional y diversos medios de comunicación. Las demandas se centran en que la administración de Benjamín Netanyahu debe poner fin a las hostilidades y garantizar la liberación de los rehenes apresados por Hamás, además de acusar a Israel de utilizar el hambre entre la población civil palestina como arma de guerra en la Franja de Gaza.
Mientras la presión internacional se intensifica sobre el gobierno de Bibi, dentro del país predomina una narrativa distinta. Las imágenes de niños desnutridos, hospitales colapsados y edificios hecho ruinas han ocupado las portadas de los medios internacionales. Sin embargo, en ciudades como Tel Aviv y Jerusalén, gran parte de la población sostiene que Israel no está “hambreando” a los gazatíes, sino que impulsa activamente la ayuda humanitaria.

Por ejemplo, durante la mencionada reunión con el COGAT, se detallaron los pasos activos para el ingreso de insumos a Gaza, siendo Erez, Puerta 96 y Kerem Shalom como algunos de los principales. En el pasado, también funcionaban otros canales de distribución como Rafah, aunque ahora predomina el uso de “airdrops” (es decir, el lanzamiento desde aviones, principalmente, de alimentos y asistencia en general, soltando estos paquetes en una especie de paracaídas).
Sin embargo, desde el COGAT afirmaron también que Hamás intercepta gran parte de la ayuda humanitaria, desviando alimentos y recursos mediante métodos que ya han sido documentados en informes oficiales. La Fundación Humanitaria de Gaza (Gaza Humanitarian Foundation) y diversas ONGs de la ONU operan en paralelo, aunque el proceso de distribución enfrenta obstáculos: “La gente irrumpe esos camiones y se autodistribuye”, explicó el titular del COGAT, lo que genera “imágenes internacionales confusas” sobre lo que debería ser un proceso estructurado, subrayó.
En un reciente video de las Fuerzas de Seguridad de Israel (FDI), publicado en su canal oficial de Youtube, el coronel Abdullah Halabi, jefe de la Administración de Coordinación y Enlace para Gaza, sustentó la postura del país. “Israel no limita la cantidad de camiones que ingresan a la Franja de Gaza. Es el problema de la recolección lo que impide la entrega continua de ayuda humanitaria. Hamás lleva a cabo una campaña de propaganda falsa y deliberada no por preocupación por los residentes en Gaza, sino como una táctica de presión en el marco de las negociaciones”, subrayó.

Desde el organismo, pero también desde la población en general, se insiste en que el enemigo es Hamás, no los palestinos, y que la guerra no se desarrolla bajo las reglas convencionales del derecho internacional. El desafío central, según el COGAT, es garantizar un flujo constante y seguro de insumos sin permitir la apropiación indebida de los mismos por parte de Hamás.
Israel post-7 de octubre: tres factores que explican la complejidad del conflicto
En paralelo, y a modo general, los primeros días en Israel permitieron observar en primera persona que Israel, a casi dos años del ataque de Hamás, enfrenta dificultades estructurales para poner fin al conflicto. En primer lugar, el país combate contra un actor no estatal, lo que dificulta la aplicación de normas internacionales y la legitimidad de las acciones en el campo de batalla.
Antes del 7 de octubre, unos 20.000 gazatíes cruzaban diariamente a Israel para trabajar, estudiar y realizar otras actividades. Hoy, esa dinámica está completamente interrumpida, y el ingreso de palestinos representa para Israel un potencial riesgo para la seguridad nacional.

El impacto social del 7 de octubre podría definirse como un segundo factor. Y es que no existe ciudadano israelí que minimice los hechos ocurridos aquel mes de 2023, principalmente porque los sistemas educativo, sanitario y de infraestructura están diseñados para proteger a la población frente a ataques aéreos. Sin embargo, la masacre de ciudadanos por parte de Hamás marcó un punto de inflexión: la ofensiva terrestre del grupo superó con creces los refugios, búnkers y previsiones que Israel tenía hasta entonces.
Desde lo acontecido, el Mossad y las FDI han reformulado sus tácticas, con incursiones nocturnas constantes en Gaza para evitar otro 7 de octubre. Pero Israel -y podría decirse, gran parte de su población- difícilmente podrá recomponerse de las fallas que, deliberadamente o no, llevaron a que un acontecimiento como tal haya tenido lugar en territorio nacional. Muchos de los testimonios recogidos a lo largo de la cobertura repiten un argumento casi repetitivo: Israel subestimó a Hamás y sus intenciones.

Un tercer y último factor—objeto de cientos de miles de publicaciones y décadas de historia— podría considerarse la complejidad intrínseca de la sociedad israelí. Si bien en el país predomina la religión judía, existen marcadas diferencias entre creyentes, religiosos y ultraortodoxos. También coexisten musulmanes, no practicantes, beduinos y drusos. Y aunque las posturas frente al conflicto varían, existe un consenso transversal: la guerra con Hamás debe terminar. Algunos sectores reclaman una solución por la fuerza; otros, un acuerdo de paz negociado.
Identidad, relato y ayuda humanitaria: los límites de para la paz
Más allá del frente militar, Israel se enfrenta a una encrucijada estructural que trasciende el conflicto con Hamás. Por ejemplo, la tan debatida “solución de dos Estados” es rechazada por amplios sectores, no sólo por su inviabilidad geográfica y política, sino porque implicaría redefinir los pilares estratégicos del Estado israelí. En este contexto, la coexistencia territorial con un enclave palestino legalmente constituido dentro de sus fronteras configuraría un escenario aún más complejo.
La guerra con Hamás no sólo se libra en el terreno, también se disputa en el plano simbólico, en la narrativa internacional y en la logística de la ayuda humanitaria, convertida en un campo de batalla político y mediático. La multiplicidad de estos factores conjugan una actualidad en donde la paz parece tan urgente como difícil de alcanzar.
Te puede interesar: En medio de rumores sobre una posible ocupación de Gaza, Netanyahu reúne a su gabinete para definir el rumbo de la guerra












