En diciembre de 2024, el gobierno canadiense presentó una nueva política para el Ártico que propone reforzar la soberanía sobre el vasto territorio del Alto Norte, que abarca un cuarto de toda la región ártica. En búsqueda de adoptar una mirada más proactiva, diversos estudios han emitido recomendaciones para que Canadá comience a implementar, reconociendo principalmente que la evolución geopolítica en el Ártico exige acciones concretas en seguridad, desarrollo e inclusión.

“La estabilidad y prosperidad del Ártico depende de una presencia estatal efectiva”, afirmó la entonces ministra de Asuntos Exteriores, Mélanie Joly. Este fue uno de los puntapiés iniciales que marcaron un giro discursivo para la política ártica del país, que muchos analistas ven como una rectificación histórica.
De la soberanía legal a la soberanía efectiva
Estudios como el RAND de 2023, advierten que la presencia de Ottawa en el Ártico es débil fuera de Iqaluit, la capital de Nunavut. Puntualmente, debido a infraestructuras precarias, logística limitada y baja calidad de vida para los residentes del norte, en su mayoría pueblos indígenas.
Los expertos consideran que existe una brecha entre la soberanía de jure y la de facto, marcada por la ausencia de servicios estratégicos. Más que nada, porque esta realidad dificulta la capacidad del Estado para garantizar control territorial y prevenir amenazas híbridas, que combinan componentes civiles y militares.

En este contexto, la nueva política ártica de Canadá propone inversiones que integren infraestructura, seguridad y cohesión social. Por ejemplo, algunas de las recomendaciones realizadas por expertos incluyen modernizar el Comando de Defensa Aeroespacial Norteamericano (NORAD, por sus siglas en inglés) y expandir ejercicios conjuntos con la OTAN.
En simultáneo, los expertos proponen sumar a Canadá a la Fuerza Expedicionaria Conjunta (JEF) y reforzar el diálogo estratégico con los Estados nórdicos, ya que la incorporación “mejoraría la cooperación política y militar en el norte y convertiría a la JEF en un verdadero marco euroatlántico, aumentando así su presencia, eficacia operativa y capacidad de disuasión”. Los analistas consideran que este tipo de pasos son cruciales para convertirse en un líder mundial en entrenamiento polar, pero también para consolidar la soberanía canadiense en el Ártico y proteger los intereses del país en un espacio con cada vez más relevancia geopolítica
Inversión, transparencia y desarrollo local
Paralelo a las recomendaciones en aspectos más técnicos y militares, los analistas consideran que la clave para sostener la soberanía canadiense en el Ártico implica tener aún más en cuenta a la población del continente blanco. Principalmente, porque las comunidades árticas deben dejar de ser territorios aislados para convertirse en “nodos” estratégicos de conectividad e influencia nacional.

Por ende, se torna fundamental impulsar estrategias ligadas a la mejora de hospitales, aeropuertos, escuelas y viviendas, así como también reducir los costos logísticos y elevar las oportunidades económicas mediante iniciativas público-privadas. Pueden sumarse propuestas como un Banco de Desarrollo del Ártico, la construcción de corredores logísticos como el proyecto Gray’s Bay o el puerto de James Bay, junto a mecanismos de transparencia para incentivar la inversión extranjera directa.
En cada uno de estos proyectos, es fundamental que Canadá promueva este tipo de modificaciones teniendo como eje sus intereses soberanos. Como señala el Center for Naval Analyses, el Ártico se gana con infraestructura, conocimiento de dominio y compromiso político.
Te puede interesar: Estados Unidos busca contrarrestar el dominio ruso y chino en el Ártico con el envío de 11.000 millones de dólares a rompehielos de la Guardia Costera estadounidense













