EE.UU está cediendo espacio clave en la guerra mediática contra China tras reducir drásticamente los fondos destinados a Radio Free Asia (RFA) y otros medios públicos en el continente asiático. Esta retirada estratégica, impulsada por una orden ejecutiva de la administración Trump, ha debilitado la capacidad informativa estadounidense justo cuando Pekín refuerza su aparato propagandístico en idiomas locales, como el tibetano y el uigur. Mientras RFA suspende emisiones y pone a su personal en licencia sin sueldo, el Partido Comunista Chino suma frecuencias, jamming y programación estatal en regiones altamente controladas como Xinjiang y el Tíbet.
El repliegue informativo de EE.UU. en Asia
El cierre parcial de Radio Free Asia (RFA), una de las principales herramientas mediáticas del gobierno estadounidense en Asia, marca un giro significativo en la estrategia comunicacional de EE.UU. en la región. Tras una orden ejecutiva de la administración Trump, que ordenó recortes drásticos al presupuesto de la Agencia de Estados Unidos para Medios Globales (USAGM), RFA suspendió sus emisiones en más de 60 frecuencias de onda corta, afectando particularmente a las poblaciones tibetana y uigur. La decisión dejó a millones sin acceso a fuentes alternativas de información, en contextos donde la censura digital y la represión estatal bloquean casi todo contenido independiente.

La retirada de EE.UU. no solo redujo su presencia informativa, sino que también debilitó su influencia moral y diplomática en Asia. Medios como RFA no eran solo portavoces del discurso occidental sobre derechos humanos y democracia; también eran herramientas clave en la competencia estratégica contra el poder blando de China. La falta de cobertura en idiomas locales como el tibetano, uigur, laosiano o birmano ha dejado un vacío que, según analistas, Pekín no va a tardar en llenar.
China avanza en la guerra informativa con nuevas estrategias propagandísticas
Con la retirada de Radio Free Asia, China redobló su ofensiva propagandística en el continente asiático, ampliando tanto el volumen como la sofisticación de sus contenidos. A través del conglomerado estatal China Media Group (que incluye a China Radio International y otras emisoras) Pekín sumó más de 80 nuevas frecuencias de emisión en los últimos meses, muchas de ellas en idiomas minoritarios como el uigur y el tibetano. Estos programas no solo refuerzan la retórica oficial, sino que se utilizan como instrumentos para “penetrar el corazón del pueblo”, según funcionarios del departamento de propaganda.

La estrategia china no se limita al ámbito local. El gobierno de Xi Jinping está invirtiendo millones en la internacionalización de su narrativa, con emisiones en más de 65 idiomas, producción de contenido para redes sociales, y una red de influencers, académicos y medios internacionales afines. Este esfuerzo busca contrarrestar las críticas occidentales, además de proyectar a China como un modelo alternativo de modernidad autoritaria. El vacío dejado por Washington le ofrece a Pekín la posibilidad de consolidar su hegemonía informativa en Asia, reforzando su legitimidad interna y expandiendo su influencia externa.
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