Haití se encuentra sumido en un período de crisis política y caos sin precedentes, enfrentando la presencia de hasta 200 pandillas, 20 de ellas operando en la capital, Puerto Príncipe. Los disturbios llevaron al cierre de infraestructuras clave, liberación masiva de reclusos y un estado de emergencia prorrogado.
La crisis forzó al primer ministro, Ariel Henry, a permanecer en Puerto Rico, mientras se desatan caos y saqueos en su ausencia. Mientras que Estados Unidos y países caribeños vecinos buscan una resolución, incluyendo un plan de Gobierno de transición, para restaurar el orden en la nación.
En este sentido, son dos las organizaciones principales encargadas de controlar áreas empobrecidas en Puerto Principe: G-Pèp y Familia G-9. Estas pandillas, históricamente vinculadas a partidos políticos – como el G-9 que está afiliado al partido gobernante Haitian Tèt Kale – desencadenaron el caos apoderándose de puertos, carreteras y atacando instituciones estatales. El conflicto se agrava por rivalidades y alianzas entre los grupos.
Objetivos de las Pandillas
La alianza informal “Vivre Ensemble” (Vivir Juntos) liderada por pandillas busca derrocar al Gobierno y evitar la intervención internacional. Su objetivo es controlar barrios uno por uno, establecer un consejo de gobierno y participar en la elección de sus miembros. La pandilla G-9, encabezada por Jimmy Chérizier, conocido como Barbacoa, emergió como líder público, abogando por una “revolución armada” y un cambio en la estructura del país.
Recientemente, Jimmy Chérizier asumió un papel público en la alianza “Vivir Juntos”. Aunque se le acusa de dirigir masacres y ataques, recientemente adoptó un tono más conciliador, ofreciendo disculpas por los saqueos. Expertos señalan una evolución hacia una retórica política, sugiriendo que las pandillas buscan soluciones que mantengan su poder, incluida la amnistía por crímenes pasados.
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Fuente: The New York Times
