Por Diana Verónica Castro Ludeña, María Jorgelina Giménez Ruiz y Ingnacio Grassia miembros del Observatorio Universitario de Terrorismo

El terrorismo en América es un fenómeno difícil de comprender por tres razones: la progresión histórica de su desarrollo, los límites difusos entre medios y fines y el uso político-mediático que se hace de sus categorías más representativas.

En América se habla constantemente de terrorismo, ya sea desde los medios de comunicación o desde los departamentos de prensa estatales. Efectivamente, en el continente podemos reconocer: contextos en los que cotidianamente se vive bajo un terror social generalizado; existen organizaciones que producen estos ambientes de pánico porque les son propicios a sus fines; generalmente las víctimas de los actos de violencia son poblaciones no beligerantes tomadas por sorpresa. Todas estas son características que conceptualmente le son propias al fenómeno. Sin embargo, si analizamos la teoría desde el contexto particular de América, se vuelve muy difícil etiquetar a los hechos de violencia articulada que suceden como terrorismo. Las dimensiones política, social y económica se entrecruzan de manera compleja, volviendo al terrorismo un problema conceptual arduo pero necesario de resolver.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que, históricamente, el terrorismo se ha visto ligado a otros fenómenos políticos y sociales cuyos protagonistas lo utilizan como un medio entre otros. Podemos distinguir dos etapas generalizadas en el continente: la primera se sitúa simbólicamente a partir de la Revolución Cubana de 1959, cuando las guerrillas latinoamericanas se organizaron en torno al ideal de la revolución de una manera más o menos orgánica. La segunda etapa comienza a partir del cierre del ciclo dictatorial a finales de los 80’, pudiendo reconocer tres líneas: las guerrillas aún activas que cambian sus modalidades o su propia naturaleza (el Sendero Luminoso en Perú, el EPP en Paraguay o las FARC en Colombia), el crimen organizado (sobre todo el circuito del narcotráfico) y un fenómeno más reciente bajo el nombre generalísimo de “crímenes de odio” (perpetrados por supremacistas raciales o radicales de ultraderecha).

El segundo punto que debemos considerar es de orden teórico: en América es muy difícil de definir si es que el terror se constituye como un medio escogido para alcanzar un fin o como un producto colateral de un fenómeno más amplio. Es necesario diferenciar qué tipo de fin es el que se busca: por ejemplo, el terrorismo de base fundamentalista religiosa persigue fines políticos (a grandes rasgos, la expulsión de Occidente de Medio Oriente y la instauración de la Sharía o Ley Islámica); pero si tenemos en cuenta al crimen organizado como el narcotráfico, los fines son económicos (el lucro desde la comercialización ilegal de drogas). Solamente en el primer caso podemos considerar como terrorismo al fenómeno en cuestión. El que se produzca un ambiente de pánico y terror generalizado, no implica necesariamente que quien lo genera es un terrorista.

El tercer punto importante es de orden práctico: constantemente, tanto en la prensa como de la boca de funcionarios públicos, las categorías de “terrorismo”, “terrorista” o “atentado” aparecen para calificar hechos y fenómenos increíblemente diferentes entre sí. De esta manera, los usos del terrorismo como concepto generan un clima generalizado de confusión con respecto a su naturaleza. Lo cual impide un consenso generalizado, tanto académica como socialmente, con respecto a lo realmente es el terrorismo lo que, por extensión, limita la respuesta de los Estados para paliar las problemáticas de violencia en el continente.

En fin, podemos decir que una clave para poder analizar los distintos fenómenos de violencia política que ocurren en América sería distinguir el origen de la existencia del terror: si se constituye como un medio, como un fin inmediato para lograr otra cosa, o como un efecto colateral de otras dinámicas en desarrollo. El objetivo de este artículo no fue dar respuestas claras y precisas sobre si es que en América podemos encontrar terrorismo, sino el de exhibir que es una problemática conceptual con diversas aristas sobre las que hay que continuar investigando.

Diana Verónica Castro Ludeña: Estudiante avanzado de comunicación social. Investigadora del área de América del OUT. Integrante del equipo de difusión del OUT

María Jorgelina Gimenez Ruiz: Licenciada en Ciencia Política. Maestranda en Relaciones Internacionales. Responsable del área de América del OUT.

Ignacio Grassia: Estudiante avanzado de Ciencias Políticas. Estudiante de Historia y Letras. Responsable del área de Investigación del OUT

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Observatorio Universitario de Terrorismo
El Observatorio Universitario de Terrorismo se presenta como un espacio que aspira a fomentar el análisis del terrorismo; a abrir el debate y la reflexión sobre el fenómeno en los claustros universitarios y, también, a instalarlo en los medios de comunicación. Se trata de un equipo interdisciplinario de más de treinta personas, entre estudiantes y jóvenes egresados. Se enmarca en el Departamento de Seguridad y Defensa del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y es parte también del seno del Consejo Federal de Estudios Internacionales (CoFEI). Está dirigido por la Mg. Patricia Kreibohm y coordinado por la Lic. Jessica Petrino. Consultas: out@iri.edu.ar | Redes (Facebook, Twitter, Instagram, Linkedin) @outerrorismo

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