El 2025 de Javier Milei al frente de la política exterior argentina dejó un vínculo ambivalente con la Sudamérica. Mientras el discurso presidencial cuestionó abiertamente los esquemas tradicionales de integración regional, la práctica diplomática mostró que Argentina continuó dependiendo del Mercosur y de sus socios regionales como plataforma económica, institucional y estratégica.

En este sentido, el Mercosur fue el principal escenario de esa contradicción. A lo largo de este corriente año, Milei definió al bloque como una “cárcel burocrática” y un obstáculo para el progreso económico, llegando incluso a sugerir que Argentina podría avanzar sola o abandonar el esquema si no se avanzaba hacia una mayor flexibilización. Sin embargo, fue su propio gobierno el que impulsó con mayor énfasis la concreción del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, considerado uno de los entendimientos comerciales más relevantes de las últimas décadas para la región.
En este punto, la distancia entre el discurso presidencial y la acción concreta fue evidente. Aunque Milei insistió en la liberalización unilateral y en acuerdos bilaterales por fuera del bloque, su gobierno promovió la ampliación de excepciones al Arancel Externo Común y defendió el Mercosur como vehículo indispensable para acceder a mercados globales en un contexto de creciente proteccionismo internacional.
El Brasil de Lula, un punto de inflexión para Milei
La relación con Brasil, socio central de Argentina, reflejó con claridad esta dinámica. Las tensiones ideológicas entre Milei y Luiz Inácio Lula da Silva atravesaron buena parte del año, con cruces públicos, diferencias sobre la Agenda 2030 y visiones opuestas sobre el rol del Estado y la integración regional. Sin embargo, ambos países lograron preservar la cooperación en áreas estratégicas como comercio, energía y aranceles, y coordinar posiciones clave dentro del Mercosur, particularmente frente al nuevo freno que puso el bloque europeo para la firma del acuerdo comercial.
Durante las cumbres del bloque, el contrapunto fue explícito, ya que, mientras Milei reclamó un Mercosur más flexible y orientado al libre comercio global, Lula defendió un esquema más proteccionista, con eje en el desarrollo sostenible, la industria regional y la autonomía financiera sudamericana. Aun así, ambos coincidieron en la necesidad de cerrar el acuerdo con la Unión Europea, mostrando que el pragmatismo económico logró imponerse sobre la confrontación ideológica.
La política exterior de Argentina en la región fue entre estable y tensa
Por otra parte, las relaciones bilaterales con Chile atravesaron un año particularmente complejo. A los cruces retóricos y episodios diplomáticos se sumaron preocupaciones estratégicas vinculadas al Atlántico Sur y a proyectos de infraestructura en Ushuaia, con eventual participación del Comando Sur de Estados Unidos. Desde Santiago, estas iniciativas fueron observadas con recelo, alimentando una desconfianza que refleja la sensibilidad geopolítica de la región austral.

En contraste, los vínculos con Uruguay y Paraguay fueron más estables y pragmáticos, con cooperación en logística, navegación fluvial y comercio intrarregional. Estos lazos mostraron que, incluso en un contexto de baja prioridad política para Sudamérica, Argentina continuó necesitando entendimientos funcionales con sus vecinos inmediatos.
Poca inversión política en Sudamérica, mayor importancia a EE.UU.
En términos más amplios, la política regional de Milei estuvo signada por una menor inversión política en Sudamérica. Su preferencia por alineamientos extrarregionales y por acuerdos bilaterales redujo la centralidad de los foros regionales como espacios de construcción política, aunque no logró reemplazarlos plenamente como herramientas de inserción económica.
El balance de 2025 sugiere que, más allá de la retórica disruptiva, Argentina necesita al Mercosur, y a la región, más de lo que el propio presidente admite. En un escenario global fragmentado, con Estados Unidos endureciendo barreras comerciales y China profundizando su presencia en América Latina, el bloque regional sigue ofreciendo una plataforma de negociación colectiva, estabilidad institucional y proyección internacional que un país aislado difícilmente podría replicar.
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