A pocos días del despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe en décadas -en el marco de la llamada operación Operation Southern Spear-, los respaldos del gobierno de Maduro parecen agrietarse. Los aliados tradicionales de Venezuela, sobre todo Rusia y China, redujeron su nivel de compromiso. Lo que hasta hace unos años era una alianza sólida basada en asistencia militar, financiamiento y cooperación petrolera, hoy se reduce a gestos simbólicos ante amenazas crecientes.

Pese a que Caracas había construido un entramado de dependencia con Moscú y Pekín, la realidad internacional y las prioridades de esos países cambiaron. Rusia, tensada por una guerra prolongada en Europa, y China, cauta ante su delicada relación comercial con Estados Unidos, evitan profundizar su apoyo a Maduro. Así lo observa el analista Vladímir Rouvinski, citado por el Wall Street Journal: “Estos son gestos pequeños que no serán suficientes si Estados Unidos recurre a la fuerza letal”.
En las últimas semanas, según documentos revelados por The Washington Post, el Gobierno venezolano habría enviado cartas formales a Rusia y China solicitando ayuda militar que incluye misiles, radares, reparación de aviones, incluso “cooperación militar ampliada”. Pero la respuesta, de haberse producido, resultó ser nada comparable con lo ofrecido en el pasado.
El caso de China es especialmente significativo, ya que aunque el gigante asiático reiteró su apoyo a la “soberanía y estabilidad” de Venezuela, su respaldo se limita a declaraciones diplomáticas. No existe ningún acuerdo público de defensa entre ambos países, y dada la vulnerabilidad financiera de empresas chinas que operaban en Venezuela -muchas con contratos suspendidos por impagos-, el Gobierno de Xi Jinping parece priorizar sus intereses comerciales y evitar riesgos estratégicos innecesarios.
China y Rusia elijen priorizar sus intereses nacionales por sobre el respaldo a Maduro
Rusia, por su parte, mantiene ciertos vínculos económicos con Caracas -contratos energéticos, derechos de exploración, etc.- que le ofrecen beneficios estratégicos incluso sin una implicación militar directa. Pero con su atención puesta en su conflicto con Ucrania, y su capacidad militar limitada, optar por una intervención real en Venezuela podría conllevar costos mayores para Moscú. Algunos analistas señalan que la propia tensión de Estados Unidos sobre Venezuela podría servir a los intereses de Rusia al desviar la atención estadounidense de Europa.

En ese contexto, la estrategia de Maduro de recurrir a sus socios de siempre se enfrenta a una realidad más cruda y pragmática que revela que los intereses nacionales de Rusia y China hoy priorizan la estabilidad económica y las relaciones con Occidente, por sobre un compromiso abierto con Venezuela. El antiguo “eje anti-estadounidense” se debilita, y Caracas -aislada y vulnerable- podría quedar expuesta a la presión de Washington sin respaldo externo contundente.
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