El regreso del portaaviones nuclear USS George Washington (CVN-73) a su base en Yokosuka, Japón, representa un movimiento importante dentro de la estrategia marítima de Estados Unidos en el Indo-Pacífico y podría introducir nuevas tensiones en una región ya marcada por la competencia militar entre países como China o Corea del Norte. Tras completar su operación de Reabastecimiento y Revisión Compleja (RCOH), el buque retoma su posición como el único portaaviones estadounidense desplegado de manera permanente en el área.

En este sentido, la reactivación completa del George Washington fortalece la capacidad de la Séptima Flota para operar a gran distancia, realizar misiones de disuasión, patrullaje marítimo, apoyo aéreo y asistencia regional. Su ala embarcada -que incluye F-35C, F/A-18 Super Hornet, aviones de vigilancia y helicópteros de combate- lo convierte en un activo capaz de reaccionar de manera rápida ante crisis, proyectar poder en escenarios sensibles y reforzar la red de alianzas de Estados Unidos con Japón, Corea del Sur, Filipinas y Australia.
Si bien este poder de respuesta inmediata es visto por los aliados como una garantía de protección, pero también es interpretado por actores rivales como una señal inequívoca de que Washington está dispuesto a sostener, e incluso aumentar, su presencia militar frente a cualquier intento de modificar el statu quo regional. En su momento, la llegada reciente del portaaviones USS Carl Vinson a Corea del Sur intensificó la presión sobre Corea del Norte. La advertencia emitida por mandatario norcoreano, Kim Jong un -quien acusó a Estados Unidos de “convertir en hábito” la demostración de fuerza-, ilustra aún hoy en día cómo la presencia simultánea de dos portaaviones nucleares en el noreste de Asia puede percibirse como una provocación.

La presencia del George Washington también añade complejidad a la disputa marítima en el Mar de China Meridional, donde las tensiones entre China y varios países del Sudeste Asiático siguen en aumento. Para Pekín, el regreso del portaaviones a Japón podría interpretarse como un intento de obstaculizar su control de rutas estratégicas y de contrapesar su presencia naval en áreas disputadas.
La reactivación del portaaviones en territorio japonés, por tanto, no es una variable aislada, ya que forma parte de un patrón más amplio de reafirmación militar estadounidense en el Indo-Pacífico, en un momento en que la competencia estratégica con China y la volatilidad en Corea del Norte se encuentran en sus niveles más altos en años. La región se vuelve más densa en términos de presencia naval, más propensa a fricciones y más dependiente de señales militares para interpretar intenciones.
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