China ejecutó en los últimos días el mayor despliegue naval y de guardacostas registrado hasta ahora en Asia oriental, con más de un centenar de buques operando de forma simultánea desde el Mar Amarillo hasta el Mar de China Meridional y el Pacífico occidental. El movimiento, detectado por servicios de inteligencia regionales y confirmado por varios funcionarios, supone un salto cualitativo en la capacidad de Beijing para coordinar operaciones marítimas de gran escala.

Aunque el número de unidades se redujo a unas 90 hacia este jueves, los reportes señalan que el operativo superó en volumen al despliegue masivo de diciembre de 2024 que ya había obligado a Taiwán a elevar su nivel de alerta. Para algunos analistas, se trata menos de un ejercicio de rutina y más de una demostración de fuerza destinada a probar los límites de respuesta de Taiwán, Japón y Estados Unidos.
Según fuentes de seguridad y documentos de inteligencia consultados por Reuters, los buques chinos —tanto de la Armada del EPL (PLAN) como de la Guardia Costera— se distribuyeron en un arco que va desde el sur del Mar Amarillo, atraviesa el Mar de China Oriental y el disputado Mar de China Meridional, y se proyecta hacia el Pacífico occidental. Algunos de estos grupos navales llevaron a cabo ataques simulados contra buques “enemigos” y ejercicios de negación de acceso, ensayando cómo impedir que fuerzas externas refuercen la región en caso de conflicto. Al menos cuatro formaciones navales chinas operaban en el Pacífico occidental al mismo tiempo, según la inteligencia taiwanesa, que monitorea de cerca los movimientos.
Tensión con Japón y reacción al refuerzo militar de Taiwán
El pico del despliegue se produjo poco después de que Beijing citara al embajador japonés para protestar por las declaraciones de la primera ministra Sanae Takaichi, quien advirtió que un ataque chino contra Taiwán podría considerarse una “situación de amenaza a la supervivencia” de Japón y habilitar la defensa colectiva. En paralelo, China reaccionó con dureza al anuncio del presidente taiwanés Lai Ching-te de un presupuesto suplementario de defensa de 40.000 millones de dólares hasta 2030, destinado a reforzar capacidades frente a la presión militar del EPL.
Beijing considera a la isla parte de su territorio y ha intensificado tanto las incursiones aéreas como la presencia naval alrededor del estrecho de Taiwán. Por ende, para los aliados de Estados Unidos en la región, lo novedoso no es solo el número de cascos, sino el patrón: despliegues masivos, coordinados y simultáneos en distintos sectores, capaces de saturar sensores y tiempos de reacción de las marinas vecinas. Esta dinámica encaja con la estrategia china de “zona gris”, que combina presencia militar, guardacostas y milicias marítimas para consolidar hechos consumados sin cruzar abiertamente el umbral de la guerra.
El factor portaaviones: Fujian y la ambición de una flota de “múltiples puentes”
El despliegue coincide con la acelerada modernización de la Armada china. En 2024 y 2025, el portaaviones Fujian —el primero con catapultas electromagnéticas— avanzó en sus pruebas de mar, mientras que el Liaoning y el Shandong completaron ciclos de entrenamiento intensivo, incluyendo operaciones alrededor de Taiwán y en el Mar de Filipinas. Una vez que el Fujian alcance plena capacidad operativa, algo previsto entre finales de 2025 y 2026, Beijing dispondrá de una tríada de portaaviones capaz de sostener operaciones aéreas prolongadas, combinar guerra anti-superficie, anti-submarina y electrónica, y extender su radio de acción sobre rutas críticas que conectan Japón, Taiwán, Filipinas y el estrecho de Malaca.

Informes especializados señalan que un cuarto portaaviones estaría ya en construcción, consolidando una flota pensada para operar en varios teatros a la vez. En este contexto, la actualidad del despliegue para Taiwán representa un escenario de presión sostenida: obliga a mantener altos niveles de alerta, dispersar activos navales y aéreos y destinar recursos crecientes a vigilancia y respuesta rápida. Cada “salida masiva” del EPL funciona como ensayo de bloqueo marítimo o de operaciones de interdicción contra líneas de suministro vitales para la isla.
Japón, por su parte, observa cómo la combinación de portaaviones, destructores, submarinos y guardacostas chinos se acerca a rutas clave en el Mar de China Oriental y alrededor de las islas Ryukyu. Tokio lleva años advirtiendo en sus Libros Blancos de Defensa que la expansión naval china busca ampliar la capacidad de operar en “espacios marítimos y aéreos más lejanos”, algo que este despliegue masivo parece confirmar. Pero la maniobra china no solo mira a sus vecinos inmediatos. Para Washington, Australia y Filipinas, la imagen de una flota capaz de coordinar más de cien unidades en distintos mares a la vez complica los cálculos de planificación de contingencias: desde la protección de convoyes hacia Taiwán hasta el refuerzo de bases en Japón, Guam o el norte de Luzón.
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