- Tras cinco horas de reunión con Putin en el Kremlin, Estados Unidos no logró un consenso con Rusia sobre el plan de paz para Ucrania.
- Moscú mantiene exigencias clave: reconocimiento de sus ganancias territoriales, límites al tamaño del ejército ucraniano y freno a la OTAN.
- En paralelo, la OTAN refuerza el apoyo militar a Ucrania para que no llegue debilitada a futuras negociaciones.
La visita de Jared Kushner y del enviado especial Steve Witkoff al Kremlin terminó, por ahora, sin acuerdo concreto. Tras unas cinco horas de reunión con Vladimir Putin y su equipo, ambos emisarios de la administración Trump abandonaron Moscú sin un texto de compromiso sobre la mesa, pese a que todas las partes coincidieron en calificar el encuentro como “constructivo” y “útil”.

Según el asesor presidencial ruso Yuri Ushakov, hubo puntos de la propuesta estadounidense aceptables para Moscú y otros directamente rechazados, pero “aún no existe una versión de compromiso” y “queda mucho trabajo por delante”. En paralelo, tanto Washington como el Kremlin acordaron mantener en reserva los detalles finos de lo conversado, en un intento por blindar el proceso de filtraciones que ya vienen tensionando a Kiev y a las capitales europeas.

Del polémico plan de 28 puntos a una propuesta “revisada”
El telón de fondo de la reunión es el llamado “plan de 28 puntos” elaborado por el enviado estadounidense Steve Witkoff junto a Kirill Dmitriev, hombre fuerte del Kremlin para este canal de negociación. El borrador, filtrado a la prensa a mediados de noviembre, fue percibido en Europa y en Ucrania como marcadamente favorable a Rusia: incluía el reconocimiento internacional de la anexión de Crimea y de los territorios ocupados de Donetsk y Lugansk, la exclusión de Ucrania de la OTAN y la reinserción plena de Moscú en la economía global.

Tras el rechazo inicial de Kiev y las críticas de varios socios europeos, Estados Unidos y Ucrania abrieron una ronda de contactos en Ginebra y luego en Florida para “afinar” la propuesta. De esos encuentros surgió una versión revisada que, según trascendidos, elevaría el tope de personal de las Fuerzas Armadas ucranianas a 800.000 efectivos (en lugar de 600.000), mantendría en manos de la OTAN la decisión final sobre el eventual ingreso de Ucrania y contemplaría garantías de seguridad tipo “Artículo 5” sin presencia permanente de tropas aliadas en territorio ucraniano.
Al mismo tiempo, el presidente Volodímir Zelenski insistió en dos líneas rojas que chocan con el espíritu del borrador original: la necesidad de que Rusia rinda cuentas por los crímenes de guerra y la utilización de activos rusos congelados en Occidente para financiar la reconstrucción ucraniana, en abierta tensión con cualquier amnistía o “borrón y cuenta nueva” económico para Moscú. A todo ello se suma que, en las últimas semanas, filtraciones de audios en los que Witkoff habría aconsejado a interlocutores rusos sobre cómo influir en Trump causaron revuelo, así como también borradores que daban por sentada una amnistía amplia para Moscú y señales de que Washington prioriza cerrar el conflicto.
OTAN: apoyo a Kiev y recelo frente a un acuerdo “a puertas cerradas”
Mientras en Moscú se desarrollaba la reunión en el Kremlin, en Bruselas los ministros de Relaciones Exteriores de la OTAN debatían precisamente cómo garantizar que cualquier proceso de paz no debilite la posición negociadora de Kiev. El secretario general Mark Rutte subrayó que la prioridad sigue siendo “mantener a Ucrania lo más fuerte posible hoy en el campo de batalla y mañana en la mesa de negociación”, y reclamó sostener un flujo de al menos 1.000 millones de dólares mensuales en apoyo militar para 2026.

.Varios cancilleres europeos se mostraron abiertamente escépticos sobre la voluntad real de Rusia de negociar en buena fe y advirtieron que el Kremlin intenta “dividir a la OTAN” utilizando los contactos con Washington como palanca. Para las capitales más expuestas al frente oriental —como las bálticas y Polonia— el riesgo es doble: por un lado, que un acuerdo apresurado cristalice ganancias territoriales rusas; por el otro, que el precedente debilite la arquitectura de seguridad europea basada en la integridad territorial y la disuasión colectiva.
Por ahora, lo que deja la maratón negociadora en Moscú es más preguntas que respuestas. Rusia no cede en sus exigencias de reconocimiento territorial y límites duros a la capacidad militar ucraniana; Estados Unidos busca demostrar que puede “cerrar” la guerra sin comprometer del todo la seguridad de Europa; Ucrania intenta evitar quedar atrapada entre la fatiga occidental y las demandas maximalistas del Kremlin.
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