La COP30 aumentó la participación de comunidades indígenas en la lucha contra la deforestación, marcando un hito clave al reunir este mes en Brasil a múltiples actores, desde líderes mundiales hasta representantes indígenas de todo el mundo. La ubicación estratégica del evento buscó confrontar a los participantes con los efectos acelerados del cambio climático en la región amazónica. No obstante, pese a la activa presencia de los pueblos originarios y los avances en cooperación, la falta de consenso unánime en la Declaración de Belém evidenció que persisten barreras para lograr una respuesta completa a las demandas de los pueblos amazónicos –los guardianes de la región.

Objetivos en la Amazonía: demandas de los pueblos originarios
Al ser bautizada por los medios como “la COP de los bosques”, la COP30 generó una expectativa de inclusión y cooperación entre agentes estatales y amazónicos sin precedentes. Durante los preparativos, el gobierno brasileño enfatizó su objetivo de impulsar la participación indígena en las discusiones entre Estados y agentes de alto nivel. De hecho, la ministra de Pueblos Indígenas propuso la meta de reunir a 3.000 delegados de comunidades de todo el mundo y, según un reporte de Reuters, dicha cifra fue alcanzada con éxito, convirtiendo a esta edición en la cumbre con mayor participación de pueblos originarios históricamente.
Sin embargo, este éxito estadístico choca con la realidad operativa denunciada por la lideresa Munduruku Alessandra Korap, galardonada con el Premio Goldman. Tras criticar que el protocolo limita su voz a tres minutos, Korap lideró un bloqueo físico a la zona de negociaciones para exigir el derecho a una participación real. En una entrevista con Democracy Now!, la lideresa explicó que sus críticas apuntan a cómo los proyectos de agroindustria e infraestructura impulsados por el Estado funcionan como incentivos directos a la deforestación y violan la soberanía milenaria de territorios indígenas.
Pese a reconocer la apertura del gobierno de Lula comparado con el de Bolsonaro, especialmente en la demarcación de territorios, Korap afirmó que la administración aún tiene mucho que aprender. “Necesitamos seguir demarcando las tierras indígenas, porque la producción de materias primas a gran escala está matando a nuestros pueblos”, añadió.
Logros en la COP30: Reconocimiento y apoyo mundial
En medio de una coyuntura marcada por la división geopolítica internacional, la COP30 logró consensuar la movilización de 1,3 billones de dólares anuales hacia 2035 destinados a la acción climática, según reportó la ONU. Conforme a lo acordado, los países desarrollados liderarán este esfuerzo, que incluye triplicar el financiamiento para la adaptación global. Si bien el secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió que “no se logró todo lo necesario”, destacó que la cooperación persevera al haber cerrado brechas financieras que parecían insalvables al inicio de la cumbre.
Para las comunidades indígenas, históricamente marginadas del reparto de fondos —recibiendo menos del 1%, según Reuters—, la COP30 marcó un punto de inflexión, con iniciativas como el Tropical Forests Forever Facility (TFFF). Este mecanismo garantizará que el 20% de los recursos para la acción climática lleguen directamente a las comunidades que protegen los bosques, institucionalizando por primera vez la transferencia inmediata a los guardianes amazónicos, sin intermediarios burocráticos.

Este respaldo económico fue acompañado de logros tangibles en el reconocimiento territorial. Según Reuters, ante la presión de miles activistas en las calles y conferencias en Belém, los líderes mundiales prometieron reconocer y fortalecer colectivamente 160 millones de hectáreas para 2030. Asimismo, la BBC reportó que el gobierno brasileño reconoció la demarcación de 10 ‘nuevos’ territorios indígenas. De acuerdo con estudios dela APIB e IPAM, ampliar estas zonas podría evitar hasta un 20% de deforestación adicional. Así, si se realiza un seguimiento efectivo a la expulsión de invasores en dichas zonas, esta protección legal podría llevar a avances reales contra la deforestación.
Las barreras del extractivismo en la agenda climática global
Junto a los logros financieros, conviven vacíos críticos que permiten la invasión de la Amazonía: la falta de medidas vinculantes para frenar las industrias agroganaderas. A pesar de los avances, la Declaración de Belém no logró consenso para vetar la expansión de la soya o la madera en áreas protegidas. Esta omisión genera una contradicción operativa: mientras por un lado se incrementa el financiamiento para la conservación, por el otro subsisten “huecos legales” que incentivan el modelo extractivista y perpetúan la violencia hacia los pueblos amazónicos.
Esta paradoja responde a problemáticas estructurales que exceden a la COP30, radicadas en la jerarquía internacional a la hora de repartir los costos de la acción climática. Mientras se exige a la Amazonía que actúe como “pulmón del planeta”, la ausencia de una compensación vinculante por parte del Norte perpetúa la inequidad del sistema. Así, se fuerza a los países en desarrollo a asumir el costo económico de la conservación global, sin ofrecerles las alternativas necesarias para sostener sus balanzas comerciales.

Es ante este vacío que países como Brasil terminan subsidiando proyectos que, paradójicamente, arriesgan la estabilidad climática global —como la infraestructura para la expansión sojera que critica Alessandra Korap—. Estas políticas evidencian que los desafíos de la COP30 yacen en problemáticas comerciale sestructurales. Estas políticas evidencian que los verdaderos desafíos de la COP30 yacen en problemáticas comerciales estructurales. Mientras la demanda global de materias primas siga dictando el uso del suelo amazónico, la protección y preservación del territorio será una segunda prioridad para las administraciones brasileñas, independientemente del discurso ambiental que estas presenten.
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