El Ministerio de Defensa Nacional de China advirtió el 7 de noviembre que “cuanto más alto salte [Filipinas], más duro caerá”; cinco días después, el portaaviones USS Nimitz operó cerca del Escollo Scarborough junto a destructores japoneses. El 16 de noviembre, el Comando del Teatro Sur del Ejército Popular de Liberación desplegó bombarderos H-6 en “patrulla de rutina” tras ejercicios trilaterales Filipino-estadounidense-japoneses.
Ninguna de estas acciones constituye técnicamente un “ataque armado” bajo el Tratado de Defensa Mutua de 1951. Pero todas alimentan una arquitectura de escalada donde la ambigüedad legal se superpone con la densidad operacional de tres potencias nucleares en aguas confinadas.
La trampa de la ambigüedad: Cuando el Derecho no define la guerra
El Artículo IV del Tratado de Defensa Mutua de 1951 establece que ambas naciones actuarán ante “un ataque armado en el Pacífico” contra cualquiera de las partes. El Artículo V especifica que esto incluye ataques “sobre el territorio metropolitano de cualquiera de las Partes, o sobre los territorios insulares bajo su jurisdicción en el Pacífico o sobre sus fuerzas armadas, embarcaciones públicas o aeronaves en el Pacífico”.
La arquitectura legal, sin embargo, carece de la definición operacional más crítica: qué acciones constituyen “ataque armado”. El Senado estadounidense aprobó en agosto la Resolución 409 reafirmando que los compromisos del tratado “se extienden a ataques armados contra las Fuerzas Armadas, embarcaciones públicas o aeronaves de Filipinas, incluida la Guardia Costera filipina, en cualquier lugar del Mar de China Meridional”. La resolución, sin embargo, reitera alcance geográfico sin resolver la cuestión sustantiva: cuándo una embestida, un cañón de agua o un bloqueo cruzan el umbral de coerción a acto bélico.

Esta ausencia de definición concreta no es defecto técnico sino vulnerabilidad estratégica que Beijing explota sistemáticamente. Las tácticas de zona gris —cañones de agua calibrados para lesionar sin matar, embestidas que dañan pero no hunden, bloqueos con flotación que niegan acceso sin disparar— están diseñadas para operar precisamente en el espacio que el tratado no define. China maximiza presión coercitiva permaneciendo deliberadamente por debajo del umbral que ningún documento legal especifica, creando un régimen donde puede escalar violencia marítima sin activar formalmente las obligaciones de defensa mutua estadounidenses. La ambigüedad legal se convierte así en herramienta de poder, no en su limitación.
El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales documenta que China instaló en octubre dos boyas semi-permanentes en Scarborough. Estas estructuras —una de 10 metros equipada con sensores ambientales, otra más pequeña— representan “un paso hacia ocupar físicamente Scarborough, aunque cuán grande es ese paso permanece abierto a interpretación”. El análisis identifica la lógica: “La naturaleza flotante y no tripulada de estas boyas evita las líneas rojas implícitas de EE.UU. sobre recuperar tierra o construir estructuras permanentes”.
Cuando el Guardacostas chino embistió el BRP Datu Pagbuaya el 12 de octubre cerca de la Isla Pag-asa, causó daños estructurales menores pero no muertes. El Council on Foreign Relations registra que Beijing acusó a las embarcaciones filipinas de “violar su soberanía”, mientras Manila prometió “no ceder ni una pulgada cuadrada de territorio”. La colisión no activó el tratado. Carnegie Endowment advierte que “comprometerse al sostenimiento indefinido de fuerzas filipinas en el Escollo Second Thomas solo invita a la toma de riesgos de Manila y envía una señal de baja credibilidad a Beijing”. Los líderes chinos “no creen que Estados Unidos esté comprometido a defender cada roca en el Mar de China Meridional”, explotando la brecha entre retórica estadounidense y acción para retratar a Washington como débil e impredecible.
La paradoja es estructural: las tácticas de zona gris de China están diseñadas para maximizar la presión política permaneciendo justo por debajo del umbral que activaría la intervención militar estadounidense. Sin embargo, cada incidente normaliza violencia mayor, erosionando la capacidad de cualquier actor para identificar cuándo la línea ha sido cruzada.
Fuerza de Tarea Filipinas, escalada permanente
El 31 de octubre, los Secretarios de Defensa Pete Hegseth y Gilberto Teodoro anunciaron en Kuala Lumpur la creación de la Fuerza de Tarea Filipinas. Liderada por un general de brigada o almirante de una estrella e integrada por aproximadamente 60 militares, la unidad tiene el mandato de aumentar la eficiencia en coordinación bilateral, mejorar ejecución operacional y de ejercicios, e impulsar preparación para asistencia humanitaria. Reuter reporta que el anuncio se produjo durante la Reunión de Ministros de Defensa de ASEAN Plus, en un contexto de crecientes tensiones en el Escollo Scarborough. El Pentágono aclaró que la fuerza no incluirá nuevas fuerzas de combate, operaciones ofensivas, despliegues unilaterales ni bases permanentes estadounidenses en Filipinas.

El Ministerio de Defensa Nacional de China respondió el 7 de noviembre a través de su portavoz, Coronel Senior Jiang Bin: “Sostenemos que la cooperación de defensa y seguridad entre países relevantes no debe apuntar o dañar los intereses de ningún tercero, ni socavar la paz y estabilidad regional. La causa raíz de tensiones en el Mar de China Meridional es que la parte filipina frecuentemente atrae fuerzas externas para conducir infracciones y provocación”. Jiang advirtió: “Instamos a la parte filipina a dejar de socavar esfuerzos conjuntos de países regionales en buscar paz y desarrollo, y cesar sus infracciones, provocación y propaganda. De lo contrario, cuanto más alto salte, más duro caerá”.
Funcionarios australianos, japoneses, filipinos y estadounidenses emitieron una declaración conjunta el 1 de noviembre de 2025 expresando “seria preocupación respecto a las acciones desestabilizadoras de China en el Mar de China Oriental y el Mar de China Meridional”. Los ministros de defensa “reafirmaron que el Laudo Arbitral del Mar de China Meridional de 2016 es final y legalmente vinculante para las partes del procedimiento”..
Operaciones del Nimitz: primera presencia de portaaviones en Scarborough en 2025
El Comando Indo-Pacífico de EE.UU. confirmó que el Grupo de Ataque del Portaaviones USS Nimitz realizó ejercicios entre el 14 y 18 de noviembre en el área del Escollo Scarborough junto al destructor japonés JS Kirisame y los navíos filipinos BRP Gregorio del Pilar y BRP Antonio Luna. Las actividades incluyeron operaciones de vuelo con el Ala Aérea embarcada, maniobras de escolta y ejercicios de comunicaciones tácticas. El Contralmirante Fred Goldhammer declaró: “Estamos aquí en el Mar de China Meridional para desarrollar competencia mientras mostramos la capacidad del grupo de ataque del portaaviones de mantener ventaja en combate”.

El Comando del Teatro Sur del EPL respondió el 16 de noviembre a través de su portavoz Tian Junli: “El Ejército Popular de Liberación dijo que su formación de bombarderos condujo operaciones de patrulla rutinaria en el Mar de China Meridional el 14 de noviembre”. Tian acusó a Filipinas de “repetidamente cortejar fuerzas no regionales para organizar las llamadas ‘patrullas conjuntas’, socavando la paz y estabilidad en la región”. El portavoz advirtió: “Cualquier intento de infringir nuestros derechos y provocar incidentes no tendrá éxito”.
Este intercambio de declaraciones encapsula la dinámica de escalada simétrica: ambas partes ejecutan “operaciones rutinarias” que la contraparte interpreta como provocación. Washington y Beijing describen presencia militar en los mismos términos —disuasión defensiva, ejercicios normales— mientras simultáneamente acusan al adversario de desestabilización. La retórica espejo oculta una realidad más peligrosa: ningún lado puede retroceder sin costo político interno, pero ninguno puede escalar sin riesgo de conflicto cinético. El resultado es densidad operacional creciente en un espacio donde el margen para error de cálculo se reduce con cada portaaviones, bombardero y destructor adicional.
Infraestructura Semi-Permanente: El patrón Mischief y Fiery Cross
El CSIS documenta que hasta 2025, “China se ha abstenido de ocupar físicamente Scarborough. Desde un enfrentamiento con Filipinas en 2012, ha afirmado control físico del arrecife enteramente mediante el despliegue persistente de guardacostas”. Pero el establecimiento en septiembre de una Reserva Nacional de la Naturaleza cubriendo 3,524 hectáreas en el lado noreste de Scarborough, combinado con las boyas instaladas en octubre, replica el patrón empleado en los Arrecifes Mischief y Fiery Cross.
En ambos casos, China comenzó con “refugios para pescadores” que luego se convirtieron en islas artificiales fortificadas con pistas de aterrizaje de 3,000 metros, emplazamientos de misiles tierra-aire HQ-9 y radares de búsqueda aérea. El CSIS advierte que “con Beijing aparentemente determinado a administrar las aguas y cielos alrededor de Scarborough como territorio chino en todas las formas menos construcción real, el escenario está listo para fricciones continuas”.
Carnegie identifica el dilema estratégico: “La asimetría de intereses entre Washington y sus aliados respecto a islas disputadas es una costura que China ha explotado rutinariamente. Beijing reconoce la renuencia estadounidense a arriesgar enfrentamientos escalatorios sobre características sin importancia intrínseca para su posición en la región”. Esta vulnerabilidad estructural explica por qué Manila enfrenta un dilema sin salida. Mientras Filipinas considera cada arrecife como cuestión de soberanía nacional que justifica respuesta militar, Washington calcula costo-beneficio en términos geopolíticos globales. Beijing explota precisamente esa brecha: escala presión coercitiva sabiendo que Estados Unidos evaluará cada incidente conforme a criterios estratégicos que Manila no comparte. El resultado es que la disuasión estadounidense pierde credibilidad no por falta de capacidad militar sino por falta de alineación de intereses con su aliado.
Sin embargo, si China comienza la construcción de estructuras fijas en Scarborough, Manila enfrenta solo dos opciones: respuesta militar o aceptación de un fait accompli. Una respuesta militar fuerza a Washington a decidir en tiempo real si vale la pena una guerra por un arrecife a 232 kilómetros de Luzón. Aceptar el fait accompli destruye la credibilidad de la alianza y envía señales a Beijing de que tácticas similares funcionarán en el Escollo Second Thomas, Sabina Shoal y otras 20 formaciones disputadas.
El Factor Taiwán: Northern Luzon como Segunda Línea
El Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas filipinas, General Romeo Brawner Jr., declaró públicamente en septiembre: “No se contenten con asegurar solo el hemisferio norte hasta la Isla de Mavulis. Comiencen a planificar acciones en caso de que haya una invasión de Taiwán. Extenderemos la esfera de nuestras operaciones… Si algo le pasa a Taiwán, inevitablemente estaremos involucrados”.
Esta declaración pública del máximo oficial militar filipino confirma lo que análisis estratégicos han advertido: Beijing puede usar el Escollo Scarborough como palanca coercitiva sobre Manila en un escenario de Taiwán. Si Filipinas permite que Estados Unidos use bases en Luzón para operaciones de defensa de Taiwán, China podría escalar simultáneamente en Scarborough o Second Thomas Shoal, forzando a Manila a dividir fuerzas y a Washington a elegir entre dos frentes. El Army War College advierte precisamente este escenario: “Beijing podría capturar una o más islas de la Provincia de Palawan, amenazando tomar más para prevenir que Manila permita despliegues estadounidenses en Luzón o para inmovilizar fuerzas estadounidenses activando el Tratado de Defensa Mutua”. La interconexión de los dos teatros convierte cada confrontación en Scarborough en un ensayo para un conflicto más amplio.
Reuters documentó en octubre que “EE.UU. ha desplegado tropas y misiles antibuque en el norte de Filipinas como parte de ejercicios de guerra conjuntos casi continuos” enfocados en el Estrecho de Luzón, que la marina china debe usar para proyectar poder hacia el Pacífico. La interconexión de los dos teatros significa que cualquier crisis en Scarborough podría coincidir deliberadamente con acciones chinas contra Taiwán para dividir fuerzas estadounidenses.
Escalada sin autores
El riesgo no reside en decisiones deliberadas de guerra sino en el colapso de los mecanismos para prevenir errores de cálculo. Carnegie concluye que “bajo estas condiciones, aparentemente participaciones menores pueden desencadenar una escalada mayor”. La “tendencia de Washington a pensar y planificar en términos de ‘rojo’ (China) y ‘azul’ (América) arriesga omitir la agencia e intereses de ‘verde’ (aliados/amistosos), cuyas acciones pueden generar la crisis misma”.
El CSIS identifica que la instalación de boyas “es parte de este esfuerzo para formalizar el control chino sobre la característica. Más preocupante, es un paso hacia ocupar físicamente Scarborough”. Si Beijing construye allí, “estaría fuera de línea con la lógica de los recientes esfuerzos de Beijing”, pero “con Beijing aparentemente determinado a administrar las aguas y cielos alrededor de Scarborough como territorio chino en todas las formas menos construcción real, el escenario está listo para fricciones continuas”.
La lógica del “salami slicing” —cortes incrementales que individualmente no justifican respuesta militar pero colectivamente alteran el status quo— alcanza su punto crítico en Scarborough. Cada boya instalada, cada “refugio para pescadores”, cada zona de exclusión declarada prepara el terreno para construcción permanente. Manila debe entonces elegir entre responder militarmente antes de que la construcción comience —arriesgando acusaciones de provocación— o esperar hasta que las estructuras estén completas —momento en que la respuesta militar sería exponencialmente más costosa. Beijing ha convertido la ambigüedad temporal en ventaja estratégica: siempre está “a punto de” construir, manteniendo a Manila en estado de alerta perpetua sin cruzar formalmente la línea que activaría la intervención estadounidense.
La geometría es implacable: 60 militares en una fuerza de tarea conjunta, un portaaviones operando en aguas confinadas, bombarderos estratégicos en patrullas “rutinarias”, boyas semi-permanentes instalándose, guardacostas embistiendo mensualmente, y un tratado de defensa mutua cuyo umbral de activación ningún documento define. Scarborough no es donde algún gobierno decidirá comenzar una guerra. Es donde la arquitectura de escalada puede producir una guerra que nadie ordenó.
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Muy interesante y completo tu planteo Lidia, espero ver mas notas como estas.
Un gran análisis!, definitivamente el contar con notas como estas, permiten un entendimiento total y completo del tema. Muchas felicidades Lidia.