Ucrania lanza misiles ATACMS contra Voronezh y Rusia afirma haber interceptado todos los proyectiles, en un episodio que amplía el uso ucraniano de municiones de largo alcance suministradas por Estados Unidos y que traslada nuevamente el frente de ataque hacia territorio ruso. Moscú sostiene que la operación apuntó a zonas civiles, mientras Kiev asegura que alcanzó objetivos militares.

Según la información difundida por medios oficiales rusos, el Ministerio de Defensa de Rusia declaró que las defensas antiaéreas S-400 y los sistemas Pantsir interceptaron cuatro misiles ATACMS lanzados desde la región ucraniana de Járkiv contra la ciudad de Voronezh. Moscú indicó que la caída de fragmentos provocó daños menores en un hogar de retiro, un orfanato y una vivienda particular, sin dejar víctimas civiles. La misma dependencia difundió imágenes de restos metálicos atribuidos a las municiones interceptadas y aseguró haber identificado la zona de lanzamiento cerca de Voloska Balakliya, en el este ucraniano.
El Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Ucrania confirmó que la operación estuvo dirigida contra instalaciones militares rusas ubicadas en Voronezh, calificándola como un “evento significativo” en el empleo de armas de largo alcance. Kiev recibió los ATACMS en 2023, inicialmente con restricciones para su uso dentro del territorio ucraniano, pero desde 2024 comenzó a emplearlos contra objetivos rusos vinculados a depósitos de munición, centros de mando y emplazamientos de lanzamiento de misiles, en un intento por degradar la infraestructura de rearme en profundidad.
Canales rusos de seguimiento aeronáutico y medios locales reportaron explosiones y actividad de defensa aérea en distintos sectores de Voronezh, indicando entre tres y seis misiles en aproximación. La agencia Interfax afirmó que varios “objetivos aéreos” habían sido interceptados, mientras el canal Fighterbomber —habitualmente seguido por personal militar— describió la ofensiva como un ataque con “misiles balísticos”. Las autoridades municipales mantuvieron temporalmente clausurados espacios públicos mientras evaluaban daños estructurales causados por los fragmentos.

Tras la ofensiva, Moscú afirmó haber ejecutado ataques de represalia mediante misiles balísticos Iskander-M contra dos lanzadores ucranianos identificados en Járkiv. No hubo confirmación independiente sobre el resultado de esos ataques, pero forman parte de un patrón ya observado: cada uso de ATACMS por parte de Ucrania suele ir seguido de un contraataque ruso sobre la plataforma de lanzamiento o sobre infraestructura logística vinculada al sistema.
El empleo de ATACMS por parte de Ucrania se ha vuelto más frecuente desde finales de 2024, cuando Kiev atacó un arsenal del Ministerio de Defensa ruso en Briansk y posteriormente objetivos en Kursk. En enero de 2025, el presidente Volodímir Zelenski explicó que la disponibilidad de misiles de largo alcance había permitido golpear depósitos de munición, centros de comando y nodos de transporte militar ubicados lejos de la línea del frente, obligando a Rusia a redistribuir defensas antiaéreas y modificar rutas de abastecimiento.
La ciudad de Voronezh, situada a unos 250 kilómetros de la frontera, se ha convertido en un nodo relevante para el despliegue y la reparación de equipos militares rusos desde el inicio de la invasión a gran escala. La infraestructura aérea, ferroviaria y logística de la región sostiene actividades de apoyo al frente oriental, lo que la convierte en un objetivo sistemático para los ataques de largo alcance ucranianos. La capacidad de Kiev para emplear ATACMS en horario diurno y contra zonas más profundas del territorio ruso marca una ampliación del espectro operativo en una guerra donde la profundidad estratégica es un factor clave.
Aunque Moscú insiste en que todos los misiles fueron interceptados, la operación confirma que Ucrania continúa ampliando el uso de municiones estadounidenses y británicas para atacar infraestructura militar rusa más allá de la línea del frente. El episodio también vuelve a exponer la sensibilidad política del empleo de armas occidentales dentro de territorio ruso, un aspecto central en la calibración diplomática entre Washington, Kiev y los aliados europeos.
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