Reino Unido impulsa una flota híbrida en la Real Armada Británica (Royal Navy) mientras acelera el desarrollo de sistemas no tripulados, integrando vehículos de superficie y submarinos autónomos en su estructura operativa para reforzar la defensa marítima y ampliar capacidades de vigilancia. La transición combina plataformas tradicionales con sistemas remotos destinados a responder a amenazas en expansión en el Atlántico y en los entornos litorales.

Según un análisis publicado por Shephard Media, la Real Armada Británica ha incrementado en los últimos meses la incorporación de tecnologías no tripuladas en el marco de su estrategia de “flota híbrida”, anunciada tras la revisión estratégica de defensa del Reino Unido. El plan incluye la rápida entrada en servicio de vehículos de superficie no tripulados (USV) y vehículos submarinos autónomos (UUV), así como la expansión de proyectos experimentales vinculados al Fleet Experimental Squadron. El Ministerio de Defensa británico confirmó una inversión superior a £4.000 millones destinada al desarrollo de sistemas autónomos en los ámbitos marítimo, terrestre y aéreo durante el actual período parlamentario.
La Real Armada Británica ha realizado pruebas con cinco USV operados de manera remota a una distancia de 500 millas, empleando embarcaciones de 7,2 metros capaces de ejecutar maniobras de escolta y vigilancia en escenarios simulados frente a la costa escocesa. Los sistemas fueron dirigidos desde el buque experimental XV Patrick Blackett mediante estaciones de control operadas por personal naval y de Infantería de Marina. El ensayo evidenció tiempos de respuesta estables y capacidad de maniobras coordinadas, aspectos considerados esenciales para la transición hacia operaciones mixtas entre plataformas tripuladas y no tripuladas.
El Ministerio de Defensa británico publicó además un aviso preliminar de contratación para el denominado Project Beehive, orientado a adquirir 20 USV destinados a la Surface Flotilla (SURFLOT) con un valor estimado de £10 millones. La iniciativa prevé contratos entre 2026 y 2028 y busca emplear la flota de superficie como banco de pruebas para integrar sensores, software de navegación autónoma y módulos de misión de rápida adaptación. El requerimiento enfatiza que los USV serán centrales para mantener la “relevancia operativa frente a amenazas de pares”, especialmente ante la intensificación de actividades navales de potencias con capacidades avanzadas.

En paralelo, la Real Armada Británica avanza en la consolidación de su concepto Atlantic Bastion, que prevé el uso de escoltas no tripulados junto con submarinos de la clase Dreadnought, futuras unidades AUKUS-SSN y las fragatas antisubmarinas Type 26 City-class. El objetivo es reforzar la protección del Atlántico Norte, un espacio crítico para la seguridad del Reino Unido y de la OTAN debido a la modernización y expansión de la flota submarina rusa. La integración de UUV y USV como sensores adelantados, escoltas autónomos y plataformas de escucha contribuye a ampliar la cobertura de vigilancia oceánica sin depender exclusivamente de unidades tripuladas.
Las fragatas Type 26, seleccionadas para exportación por Australia, Canadá y Noruega, incluyen un mission bay adaptable, hangares para helicópteros Wildcat o Merlin, espacio para UUV, embarcaciones auxiliares, módulos de carga y lanzadores para UAV de ala fija. Este diseño modular se adapta al concepto de flota híbrida, permitiendo que las unidades actúen como nodos de control avanzados para vehículos autónomos y como plataformas para misiones de guerra antisubmarina (ASW) en zonas de alta densidad estratégica.
La Real Armada Británica considera que el uso de sistemas autónomos aporta ventajas en escenarios donde la presencia humana implica riesgos mayores, especialmente en operaciones de reconocimiento, patrulla y tareas constabularias. La experiencia reciente en conflictos donde drones de bajo costo han logrado efectos significativos contra buques de alto valor —como ocurrió en el Mar Negro— influye en la urgencia británica por acelerar el desarrollo de tecnologías que reduzcan vulnerabilidades en entornos marítimos contestados.
El jefe de la Real Armada Británica, el general Sir Gwyn Jenkins, afirmó que los escoltas no tripulados “navegarán junto a los buques de guerra británicos en los próximos dos años”, en referencia al proceso acelerado de pruebas, certificaciones y entrada en servicio. Ese horizonte temporal refleja la intención de mantener alineación con iniciativas similares en Estados Unidos, Australia y otros aliados de la OTAN que también avanzan en la integración de sistemas autónomos como parte de sus programas navales de próxima generación.
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