La capacidad de la OTAN para responder rápidamente ante una agresión rusa vuelve a quedar bajo la lupa, luego de que un análisis reciente del Financial Times afirme que el despliegue de fuerzas aliadas hacia el flanco oriental podría demorar hasta 45 días. Este escenario contrasta con el objetivo planteado por la Unión Europea de reducir ese plazo a entre 3 y 5 días.

El diagnóstico, citado por la agencia ucraniana UNN, revela un problema estructural que Europa arrastra desde hace décadas: infraestructura ferroviaria incompatible entre países, trámites burocráticos que aún no fueron flexibilizados para escenarios de emergencia y limitaciones logísticas que ya se manifestaron durante la guerra en Ucrania. Uno de los principales obstáculos es la diferencia en el ancho de vía ferroviaria entre Europa Occidental y el Este.
Esta desarmonización —heredada tanto de decisiones históricas como de la lógica de defensa de la Guerra Fría— implica transbordos obligados, demoras de horas o días para adaptar vagones y la congestión en nodos logísticos que no tienen capacidad militar suficiente. A esto se suma un aspecto menos visible pero igual de crítico que es la burocracia nacional, que todavía exige permisos, coordinación multinacional previa y verificaciones técnicas incluso en situaciones de crisis.
Modernizar la logística militar europea: del discurso a la urgencia
Tras tres años de guerra en Ucrania, Bruselas apunta a corregir fallas estructurales que limitan la movilidad de tropas y blindados. El objetivo es ambicioso: crear un “corredor militar europeo” que permita trasladar brigadas completas en menos de una semana. Esto implica modernizar puentes, túneles y nodos ferroviarios para soportar vehículos pesados; unificar normativas para movimientos militares de emergencia y fortalecer depósitos, hubs logísticos y rutas críticas cerca de la frontera con Polonia, Rumania y los Estados bálticos.

Para analistas, el retraso en esta transformación no solo es un riesgo para la OTAN, sino también un incentivo estratégico para Moscú, que evalúa constantemente el tiempo de reacción occidental. La advertencia coincide con un análisis reciente del ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, quien afirmó que un choque directo entre Rusia y la OTAN “es un escenario realista en los próximos años”.
Para Kiev, la incapacidad de Europa de mover armamento y tropas con rapidez no es un dato técnico: es una señal estratégica de vulnerabilidad. Sin infraestructura militar interoperable, el continente queda expuesto a respuestas lentas ante misiles o incursiones híbridas; dificultades para reforzar los flancos báltico y rumano y una menor capacidad de disuasión ante el Kremlin.
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