La reciente visita de inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) a Irán vuelve a colocar en el centro del debate global el futuro del régimen de no proliferación. En un contexto de tensiones políticas, ataques militares y desconfianza mutua, Teherán intenta defender la legitimidad de su programa nuclear frente a la presión internacional.

El 10 de noviembre de 2025, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán confirmó la visita de inspectores del OIEA a varias instalaciones nucleares del país, una semana después de que la propia agencia instara a Teherán a una “mejora seria” en su cooperación, según Reuters.
El portavoz iraní, Esmaeil Baghaei, señaló que, en cumplimiento de los compromisos asumidos por Irán como Estado parte del TNP y del Acuerdo de Salvaguardias, los inspectores tuvieron acceso a distintas instalaciones, incluido el reactor de investigación de Teherán. Sin embargo, la visita se desarrolló en un contexto de cooperación severamente restringida.
A pesar de que el OIEA ha realizado una docena de inspecciones desde las hostilidades con Israel en junio, la agencia internacional destacó que se le ha denegado el acceso a sitios clave bombardeados por Estados Unidos e Israel, como Fordow, Natanz e Isfahán. La imposibilidad de verificar estas actividades de forma efectiva generó una “seria preocupación”, según expresó el director general del OIEA, Rafael Grossi.
El papel del OIEA y el marco del TNP
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) es una organización intergubernamental autónoma dentro del sistema de las Naciones Unidas. Su misión principal, definida en su Estatuto, se basa en una doble función: promover el uso pacífico de las tecnologías nucleares en condiciones de seguridad tecnológica y física, y verificar que los materiales nucleares civiles de sus Estados miembros no se desvíen hacia fines militares. Por otro lado, el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), en vigor desde 1970 y con 191 Partes, se considera la piedra angular del régimen global de no proliferación. Se fundamenta en tres pilares: 1) No Proliferación: Prohibir la transferencia y adquisición de armas nucleares. 2) Desarme: Obligación de los Estados poseedores de armas nucleares (EPAN) de negociar de buena fe el desarme nuclear. 3) Uso Pacífico: Garantizar el derecho a usar la tecnología nuclear con fines pacíficos bajo la salvaguardia del OIEA.

Este tratado solo permite la posesión de cinco países a tener armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia. Irán es un Estado no poseedor de armas nucleares (ENPAN) firmante del TNP y, como tal, está obligado a someter sus actividades a las salvaguardias del OIEA. El argumento iraní recurrente es que, mientras sea miembro, cumplirá sus obligaciones, siempre y cuando no se usen como pretexto para agresiones.
La mirada de Occidente y las dudas sobre el programa nuclear iraní
Desde la perspectiva de Occidente, la falta de transparencia de Irán y la restricción de acceso a sitios nucleares no declarados (incluyendo la nueva instalación conocida como Pickaxe Mountain) alimentan el temor a una nueva escalada militar en Medio Oriente. Por un lado, vemos que abunda un gran grado de dudas sobre la Infraestructura. Pese a las afirmaciones públicas de Estados Unidos sobre la “obliteración” del programa de enriquecimiento, funcionarios y analistas occidentales dudan que la infraestructura haya sido destruida en su totalidad. Se sospecha que parte del material fisionable (estimado en unos 400 kilogramos de uranio enriquecido al 60%, porcentaje cercano al de uso militar) pudo haber sido trasladado. En este marco, la postura Israelí considera el desarrollo nuclear iraní como una amenaza existencial, aumentando el riesgo de nuevos ataques preventivos ante cualquier avance detectado o la opacidad total del inventario. Y, vemos un gran bloqueo diplomático: el colapso del acuerdo de 2015, la restauración de sanciones y las condiciones “inaceptables” propuestas por Estados Unidos han reducido la capacidad de negociación de Irán a su punto más bajo en décadas. La conclusión occidental es que, sin negociaciones en curso y sin una supervisión independiente, la incertidumbre se traduce en un riesgo elevado de confrontación armada.

Respuesta iraní y desafíos a la supervisión internacional
Por otro lado, Irán ha defendido su programa como estrictamente civil y pacífico, con el objetivo de garantizar el abastecimiento energético interno (meta de 20 GW de generación nuclear) y avanzar en aplicaciones en medicina, agricultura y protección ambiental.
La cooperación con el OIEA se tensó considerablemente en julio de 2025, cuando el gobierno iraní promulgó una ley que condiciona cualquier inspección extranjera a la aprobación del Consejo Supremo de Seguridad Nacional. Con esta ley, Irán reafirma su soberanía frente a lo que percibe como una instrumentalización política del OIEA, trasladando el eje del cumplimiento técnico al terreno de la autodeterminación nacional.

Esta medida llevó a la OIEA a retirar parte de su personal por falta de acceso. Funcionarios iraníes han culpado directamente al OIEA de ser responsable de los bombardeos israelíes en junio, argumentando que la votación de la Junta del OIEA para declarar a Irán en violación del TNP proporcionó la justificación para los ataques.
El máximo diplomático iraní, Abbas Araghchi, ha señalado que la preocupación real de Occidente no es la militarización, sino el avance de Irán en la ciencia nuclear, un dominio que Occidente busca monopolizar. Irán afirma que, si su intención fuera fabricar armas, ya lo habría hecho dadas sus capacidades, y sostiene que Occidente usa el pretexto nuclear para sus acciones.
El presidente Masoud Pezeshkian afirmó que la reconstrucción de las instalaciones, incluyendo la construcción de ocho nuevas plantas con ayuda de Rusia, se realizará bajo los principios del TNP, garantizando el carácter pacífico y civil del programa.
Críticas al régimen de no proliferación nuclear
A pesar de su amplia adhesión, el TNP enfrenta críticas fundamentales de asimetría y no equidad, especialmente desde la perspectiva de los países en desarrollo, como Irán.
El tratado establece una distinción permanente entre dos categorías de Estados: Por un lado vemos los Estados Poseedores de Armas Nucleares (EPAN): definidos por haber detonado un dispositivo nuclear antes de 1967. Y por otro, encontramos a los Estados No Poseedores de Armas Nucleares (ENPAN). Esta diferenciación ha sido sistemáticamente criticada por crear una estructura de “discriminación nuclear”. A los EPAN se les permite mantener sus arsenales a largo plazo (en contravención del pilar de desarme), mientras que a los ENPAN se les exige renunciar a la posibilidad de desarrollar tecnología nuclear militar a perpetuidad.La crítica central radica en la falta de cumplimiento del pilar de Desarme por parte de los EPAN, lo que genera un desequilibrio de poder. El caso de Irán, que afirma su derecho al uso pacífico y condena la agresión de potencias nucleares, se convierte en un síntoma de esta desigualdad estructural: la confianza mutua se erosiona cuando el garante de la paz no cumple su parte del trato, obligando a las naciones a buscar un equilibrio de fuerzas, incluso en la confrontación científica. En definitiva, la visita del OIEA a Irán no solo revela una disputa técnica, sino un reflejo del orden internacional desigual que define quién puede —y quién no— usar la energía nuclear como símbolo de poder.
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