La inauguración del puerto, liderado por la estatal china COSCO Shipping, ha consolidado a Perú como un eje logístico en la región, aunque al mismo tiempo ha intensificado las alertas en Estados Unidos respecto a la creciente influencia de Pekín en infraestructura crítica del continente. Ubicado a 80 kilómetros al norte de Lima, el Megapuerto de Chancay fue inaugurado en noviembre de 2024, controlado mayoritariamente por la empresa estatal china COSCO Shipping Ports. Su objetivo era convertirse en el primer puerto de la región capaz de recibir a los buques de carga más grandes del mundo, los cuales anteriormente debían dirigirse a México o California.

Para el Perú, Chancay representa una evidente apuesta estratégica. Siguiendo esa línea, la Presidencia del Consejo de Ministros destacó que el puerto “posiciona al Perú como el ‘hub’ más importante del Pacífico Sur”, reconfigurando así las rutas comerciales. El puerto opera como un nuevo punto de conexión directa con el mercado asiático, no sólo para las exportaciones peruanas, sino también para la de países vecinos como Brasil, Bolivia y Ecuador.
La mirada estratégica de China y la fricción de potencias
Desde la óptica de Pekín, el proyecto constituye una pieza estratégica dentro de su proyección global. La infraestructura se alinea con la Iniciativa de la Franja y la Ruta, facilitando el flujo de materias primas sudamericanas hacia China y de productos manufacturados en la dirección opuesta. De acuerdo con diversos reportes, esta conexión directa ha permitido reducir los tiempos de tránsito hacia Asia de más de 35 a solo 23 días.

Por el contrario, esta creciente presencia china generó una visible preocupación en Washington. El Subsecretario estadounidense para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian A. Nichols, advirtió acerca de la falta de transparencia de las empresas estatales chinas y su potencial para ejercer influencia indebida, señalando que el control de infraestructura crítica podría ser usado por Pekín para avanzar sus intereses de seguridad y no solo los comerciales.
El proyecto coloca a la diplomacia peruana ante una compleja encrucijada estratégica. Puesto que, Perú debe navegar en el delicado equilibrio de mantener su política de equidistancia estratégica entre sus dos socios comerciales más importantes: China, su principal comprador de minerales, y Estados Unidos, su socio histórico en seguridad. Frente a las preocupaciones, el gobierno peruano ha buscado destacar su “histórica relación bilateral” con Estados Unidos, insistiendo en el carácter puramente comercial del proyecto.
El tablero sudamericano y sus nuevas dinámicas
La irrupción de Chancay ya genera repercusiones en el vecindario. Puertos chilenos como Valparaíso y San Antonio, que tradicionalmente dominaban el tráfico de carga en esta zona, enfrentan una nueva competencia directa. Asimismo, el puerto brinda a economías como la boliviana, una alternativa portuaria concreta para canalizar sus exportaciones.
Más allá del impacto económico, el puerto de Chancay sintetiza el desafío regional de América Latina frente a la competencia entre potencias y la creciente disputa por el control de rutas estratégicas. Ahora que el puerto está operativo, el verdadero desafío para el Perú no es solo logístico, sino fundamentalmente diplomático. En un contexto de creciente polarización global, su funcionamiento pone a prueba la capacidad de la política exterior peruana para maximizar los beneficios económicos sin quedar atrapada en una disputa estratégica ajena.
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